Para las locas, gays y feminidades travestis que vivieron la mayor parte de sus existencias durante el siglo XX, frecuentemente, el cine y la televisión fueron espacios privilegiados de activismo y refugio. Así, luchamos por vernos reflejadas en las pantallas grande y chica: mientras aguardábamos imágenes positivas, aunque sea quisimos aparecer en ficciones bajo la figura burlona de la marica, la tenebrosa del vampiro o la maléfica de la asesina…, cualquier cosa, menos la invisibilidad. Ser invisibles era como no existir, ser un fantasma, alguien que no le importa a nadie.

A su vez, las telenovelas, los melodramas y las comedias musicales nos permitieron soñar y evadirnos de la realidad: sufrir como Leonor Benedetto por Pablo Alarcón en Rosa …de lejos, suspirar por galanes como Claudio Levrino en Un mundo de veinte asientos, desear a los musculosos de los peplum, querer que nos besen apasionadamente como Claudio García Satur a Soledad Silveyra en Rolando Rivas, taxista, vivir una historia trágica de amor como la de Arnaldo André y Marilina Ross en Piel naranja

En el ámbito local, quien mejor expresó la relación entre cine y homosexualidad fue Manuel Puig. Desde Toto en La traición de Rita Hayworth (1968) a la Loca Molina en El beso de la mujer araña (1976), en sus novelas el séptimo arte fue el mecanismo de las afeminadas para crearse otros mundos y huir de la injuria social y la discriminación. De manera análoga a Puig, en Diario de un activismo gay cinematográfico. Un registro audiovisual por la conquista de los derechos LGTBIQ+ (UNA Artes Audiovisuales), Gabo Rugiero apela a un estilo intimista y confesional para dar cuenta de las maneras en que la cámara moldeó y cinceló cuerpos y corazones para las comunidades alternativas a la heteronormatividad. Pero, a su vez, nos invita a recorrer su propia autobiografía en imágenes: así asistimos al niño y adolescente insultado por sus compañeros “machitos” a la salida de la escuela; al púber abofeteado por su padre que se va del hogar para no volver; al rubio joven y hermoso que se prostituye para sobrevivir; a la que desenfadada que se traviste para divertir o para levantar chongos; a él/la que inventa performances para dar cuenta de su sexualidad, al que, recurrentemente, como el personaje protagonista en “La Raulito” grita al mundo ¿a quién jodo yo?

Pero, como las experiencias no suelen ser solipsistas, al narrar su vida en películas, Rugiero narra la historia de una generación: la que luchó alternativamente contra la dictadura y contra los estigmas del sida, la que participó de la emblemática cultura under y el Parakultural en la que supieron brillar Batato Barea, Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta, la que recurrió al cine en películas emblemáticas como Otra historia de amor (Ortiz de Zárate, 1986) para afirmar que el no hay nada malo en ser homosexual, sino que, por el contrario es una clase de amor que puede ser bueno, ennoblecedor y brindar una posibilidad de dicha. En este sentido, el autor legó creaciones cinematográficas propias donde volcó sus sentimientos y deseos homoeróticos, acompañó los procesos de ampliación de derechos argentinos en leyes del siglo XXI tales como la ley de matrimonio igualitario o la Ley de Identidad de Género y perdura en sus batallas por la visibilidad de varones trans, entre otras acciones militantes.

Plena de recuerdos personales, pero también de un marco teórico erudito y profuso, Diario de un activismo gay cinematográfico de nuestro legendario “Brujito Maya” es un texto honesto, conmovedor e ineludible para la comunidad LGTBIQ+, un libro con corazón y un breve manual de historia de las luchas del pasado y las que quedan por librar.

Se presenta este viernes 12 de mayo 18, en el Stand 3038-Pabellón Ocre de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Con: Mosquito Sancinetto, Malena Magnasco, Vicky Izquierdo, Anita Ro, Ian Brepe y el autor.