Me encuentro leyendo un comunicado de Unicef, donde se plantea que “La policrisis dificulta la lucha para poner fin al matrimonio infantil”(*). Es una lectura que me despierta más interrogantes que certezas, quizá por el ruido que suelen hacerme este tipo de publicaciones y su mirada occidental, por ahí hasta con un sesgo de país anglosajón, invisibilizando los matices. Precisamente observo que en esta publicación queda invisibilizado cuánto influye sobre la problemática del matrimonio infantil el contexto socioeconómico en el que ocurre, y no debe ser pasado únicamente por el tamiz del Covid-19 como factor de aumento de la pobreza. ¿Que con la pandemia se empeoraron o se agravaron situaciones de violencia y de desprotección de las infancias? Sí, por supuesto, pero mayormente por una cuestión de falta de políticas de protección a la población, no necesariamente porque la gente se trastornó más y, si se trastornó más, es de nuevo por falta de enfoques comunitarios o de enfoques sanitarios.

Me parece que estamos ante una simplificación de la mirada, sobre todo porque a veces desde nuestra occidentalidad nos metemos en ciertas tradiciones como elefante en un bazar. Por ejemplo, en alguna época, una Ong occidental se compadecía de las mujeres de una región del Africa, que debían recorrer kilómetros para buscar agua para sus familias. Esta Ong invirtió fondos para instalar sistemas de agua corriente en todas las casas del área afectada. Pero surgió el problema de que sus especialistas ignoraron que ese trayecto de horas en la búsqueda de agua, era el único momento en que las mujeres, en su mayoría aisladas por diferentes tipos de violencias, podían encontrarse, acompañarse, hablar, y podían tejer sus propias redes.

Pienso ahora que un eje relacionado con el tema del artículo de Unicef es la propuesta que hizo Naciones Unidas en 2016 y que trabajaba desde 2010, sobre el abordaje a través de una estrategia más integral de todo lo que tiene que ver con malos tratos a las infancias, reconociendo la cuestión multicausal del maltrato o la desprotección infantil. Multicausal en el sentido de que hay factores individuales, familiares, comunitarios y factores sociales involucrados, condición central para las estrategias de prevención y de abordaje.

En lo que hace al matrimonio infantil, tal como plasma el comunicado, me pregunto a qué se refieren cuando dicen que América Latina va en camino de ocupar el segundo puesto en el volumen de este tipo de uniones. ¿Se refieren a que se trata de arreglos entre familias en las que, por una cuestión tradicional, llegan a estos acuerdos frente a situaciones de mucha carencia económica? Y ahí, esta mirada occidental sobre lo inconveniente del matrimonio infantil, en lo que estoy totalmente de acuerdo, se queda mirando un solo punto, porque no se pregunta cuánto influye el orden socioeconómico para que determinados países vivan de determinadas maneras, que no puedan acceder a niveles de vida aceptables. Entonces me pregunto qué pasa con la redistribución de los ingresos.

Hace unos años visité un centro en la ciudad de Amman, en Jordania, para niñas víctimas de maltrato general, fundado por la reina, y la directora del área administrativa, una mujer inglesa, que me preguntaba si todas las niñas víctimas de abuso sexual necesitaban recibir tratamiento psicoterapéutico. Parecía una cuestión de perogrullo, pero le respondí sobre la importancia de brindar tratamiento. Y me explicó que lo preguntaba porque tener en esa región un centro de atención a niñas víctimas de abuso sexual implicaba estigmatizarlas, y después tendrían dificultades en la comunidad. En otro caso, también de un programa con el que trabajé en un municipio pequeño del País Vasco, donde todo el pueblo se conocía, pusimos un centro de atención a niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual, y las trabajadoras sociales nos sugirieron llevarlo adelante como una actividad dentro de una institución educativa, donde se dictaban otros cursos y justificaba que entraran y salieran chicas y chicos todo el tiempo, para evitar la estigmatización. Con lo cual quiero decir que hay cuestiones de cada grupo social que deben tenerse muy en cuenta para tratar de entender y para hallar las mejores estrategias para modificar esas pautas culturales, siempre con la cuestión socioeconómica en el centro.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone una estrategia sobre siete ejes diferentes para que los gobiernos, la sociedad civil y las comunidades trabajen articulados para prevenir y combatir las violencias contra las infancias y lxs adolescentes. Es una visión que refuerza las condiciones garantizadas por la Convención sobre los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. Obliga a los estados parte a adoptar las medidas legislativas, administrativas, sociales y educacionales apropiadas para proteger a niñas, niños y adolescentes de todas formas de violencia mientras estén al cuidado de sus madres, padres, tutores legales o cualquier otra persona que lxs atienda, al tiempo que manifiesta la necesidad urgente de afrontar la enorme carga social y de salud pública que generan las violencias contra las infancias. Con las crisis sucesivas, no van a poder cumplirse los objetivos con miras a 2030. ¿De qué manera debería visibilizarse entonces esta problemática?

Esos ejes que promueve el organismo tienen que ver con aplicación y vigilancia del cumplimiento de las leyes, trabajar sobre normas y valores, y acá entraría el matrimonio infantil, la creación de entornos seguros, el apoyo a madres, padres y a cuidadores, políticas que mejoren los ingresos y fortalezcan económicamente a las familias, creación de servicios de respuesta y apoyo, y recursos para la educación y para adquirir habilidades para la vida, con coordinación y seguimiento multisectorial, lo que significa estrategias de articulación de las políticas gubernamentales, con la participación de la sociedad civil y las comunidades.

Pensando la situación en la Argentina, donde contamos con una excelente legislación, nos falta sin embargo una articulación del sistema de protección y capacitar a lxs actores. Sabemos que con la legislación no es suficiente: debemos contar con un sistema de detección eficaz, con una buena red de servicios y de recursos para ofrecer a víctimas y familias, y una red de tratamiento para la reparación de los efectos que tiene la violencia, todo esto con articulación, que hoy es realmente una falencia importante. Hay esfuerzos interesantes, sin duda, pero no están articulados.

(*) https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/policrisis-mundial-dificulta-lucha-para-poner-fin-matrimonio-infantil

*Psiquiatra infantojuvenil y psicóloga clínica. Experta en abuso y maltrato infantil