Puedo decir que muchas obras (sean pictóricas, de música, de danza o de teatro) me han impactado y marcado en concordancia con los tiempos en que estaba viviendo, pero me cuesta sentirme fan de una obra o de un artista porque tiendo a no idealizar a nada y a nadie. Aun así las obras de Alwin Nikolais y más aún su enseñanza y pensamiento sobre qué es la danza es lo que más me influenció. Yo tenía veintidós años y había decidido que quería ir a estudiar danza en el exterior porque sentía que estábamos un poco aislados de las nuevas corrientes de danza, no quería quedarme investigando sobre algo que ya estuviese creado en otra parte del planeta. Por eso le pregunté a Ana Itelman, mi maestra de composición coreográfica, con quién había estudiado y me contó que estudió y trabajó en la Escuela de Alwin Nikolais durante dieciséis años. Así que me fui a Nueva York a fines de 1988 a estudiar con él. Al poco tiempo de llegar su compañía se presentó en el Joyce Theatre y ví su obra Crucible. Una obra increíble y podría decirse que aún es vigente y novedosa. Los cuerpos de los bailarines estaban sistemáticamente desdoblados (se valió de una escenografía que era como una gran mesa espejada) los bailarines y sus imágenes reflejadas formaban un todo, por momento como si viésemos a la danza desde un microscopio. La creación de imágenes de cuerpos fragmentados junto con una iluminación de diapositivas, una música de sonidos creó una experiencia abstracta en un teatro total. Se lo puede tildar de deshumanizado pero la creación visual y la danza que transita diferentes calidades de movimiento, se proyecta al espectador de manera inusual sin una información obvia, deja al espectador vivenciar una belleza difícil de contar. Es una danza que da la espalda al teatro realista. El objetivo de Nikolais es ir más allá del límite de lo visible y dejar la huella de un misterio con una gran eficacia teatral.
Se puede a partir de su obra empezar a deducir conceptos esenciales en la poética de Nikolais como son: la descentralización del cuerpo y la inteligencia del movimiento. Cada impulso motor cada contorno espacial, cada tiempo y cada forma del cuerpo revela la sensación y comportamiento del contenido. El espacio vacío implica diferentes valores y significados al ser ocupado. La kinética se diseña desde el contenido y la forma constituyendo una acción poética, una metáfora. La claridad de Nikolais puede sobrevivir al pasado, presente y futuro, pero aún así es un artista ya fallecido poco valorado según mi punto de vista. Su carácter abstracto se opone a lo más aceptado, que es contar o querer decir algo más explícito. Para él, el bailarín propone una danza con un lenguaje propio por fuera de una narrativa teatral, descentralizado de su ego y emociones, en donde el movimiento transcurre de una manera sensible y perceptiva. Para Nikolais, la danza es el arte del movimiento. El carácter único de la danza es que el movimiento en sí es el fin; la razón está dentro de ella en lugar de más allá de ella. La danza se logra a sí misma.
Luego de estudiar con él volví a Buenos Aires en el 91. Descubrí casi fortuitamente (porque solo quería para un momento de una nueva obra suspender a bailarinxs de sogas y arneses) que ahí había un mundo nuevo coreográfico y continué en esa línea de investigación con la que ya llevo más de veinticinco años. Mi idea es crear un lenguaje coreográfico que habita en otra naturaleza. Varios años atrás, me convoca una colega estadounidense que estaba juntando información para escribir un libro sobre diferentes artistas que utilizan el espacio aéreo en sus obras para que escriba y le mande material mío. Cuando recibo el libro terminado que venía con un DVD descubro para mi sorpresa una obra corta de Nikolais en la que un bailarín estaba suspendido. Nunca se la había visto ni tenía conocimiento que había hecho algo así. Increíble que de alguna manera y sin saberlo coincidí con él. Fue hermoso.
En estos momentos me encuentro siendo más disruptiva en relación a lo que predicaba Nikolais. Esta nueva obra T para T es la primera obra en la que introduzco textos autobiográficos de lxs bailarines y míos. Textos que atravesados por la pandemia, dan cuenta de transformaciones que involucran al género, lxs cuerpos, el duelo, el tiempo. La danza es el lenguaje de esta obra y la danza aérea en particular el medio en que habita que también se transforma.
Brenda Angiel es coreógrafa, docente y gestora cultural. Es considerada pionera en el lenguaje de la danza aérea y sus obras se presentaron en importantes festivales y programaciones de todas partes del mundo (American Dance Festival, Holland Dance Festival, Festival Iberoamericano de Bogotá, Festival de Sibiu, Rumania, Festival Wuzhen de China) Fue la creadora del Festival Ciudanza, de danza en los paisajes urbanos de Buenos Aires, siendo su directora en once ediciones. Actualmente gestiona Aérea Teatro. T para T se presenta los sábados 22 y 29 de abril a las 21 y todos los sábados de mayo a las 21 en Aérea Teatro. Bartolomé Mitre 4272. Entradas en Alternativa.