"Me dejo escribir/ soy una mujer fácil para la escritura./ Mis brazos se extienden en el poder de la palabra/ mi boca pronuncia al compás sílabas que emergen del brocal artesano". Con esta declaración de principios abre el poema Caronte y yo, el primero del libro Estirpe del juncal, de la poeta santafesina Olga Suárez, publicada por Ediciones Barnacle. Esta tarde, a las 19.30, se presentará en Interzona cultural El Trocadero (Santiago 989). Habrá lecturas de Cristina Martín y Osvaldo Burgos, una mesa de diálogo con Vicky Lovell y Roberto Retamoso y hasta música, a cargo de Temis Parola y Alejandra Merello.
Poemas que habitan este mundo, donde la memoria y el olvido danzan. "Los cadáveres retornan/ en retroceso/ cuando pronunciamos sus nombres/ cuelgan de nuestras solapas/ palpan estrechos corazones./ De amor, de ese precioso objeto/ no se habla/ por eso bebemos".
En Estirpe del Juncal, la poeta "elabora un minucioso registro de búsqueda e interpelación acerca del amor, el pensamiento y el pasado ("una memoria que nos lleve en la bondad del río"). Inventar y descubrir son sinónimos, según nos elucida la etimología", escribió Alberto Cisnero en la contratapa del libro que se presenta hoy.
Suárez nació en Centeno, y vive en Rosario. Es psicóloga y dicta talleres de filosofía en la escuela primaria. Coordina el ciclo de poesía “Los poetas y la memoria”. Ha publicado: Hoja Blanco, Editorial Los Lanzallamas (2000), El vuelo del quetzal, Ediciones de autor (2004), el CD de poesía Obertura y el libro Oriente, Alción Editora (2016).
Poemas con nombres propios, con dedicatorias, con metáforas filosas que cortan la tersura de las palabras para hacerlas refulgir. "Salto el mundo en un gesto desproporcionado/ de mis pies, caigo en el mapa/ ya atardece, bebes tu café./ Sueño con selvas, aguas ultramarinas/ peces extraños, cavernas bajo el volcán de Lowry/ entre ginebra y ginebra, nunca whisky".
Y también hay una escritura urgente, la que interroga al presente. Como muestra, Non ámbar. "¿Quién incendia su hogar a medianoche?/ No pertenece al conjuro del ámbar/ en esta siesta de los sauces el humo/ reverbera sin volutas amigas/ ni nostalgias pasajeras./ Quien incendia su hogar a medianoche/ no escucha el latido profundo del humedal".