El “Informe sobre la salud mental del niño”, publicado recientemente por el Consejo Superior de la Niñez y la Adolescencia (Francia), en diez puntos, enumera las acciones a tomar en respuesta a las preguntas planteadas: contenido inapropiado, videojuegos, ofertas para jóvenes, consumo de pantalla – pantallas activas / pantallas pasivas –, inteligencia artificial, algoritmos y plataformas, seguridad de acceso y señalización. Este texto enfatiza la condición de los adolescentes que se sienten en promedio más solos que otras categorías de la población. Este fenómeno puede ocurrir incluso si tiene amigos, compañeros de clase y familiares atentos. Este sentimiento de soledad resultaría más de la dificultad para relacionarse con los demás que del aislamiento físico. Pero las conexiones digitales y las llamadas redes sociales no tienen el mismo efecto subjetivo que las reuniones “presenciales”.
Las redes sociales se utilizan para conectar con nuevas personas o para mantener relaciones existentes, en cuyo caso pueden reducir la sensación de soledad. Pero el momento problemático cuando Internet reemplaza las interacciones sociales fuera de línea es difícilmente evitable. “Si bien la soledad puede tener beneficios como la oportunidad de reflexionar y estimular la creatividad, o alentar a las personas que se sienten aisladas a conectarse con los demás, la situación puede ser problemática cuando la soledad hace que las personas eviten el contacto con los demás". Mencionemos también “la llamada a la vigilancia razonada sobre las tecnologías digitales”, en 2019, de las tres academias combinadas: Instituto de Francia/Academia de Ciencias, Academia Nacional de Medicina, Academia de Tecnología. Pero hoy, ¿pueden los niños y los padres modular, regular esta oleada de imágenes?
Saturación y deseo
En los tiempos en que Jacques Lacan situaba la lógica de la transmisión al niño, dentro de la familia, de la vitalidad tanto como del sentimiento de la vida, estableciendo el significante de la carencia que la preside, desde la falicidad, formuló algunos de los modos de saturación de esta falta, nudo entre el don del amor del Otro, presencia/ausencia en palabras y deseo del sujeto, dentro de las relaciones familiares. Una saturación que puede llegar hasta la angustia.
Hoy, este lugar vacío, necesario para el deseo, está, además, colonizado por los objetos digitales de nuestra civilización: teléfonos móviles, tabletas, computadoras, etc. y las imágenes que emiten, imágenes que se interponen entre el sujeto y el mundo. No más “niño turbulento”. El diagnóstico de Marie-Hélène Brousse, que hacemos nuestro, es inapelable. “Es un hecho, las imágenes ganaron el juego. La imagen se ha hecho cargo. Estos informes, estas llamadas llegan tarde. ¡Veamos también esta nota del Consejo Superior de lo Audiovisual de 2017 que se presta a sonreír en tal contexto! ¡La televisión no es apta para niños menores de tres años!". Lacan, por su parte, vio venir esta civilización de la imagen.
“La explotación del deseo es la gran invención del discurso capitalista, porque debe llamarse por su nombre. Eso, debo decir, es algo realmente exitoso. Que hemos conseguido industrializar el deseo, por fin... No podríamos hacer nada mejor para mantener a la gente callada, ¿eh? ... y además, obtuvimos el resultado.”
Entre los pocos principios que M.-H. Brousse en su texto publicado en el blog del Instituto de los niños, notemos éste, golpeado en la esquina de la experiencia del paso: “Movilizar la ética del deseo, cuya raíz es una marca singular, contra el poder de mimetismo en el que se basa en última instancia la imagen”.
*En Psicoanálisis Lacaniano. 02-05-23. Edita Daniela Proaño.