Entramos en el tramo final de la campaña y el gobierno busca instalar una cortina de humo con el debate sobre corrupción; busca hacer girar la coyuntura hacia la derecha mientras discute, a puertas cerradas, la implementación de un ajuste brutal después de las elecciones.
Sin embargo los trabajadores, los sectores populares, no se dejan engañar: cotidianamente en la calle, en los lugares de trabajo, en las distintas actividades de campaña, vemos cómo se expresa la bronca de amplios sectores contra el macrismo, que conjuntamente con los sondeos de opinión, demuestra que su popularidad decrece. Es que la palabra que recorre la Provincia de Buenos Aires es la preocupación por el empleo.
Al mismo tiempo, muchos de estos sectores no quieren volver al kirchnerismo, con el que hicieron una experiencia de 12 años sin que resuelva los problemas de fondo, y hoy está haciendo una campaña descremada que demuestra que no son una real oposición: que van a dejar pasar las contrarreformas que vienen –laboral, impositiva y jubilatoria–, que buscan acabar con conquistas largamente adquiridas por las y los trabajadores argentinos.
Estamos así ante un fenómeno de vacancia política, de crisis de representatividad, que impone una responsabilidad para la izquierda para constituirse como una verdadera oposición para colaborar en derrotar el ajuste oficialista y abrir otro camino donde la crisis la paguen los empresarios.
En esta campaña el macrismo busca instalar que la única alternativa es el ajuste a los trabajadores, que no hay otro plan posible. Toma la iniciativa y en conjunto con los grandes medios de comunicación, impone como principal tema de debate la corrupción, abordado de manera tramposa, para tapar el desastre de la economía.
La realidad es que el capitalismo y su Estado, la gestión del mismo por kirchneristas antes y macristas hoy, da lugar a negociados espurios y casos de corrupción en ambas fuerzas políticas. Casi podríamos decir que se trata de todo un régimen político marcado por la corrupción. Hay dos lados del mostrador: funcionarios que reciben coimas y empresarios que las pagan, y entre todos estafan al pueblo trabajador.
Mientras tanto en Brasil la crisis política se agudiza. El gobierno ilegítimo de Temer aprobó una reforma laboral que significa un golpe histórico a la clase trabajadora. Este paquete de medidas antiobreras incluye un aumento colosal en la edad jubilatoria, la eliminación de las vacaciones pagas, la extensión de la jornada laboral a 12 horas, entre otras medida de esclavitud laboral.
En este contexto, los grandes empresarios argentinos le piden a Macri imitar la reforma brasilera para “aumentar la competitividad y productividad del país”, y así lograr que venga la prometida “lluvia de inversiones”… Es por eso que, independientemente de si llegara a perder o ganar por poco margen las elecciones, el macrismo parece decidido a ensayar un giro a lo Temer llevando a cabo un duro ataque contra los trabajadores aunque no cuente con la legitimidad suficiente. Busca una “temerización” de la política argentina, un ajuste sin legitimidad, imponer un giro antidemocrático, reaccionario, en la sociedad argentina.
Pero este giro no espera a octubre. El macrismo pasó a la ofensiva y está impulsando una oleada de despidos y suspensiones con el objetivo de amedrentar y disciplinar a la clase trabajadora, para luego avanzar en la reforma laboral: ahí tenemos los casos de Pepsico, de Carboclor y tantos otros.
Frente a este difícil panorama se hace necesario responder con un paro general para derrotar el ajuste. Pero los dirigentes sindicales de la CGT, que son quienes tienen el poder de convocatoria a estas medidas, acuerdan con el macrismo y le dan la espalda a los trabajadores, traicionándolos.
Desde la Izquierda al Frente por el Socialismo opinamos que a este gobierno hay que castigarlo en las urnas desde la izquierda, la única oposición consecuente a Macri, y colaborar para que desde abajo los trabajadores, las mujeres y la juventud comiencen a organizarse para derrotar su ajuste en las calles, el lugar donde podremos poner un freno realmente contundente; las y los diputados que seamos electos por la izquierda tendremos la inmensa responsabilidad de colaborar con estas tareas.
Es por esto que mi candidatura levanta un Plan B: frente a Macri que dice que no hay otro plan, que los de abajo son los que tienen que pagar la crisis, decimos claro: ¡qué paguen los empresarios! Aumento general del salario del 35% indexado por la inflación, prohibición de despidos y suspensiones, estatización bajo control trabajador de toda empresa que vaya al cierre o despida, 82 por ciento móvil para los jubilados, fin de la precarización laboral de la juventud y pase a planta permanente, eliminación del impuesto al trabajo. Que los recursos salgan de impuestos reales a las ganancias, riquezas y grandes propiedades empresarias.
Se trata de una verdadera alternativa para que ganen los trabajadores, las mujeres y la juventud. El 13 de agosto acompañame en la Provincia de Buenos Aires para abrir este camino: el de la construcción de una verdadera oposición a este gobierno de ricos y poderosos.
* Socióloga. Trabajadora no docente. Precandidata a diputada en la provincia de Buenos Aires por Izquierda al Frente por el Socialismo.