Joshua Redman es sin dudas uno de los músicos más importantes de la música creativa de las últimas décadas. Clásico y experimental, con un sonido que combina calidez e inmediatez y un virtuosismo ilustrado y siempre afectuoso, el saxofonista se ha erguido por peso propio en el centro en torno al cual giran varios de los momentos importantes del jazz de esta era. Sin ir más lejos, su última visita a Buenos Aires, en mayo 2016, fue con The Bad Plus, un encuentro memorable que dejó un disco –The Bad Plus-Joshua Redman– que apenas refleja lo que fueron capaces de hacer en el vivo. Ahora, Redman regresa a la Argentina precedido por el impacto del disco que hizo en cuarteto el año pasado –nada menos con que Bad Mehldau, Christian McBride y Brian Blade–, para presentar un nuevo trío y abordar una nutrida agenda.
A partir de este jueves Redman será una de las figuras centrales del Mendoza Sax Fest, el mayor encuentro de saxofonistas de la región, que se prolongará hasta el domingo. Dentro de una intensa agenda de clases, conferencias e intercambios varios, el festival contará además con la presencia de Escalandrum, el saxofonista norteamericano Johnatan Helton y la siempre sorprendente María Noel Luzardo, que el viernes ofrecerá un concierto con músicas argentinas para saxo. En la capital cuyana, además de ofrecer una serie de clases magistrales, Redman tocará el sábado en el Teatro Independencia al frente de un cuarteto que se completa con tres de los mejores jazzistas argentinos: Ernesto Jodos en piano, Oscar Giunta en batería y Jerónimo Carmona en contrabajo.
El lunes 15 y el martes 16, Redman, con el contrabajista Philip Norris y el baterista Nazir Ebo, se presentará en Buenos Aires, en el Bebop Club, a las 20 y a las 22.45. “El trío puede ser una de las configuraciones más emocionantes, liberadoras e inspiradoras para mí como saxofonista e improvisador”, asegura al comenzar la charla con Página/12. “Me encanta la libertad de este trío en particular, porque deja grandes espacios para que cada uno de nosotros se mueva y pueda explorar diferentes aspectos de la melodía, la armonía, el ritmo y la textura, además de poder trascender nuestros roles para ir en busca de momentos de gran originalidad”, se entusiasma el saxofonista.
Saxo, contrabajo y batería, sin piano ni otro instrumento armónico, ha sido una de las formaciones que en algún momento abrieron nuevas alternativas sonoras para una idea de modernidad. Basta recordar al Sonny Rollins de Way Out West, un disco de 1957 que Redman no duda en incluir entre sus influencias. “Uno de los grandes desafíos del trío, por supuesto, es asegurarse una buena variedad de música, que además sea apropiada para este contexto. Hay muchos temas que no funcionan para este trío, porque necesitan un instrumento armónico; del mismo modo que hay temas y arreglos que concibo y toco solo con este trío”, explica Redman y agrega: “Otro gran peligro en este tipo de formación es que todo empiece a sonar similar. Por eso elegí músicos que tocan con concentración, compromiso, sensibilidad y audacia. Así el trío se convierte definitivamente en uno de los contextos más emocionantes y satisfactorios para nosotros y, con suerte, también para el público”.
Hablando de otras formaciones significativas en su historia, Redman insiste en que su formación favorita “es cualquiera en la que esté en ese momento”, y si le preguntan con qué músicos le gustaría tocar, responde que con cualquiera que todavía no haya tocado. “De todas maneras siempre trato de tocar con músicos que son mucho mejores que yo. Esa es la única forma en que sueno bien”, bromea.
-Hablando en serio, ¿qué tipo de músico te atrae para tocar?
-Me atraen más los músicos que, por supuesto, son muy hábiles y dominan otros lenguajes, más allá del jazz. Me gusta tocar con músicos que son sólidos en sus fundamentos, pero que también tienen libertad, flexibilidad y curiosidad en su espíritu musical. Quiero tocar con músicos que se comprometan a improvisar juntos en el momento, sin que ideas preconcebidas o agendas se interpongan en el camino de lo que debe descubrirse y expresarse colectiva y espontáneamente. Y sobre todo, me gusta tocar con músicos que son grandes oyentes, que aprecian la interacción musical, la conversación y la colaboración. Tu sabes que el mejor jazz se hace en grupo, por eso busco músicos que estén comprometidos con un enfoque grupal de la creación musical.
-El año pasado salió Long Gone, otro disco en cuarteto con McBride, Blade y Mehldau tocando música tuya. ¿La compusiste pensando en ellos?
-Creo que solo escribí “Right Back Round Again” pensando en ellos. Pero eso no importa, porque ellos enseguida se apropiaron de toda la música que llevé. Cuando me preparaba para grabar pensé mucho sobre qué temas podían funcionar mejor en este cuarteto. Pero después me di cuenta de que no hay música que no pueda sonar de la mejor manera con estos “gatos”. McBride, Blade y Mehldau son tres de los mejores músicos de todos los tiempos, genios en todos los niveles: intelectual, emocional, espiritual. Me siento muy afortunado de ser parte de la misma generación que ellos y de haber podido aprender y crecer con ellos a lo largo de los años. Si tengo algo bueno se lo debo a ellos ¡A ellos les debo mi vida musical!
-Imagino que también tu padre, el gran Dewey Redman, te marcó como músico…
-¡Claro! No crecí con mi padre, pero crecí con su música. Escucho su música desde el día que nací y siempre me asombró su libertad, su flexibilidad, su originalidad, su intensidad, su valentía y, sobre todo, la profundidad, la calidez, la fuerza, la vulnerabilidad y el sentimiento de su sonido.
Joshua recuerda cuando era un estudiante de Abogacía en California, donde vivía con su madre, la bailarina y bibliotecaria Renee Shedroff. Había elegido una carrera académica que pensaba sería su vida, hasta que su afición por la música se convirtió en prioridad y lo tentaron otros caminos. “Después de graduarme de la universidad, me mudé a Nueva York. Allí, durante mis primeros años, tuve la oportunidad de tocar y hacer giras regularmente con mi padre. Fue una experiencia increíblemente intimidante pero también inspiradora. Fue una lección de humildad pararme junto a él y luego tener que hacer un solo después de él, noche tras noche tras noche. Su sonido era tan conmovedor y profundo que todo lo demás parecía pequeño e intrascendente en comparación”, rememora el músico. “Gradualmente pude absorber solo un poco de lo que él sacaba de adentro y esa fue una educación invaluable. Y también la forma de construir una relación con él de la manera más natural y lógica: a través de la música”, agrega.
-En el Mendoza Sax Fest también ofrecerás tres Masterclasses. ¿Qué crees que es fundamental transmitir a un estudiante de jazz?
-Realmente no tengo ningún plan como “maestro” ¡Todavía me considero un estudiante! No siento que realmente haya descubierto nada, más bien estoy siempre haciendo preguntas, de las que no tengo las respuestas. Ni siquiera me importa el término “Masterclass”, porque no soy un “maestro” y no doy “clases”. Pero sí veo que situaciones como estas son buenas oportunidades para conocer músicos, tener una conversación y quizás también compartir las experiencias que he tenido durante más de treinta años de hacer esto en serio. Te repito: no sé muy bien lo que estoy haciendo, ¡pero lo hago desde hace mucho tiempo!