A María le costó mucho llamar “trabajo” las tareas de cuidado que realizó la mayor parte de su vida y que hoy día continúa realizando. Se casó a los 22, un año después tuvo a su primer hijo, Claudio. Mientras su esposo, Domingo, trabajaba de albañil, ella criaba al niño y se encargaba de las tareas del hogar. Hasta ahí podemos decir que la cosa venía medianamente tranquila pero nueve años después llegaron las mellizas. Si ya es difícil criar y además encargarse de un hogar ¿Se imaginan teniendo mellizas? y les digo más ¿Se imaginan llevar adelante todo ese trabajo sin ninguna red de apoyo?
Una joven María abandonó su Calabria natal y llegó a Argentina cuando tenía 20 años, donde la esperaba su hermana que había llegado cinco años atrás. No contaba con amigas o familiares que podían ayudarla con la crianza, para cuando llegaron las mellizas sus suegrxs estaban muy mayores como para encargarse del cuidado de bebés. María afrontó las crianzas en soledad. A veces cuando no daba abasto, Claudio, que recordemos tenía nueve años, solía cambiarle los pañales a las mellis y en más de una oportunidad tuvo que abandonar el fulbito con los pibes porque su mamá necesitaba que se quedara para ayudarla.
María se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para adelantar tareas mientras las mellizas dormían, para ese entonces a Claudio no le quedó otra que prepararse su propio desayuno y ponerse a punto solo para ir a la escuela. En verano Domingo salía a las cinco de la mañana y volvía a las seis de tarde, era el único que tenía un trabajo remunerado en la familia y juntar plata para alimentar todas esas bocas no era nada sencillo. Maria preparaba la comida, ordenaba y limpiaba la casa, hacía las compras o a veces las hacía Claudio. También lavaba pañales, ropa y daba la teta, todo eso multiplicado por dos. A fines de los 80 los pañales descartables salían muy caros, no había presupuesto para eso, ni tenian lavarropas automático. María hacía la cena, bañaba a las mellis y a las 12 de la noche seguía lavando pañales, dormía menos de 4 horas y el día volvía a empezar.
Por esos años, nada se cuestionaba lo que nos hace pensar qué importante es la revolución cultural que los feminismos están dando para demostrar que, como dijo la filósofa y escritora Silvia Federicci, “eso que llaman amor es trabajo no pago”. Esas tareas que históricamente realizan las mujeres y que es funcional al sistema capitalista sin reconocerlas. Ese trabajo que tuvo que hacer María, mi madre, ese trabajo que, según datos oficiales publicados en 2020 por el Ministerio de Economía representa el 16% del PBI en Argentina. Si se incorporaran las horas de trabajo doméstico no remunerado a la medición del Producto Bruto Interno, pasaría a ser la actividad más importante, por encima de la industria y el comercio.
“El Trabajo Doméstico No Remunerado es lo que permite que las personas se alimenten, vean sus necesidades de cuidados satisfechas, cuenten con un hogar habitable, y puedan participar en el mercado laboral, estudiar o disfrutar del ocio. La distribución de este trabajo es extremadamente desigual. Nueve de cada 10 mujeres realizan estas tareas y le significan en promedio 6,4 horas diarias”, explica la economista Cami Barón. Esto genera un empobrecimiento de aquellas personas que se encargan de estas tareas porque limita su desarrollo personal, profesional y laboral, o sus posibilidades de participar en ámbitos políticos y sindicales, aumentando las brechas salariales, laborales y de participación.
Parte de esa tarea de concientización para empezar a desarmar el discurso que sostiene el sistema patriarcal y llamar a las cosas por su nombre, es lo que logra la serie “Las tareas”, dirigida por Victoria Andino, con guión de Florencia Tundis. Se trata de ocho capítulos donde se muestra la vida de diferentes personajes que deben resolver tareas domésticas y de cuidado, remunerado y no remunerado, poniendo en evidencia la tensión existente entre la vida privada y la pública, la construcción histórica de los roles de género y cómo este funcionamiento impacta en la economía.
Victoria Adino estudió cine en la Escuela Nacional de Cine, trabajó en la industria como asistente de dirección y directora casting, dirigió sus propios cortometrajes y luego del éxito de Las Tareas está desarrollando su primera ficción, a la par con su equipo continúa trabajando en la segunda parte de la serie.
"Las tareas" no sólo complejiza las formas de entender el trabajo doméstico y de cuidados remunerado y no remunerado, sino que también refleja las múltiples formas en las que se presenta en la sociedad, así como también las necesidades que plantean las distintas realidades sociales: el cuidado en la infancia, en la tercera edad, en la discapacidad, en familias monoxarentales, en familias elegidas cuando la de sangre produce expulsión, amas de casas, empleadas de casas particulares y el la necesidad de entender al cuidado como un derecho humano.
La tarea de cambiar cabezas
“Las tareas” es una serie que exhibe de manera fiel la realidad que viven las personas que cuidan, se mete en los hogares, es un cross en la mandíbula para aquellxs, sobre todo varones, que tienen el privilegio de no tener que ocupar esos lugares y que creen que todavía debe mantenerse una división sexual del trabajo donde el destino y fin último de la mujer sea realizar tareas reproductivas y de cuidado. Pero también se trata de cambiar esas cabezas que fueron programadas con el chip de la mujer que debe esperar al marido con la comida lista y les pibes bañades, “un poco, tal vez, lo mal acostumbré por mi forma de querer hacer todo yo”, dice sobre su compañero una de las protagonistas de la serie.
Este trabajo audiovisual hace un racconto de cómo se construyó históricamente esa separación entre la esfera privada, la esfera pública, lo que es y lo que no es trabajo, quienes debían realizar esas tareas y quienes no, cómo se justificó y cómo se sostuvo durante años ese sistema apoyado en voces interdisciplinarias: filósofas, neurobiólogas, economistas. “Hoy en día tenemos dentro de nuestra organización social y de nuestro sentido común un residuo muy marcado que aun cuando las mujeres trabajen fuera de su casa, dentro de la casa siguen siendo las encargadas de realizar ese mismo tipo de tareas”, explica en la serie Danila Suarez Tomé, doctora en filosofía.
“Muchas veces me preguntan si hay instinto maternal o hay una capacidad innata en la mujer que la haga mejor para las tareas de cuidado que un varón y en realidad, si pensamos que estamos inscriptos en un orden simbólico y ese orden simbólico de alguna manera se incorpora en el cerebro, en el mundo en el que nos incorporamos tenemos lenguaje, expectativas sociales y estereotipo de género y no es lo mismo para un cerebro que lo incentiven y le compren legos para jugar y una pelota donde se domina el espacio y desarrolle capacidades visoespaciales que, que te regalen un muñeco para cuidar, no es igual, no es lo mismo y el cerebro se va desarrollando de forma diferente. Afortunadamente hoy a las nenas le regalan legos, pero al revés no, es muy infrecuente que a un varón le regalen un bebote”, argumenta la doctora en neurobiología Florencia Labombarda.
"Las tareas" surgió de un proyecto de investigación que venía realizando Victoria sobre una revisión histórica de la domesticidad en Argentina y las discusiones de la agenda feminista. En un taller virtual de guión durante la pandemia se encontró con Maria Eugenia Lombardi, productora de la serie, ambas dando la teta. Se hicieron amigas, empezaron a problematizar el tema de los cuidados y a pensar qué lenguaje sería el que les permitiera llegar mejor a otras pantallas y que no solo sea un material que circule entre convencides.
Además de historias de vida querían contrastar con datos duros y estadíticas que den cuenta de esa desigualdad histórica que hace que las tareas domésticas y de cuidado sean tareas feminizadas. Ese fue el gran trabajo que aportó Florencia Tundis de Ecofeminita. Entre las tres crearon un producto audiovisual que incluye datos científicos, estudios de la economía local e historias de vida, plurales, variadas. Una serie que alumbra un mundo que nunca antes se había abordado con semejante profundidad y mucho menos en la televisión argentina.
El gran envión llegó cuando ganaron el concurso Renacer Cultura, un fondo de desarrollo de series, documentales y ficciones nacionales. “Nosotras sentíamos una gran responsabilidad de llevar adelante este proyecto porque era poner en pantalla temas que, referentes de distintas líneas del feminismo, venían trabajando hace muchísimo tiempo desde distintos lugares. Lo que nos pasó fue que de repente, a partir de las historias y el cruce de temas, se nos apareció la imagen de una mamushka sin fin. Es esa sensación de que una problemática te lleva a otra y es en ese punto donde te das cuenta que hablar de tareas domésticas y de cuidado es hablar de muchas más cosas de las que creemos, es hablar de cómo vivimos y cómo queremos vivir. Para nosotras la serie primero se trataba de visibilizar las tareas pero después fue mucho más allá”, cuenta Victoria.
¿Cómo lograron retratar la cotidianidad de las personas de manera tan fiel?
- Seleccionamos casos ya conocíamos que podían ir, también hicimos una convocatoria abierta en redes sociales y en grupos de whatsapp de amigas y militancias diciendo "vamos a contar esto, si te sentís identificada o identificado con alguno de estos perfiles y querés contar tu historia escribirnos". Respondió un montón de gente y empezamos a entrevistar durante meses a muchas personas, nos contaron sus historias con un nivel de apertura que no podíamos creer. Toda la serie se filmó en las casas de las personas que prestaron su testimonio. Diseñamos un equipo de filmación muy chico para poder entrar y todas mujeres, eso fue una decisión, es una marca de la serie. Nos encontramos con unas increíbles ganas de contar de todas las personas y mucha sinceridad, eso hizo que sea fácil contar sus historias.
¿Qué historias te impactaron más?
- Creo que el capítulo de discapacidad fue muy clave para muchas de nosotras, no conocíamos tanto del tema, la mamá de una de nuestras primeras montajistas, durante toda su vida tuvo que hacerse cargo de la hermana que estaba con dificultades, a ella le consultamos mucho sobre dónde hacer los cortes o le pedíamos su opinión de las escenas, trabajamos de manera colaborativa. La problemática de discapacidad era tan grande que por eso le dedicamos un capítulo entero.
En la serie tocan un tema del que poco se habla que es la construcción de familias que no son de sangre y que son elegidas ¿Con que se encontraron?
- El cuidado en la vejez trans o incluso en la adolescencia trans es un segmento complejo, es necesario dimensionar eso, darle nombre. Cuando vos no tenés una familia y tu familia son tus amigas, amigues o tu pareja que no tiene un papel pero es la persona que está en tu red de cuidado hay que entender la importancia de esa persona, no solamente es la persona que está ahí porque está con vos, quizás está con vos cuando estás en la enfermedad, cuando necesitas comer, en un montón de momentos de la vida y que no tiene nombre, dimensión, nomenclatura, no se piensa desde ese lugar, se piensan solamente en madre, padre, la relación familiar. Hay que pensar no solo en la dimensión de los cuidados como obligaciones, sino también cómo queremos pensar este mundo, falta mucho para nombrar y entender eso.
Justamente en ese sentido ¿Cómo podemos explicar la importancia de los cuidados?
- Creemos que hay un momento donde dejamos de necesitar cuidado, pero en realidad, el cuidado es lo que se sostiene toda la vida, todo el tiempo, en diferentes dimensiones. Es importante para mí también trasladar esta inquietud a los varones porque por más que ellos no ejerzan o crean que no ejerzan cuidados, en algún momento de la vida necesiten de eso. Claramente está concentrado en determinados grupos pero, en realidad, si no lo empezamos a dimensionar como sociedad es como si fuera un problema que está por fuera de nosotros mismos y, en realidad, es un problema intrínseco al ser humano y a la sociedad.
Les quedó algún tema fuera de la serie?
- Si, nos quedó afuera lo comunitario, es un tema que lo tocamos un poco a través del jardín de La Matanza y cuando hablamos con Luli de los cuidados en la comunidad trans. Hay un sistema de cuidados que justamente no está atravesado por un familiar. En las organizaciones sociales hay un nivel de organización del cuidado gigantesco, desde proveer la alimentación, ayudar con trámites, con la salud y hasta incluso gestionar vivienda colectivas y comunitarias. Nos hubiera encantado profundizar en eso y lo estamos pensando para otro proyecto, que puede ser una nueva temporada u otro formato. Otro tema que nos quedó afuera es lo territorial. Nosotras hacemos un corte que tiene que ver con las tensiones entre las capitales y los conurbanos que son replicables en cualquier provincia del país que tenga esa forma de ciudad y conurbano, pero no es lo mismo la dinámica del cuidado en medio de la montaña o en el campo donde la familia es la familia nuclear y hay una sola sala de salud o hay que hacer dos horas a caballo para ir a la escuela. La reflexión sobre lo que es la arquitectura o la organización feminista de la sociedad del cuidado en las ciudades hoy no está pensada así, que las calles estén transitables para las personas con discapacidad o por ejemplo, que los colegios tengan un espacio anexo donde la persona que lleva a alguien al la escuela, pueda hacer en ese mismo lugar algún taller o capacitación. No existe ningún lugar cercano en el territorio para poder ejercer ese tiempo donde vos tenés libre cuando el cuidado está a cargo de la escuela.
“Las tareas” hoy se puede ver en la plataforma contar, el paso por la tele generó una buena repercusión, se transmitió por canal Encuentro y las creadoras recibieron consultas para pasarla en escuelas, sindicatos, comedores y clubes. Se convirtió en un material de consulta de diversos espacios donde cada uno elige el capítulo que más se acerca a la realidad que viven.
Cuidar y recibir cuidados
A un año de la presentación del proyecto de Ley Cuidar en Igualdad, sigue sin ser tratado ni siquiera en comisiones, el paso previo y necesario para tener luego un tratamiento en el Congreso. Este proyecto busca redistribuir las tareas de cuidado de forma equitativa para mejorar la vida de las personas que cuidan, que son cuidadas o que quieren cuidar. Apunta a ampliar las licencias por xaternidad y adopción y establecer un sistema integral de cuidados para evitar que estas tareas recaigan siempre sobre las mujeres.
Este sistema posee la función de registrar, reconocer y remunerar los cuidados comunitarios, el cuidado de las personas mayores y construir espacios para cuidar. También propone un sistema de cuidadores en domicilio para personas mayores dentro del Plan Médico Obligatorio y compromete el 8,5 por ciento del presupuesto del Ministerio de Obras Públicas de la Nación para ampliar la construcción de centros de desarrollo infantil, jardines de infantes, residencias para personas mayores y centros de día. Además plantea el cuidado como un derecho, una necesidad y un trabajo.
Consultada por Las12, Paulina Calderon, secretaria de políticas de igualdad y diversidad del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad reflexiona sobre la demora en el tratamiento del proyecto Cuidar en igualdad: “Pienso que el reconocimiento de los trabajos de cuidados todavía implica un gran desafío en nuestras sociedades. El proyecto de esta normativa es complejo –e incómodo- porque implica la creación de un sistema integral de cuidados y el diseño de políticas públicas destinadas a generar cambios profundos en nuestras sociedades. La sanción de cuidar en igualdad nos llevaría a disputar nociones de la economía tradicional para reconocer a aquellas personas que anteriormente se encontraban en la categoría de ‘económicamente inactivas’. También, implicaría plantear dinámicas de crianza en corresponsabilidad.”
Como personas inmersas en una sociedad machista y patriarcal podemos preguntarnos qué hacer para seguir mostrando que eso que llaman amor es trabajo no pago, en ese sentido Calderon asegura: “Debemos concientizar sobre el tiempo que implica realizar trabajos de cuidado. Somos las mujeres y las diversidades quienes padecemos el empobrecimiento del tiempo, que a su vez se traduce en empobrecimiento económico. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres realizan la mayor parte de los trabajos de cuidado no remunerados. Las mujeres dedican, en promedio, 3, 2 veces más horas que los varones: 4 horas y 25 minutos por día, frente a 1 hora y 23 minutos en el caso de los varones. En el curso de un año, esto representa un total de 201 días laborables (sobre la base de una jornada laboral de 8 horas) en el caso de las mujeres y de 63 días laborables, en el de los varones. De forma reciente, tuvimos un aprendizaje sobre este tema con la pandemia, que no sólo profundizó la desigualdad de género, sino que evidenció la desigualdad en la organización del cuidado, y la relevancia de los cuidados para la sostenibilidad de la vida y las economías de la región.”