Es de día y Michael J. Fox se levanta en una habitación de hotel en Florida luego de una extensa jornada de rodaje y una noche de parranda. Está en la cima de la popularidad, el mundo yace a sus pies y, con apenas veintinueve años, las posibilidades a futuro son infinitas. Pero esa mañana le tiene reservada una desagradable sorpresa, mucho peor que el dolor de cabeza provocado por la resaca: su dedo meñique comienza a temblar de manera descontrolada y no hay manera de detener los movimientos. Es el primer síntoma de una afección degenerativa que en breve será confirmada por los especialistas: Parkinson. Así comienza Still: una película sobre Michael J. Fox, el documental de Davis Guggenheim que este viernes tendrá su estreno en la plataforma Apple TV+. No es una escena inventada por un grupo de guionistas: la situación la describe con lujo de detalles el propio Fox en uno de los cuatro libros de su autoría, escritos luego de que su condición fuera reconocida en público en 1998, siete años después de ser diagnosticada por primera vez.
El largo viaje profesional y personal de Fox, nacido en Edmonton, Alberta en 1961, es el núcleo del nuevo largometraje de Guggenheim, el director de títulos como Una verdad incómoda, que se centraba en la campaña de Al Gore para alertar sobre el calentamiento global, y El me nombró Malala, sobre la activista paquistaní perseguida por los talibanes Malala Yousafzai, entre otros documentales recientes de alto perfil. Conformada por una serie de conversaciones íntimas entre el realizador y el ex actor, momentos cotidianos junto a su esposa e hijos y una enorme cantidad de escenas de films y series de televisión protagonizadas a lo largo de toda su carrera, Still –cuyo irónico título podría traducirse como “Quieto”– describe los inicios como niño estrella en la televisión canadiense, el gran salto a la fama con la sitcom Lazos de familia, el boom en Hollywood post Volver al futuro y el comienzo del final de su carrera, cuando la enfermedad aún era manejable en términos físicos y mentales.
Guggenheim y Fox ofrecieron una entrevista virtual para un puñado de medios internacionales, de la cual participó Página/12. Sentados lado a lado, respondieron a las preguntas con un gran sentido del humor. Un humor que también está presente en la película, más allá de los momentos más duros de la historia de vida del protagonista. “Aquellos que vean el documental se van a encontrar con escenas de muchas películas y series protagonizadas por Michael. Las utilizamos para ilustrar momentos específicos de su vida, como cuando conoció a Tracy Pollan, su esposa”, abre el juego Guggenheim. Lo cierto es que Still no acumula escenas por el simple hecho de hacerlo, sino que relaciona instancias personales de Fox con diálogos y situaciones puntuales de sus creaciones en pantalla. Ya avanzada la historia, en un momento particularmente emotivo, recopila planos en los cuales el actor se empeña en ocultar de diversas maneras el movimiento involuntario cada vez más evidente de una de sus manos. Eran también los años en los cuales, lejos de las cámaras, el alcoholismo se había transformado en una vía de escape que le permitía sobrellevar el impacto de su condición.
“Varias de esas ideas”, continúa Guggenheim, “surgieron de Michael Harte, el montajista. Me interesaba el desafío de hacer un documental que se sintiera como una película de los años 80. Algo grande, divertido, con buena música. Creo que Still es un viaje salvaje, un documental diferente que, además de contar la historia de Michael, intenta reconstruir qué se sentía al ver esas películas en aquel entonces”. Michael J. Fox se suma a la conversación y afirma que “a Davis le interesaba mucho esa primera etapa de mi carrera, porque no comenzó todo a los dieciocho años, sino cuando era realmente un niño. Una época en la cual no tenía sentido de los límites, de la modulación, ni parámetros con los cuales guiarme. Simplemente salí al mundo y eso continuó siendo así durante un tiempo, con diversos grados de energía”.
-¿Qué aprendió de Michael durante el proceso de realización de la película y qué quiso transmitir con el documental?
D. G.: -No me gusta hablar del “mensaje” de una película. Creo que cada espectador decidirá qué significa para él o para ella. Cuando hablé con Michael por primera vez me di cuenta de que él era un libro abierto. Pero ya en ese momento me pidió algo importante respecto del documental: que no hubiera violines. Hay muchas películas sobre personas que deben lidiar con problemas graves e importantes, y en muchos casos las historias descansan mucho en el sentimiento de piedad. Pero ese no es Michael. Esa no es la manera en la que vive, ese no es el mensaje de sus libros, y tampoco lo es el de esta película. Creo que es un documental con mucha alegría. Así que no, no hay violines. Es que su optimismo es algo increíble y eso está en la película: tuvo tantas caídas y dolores, pero su actitud siempre ha sido ver el lado luminoso de las cosas. Y eso es contagioso. También aprendí de él a no tomarme a mí mismo demasiado en serio.
-Michael fue siempre abierto respecto de su condición. ¿Hubo algo que decidieron no explorar en la película o que les generó alguna duda?
M. J. F.: -Creo que no, aunque cuando vi la película terminada por primera vez sentí una especie de shock. Realmente no soy consciente de cómo me veo, especialmente cuando mi rostro se queda en blanco. No es que me moleste. Cuando las veo siento que hay algo catártico en algunas escenas, en particular cuando hay primeros planos. La cámara filmaba todo el tiempo y no fui consciente de todo lo que se registró hasta ver la película. Para que Still fuera el film que es tuve que dejar que Davis fuera el realizador que es, dejarlo filmar todo lo que quería. No hay nada inventado en la película, es mi vida.
-Hay un balance constante con el humor, incluso cuando hay situaciones serias o tristes.
D.G.: -Michael es muy gracioso, esa es la verdad. Leí su libro durante la pandemia, una época bastante opresiva y deprimente. Una de las primeras conversaciones que tuvimos derivó en momentos en los cuales no podíamos evitar reírnos. Creo que la risa revela algo profundo.
M.J.F.: -Usualmente, en cualquier situación de la vida, me pongo a pensar en cuál es la parte divertida. Incluso en momentos tristes o trágicos. Hay algo gratificante en encontrar ese ángulo, que es algo universalmente humano. Desde joven encontré muy positivo hacer reír a la gente, generar endorfinas. Es algo poderoso.
D.G.: -Alguna gente confunde lo gracioso con algo superficial, o incluso con la burla. Pero los momentos graciosos de la película, los chistes, dicen algo profundo, que no podrían decirse de manera seria.
M. J. F.: -Lo que más me afecta al ver la película no es la tragedia, el conflicto, la lucha, sino el ver a mi familia. Son gente buena y divertida que me mantiene vivo, conectado. Mi relación con ellos está basada en la honestidad respecto de lo que me viene pasando desde hace más de dos décadas. El único momento en el cual sienten lástima por mí es cuando no puedo usar bien el iPhone.
-¿El guion estuvo muy elaborado de antemano o hubo cosas que fueron sumándose a la película durante el rodaje?
D.G.: -Muchos documentales comienzan a filmarse con prácticamente nada preparado de antemano, pero aquí teníamos los cuatro libros escritos por Michael. Dos de ellos fueron particularmente relevantes para la película. Así que ya teníamos esas “escenas” de la vida de Michael, bellamente escritas y muy reveladoras, como el comienzo de Still, cuando se levanta en el hotel y su dedo meñique comienza a temblar. Al comenzar la producción tomamos varias de esas escenas escritas por Michael y las dispusimos sobre un tablero, con cierto orden, como si fuera un guion gráfico. Diría que un 70 o un 80 por ciento de la película estaba planeado de antemano, pero lo cierto es que hubo cambios durante el montaje. Además están las secuencias de Michael con su familia, con su fisioterapeuta Ryan y su doctor, todo eso se fue dando de maneras imprevistas. Pero el mapa general nos lo entregó el propio Michael con sus libros.
M. J. F.: -La verdad es que yo tiré las cosas sobre la mesa de forma desordenada y fueron Davis y Michael Harte los que hallaron la manera de ordenarlo todo, de encontrar un camino. Allí radica su genio. La película se basa en los libros pero sigue su propio camino.
-¿Qué proyectos de su carrera le enorgullecen más?
M.J.F.: -Es algo difícil de decir. Sería muy tonto no reconocer que Volver al futuro es un momento seminal en mi vida y mi carrera. Pero creo que lo más importante es destacar a la gente increíble con la cual trabajé. Incluso gente de la cual no reconocí la importancia en su momento. Por ejemplo, John Leguizamo en Pecados de guerra; cuando volví a ver la película mucho tiempo después me di cuenta de eso. El casting completo de Dr. Hollywood. Los directores de fotografía. Como decía un colaborador de Kubrick: me considero un trabajador del cine, alguien que trabaja en el cine. Ojalá me pudiera acordar del nombre de ese colaborador (risas).