1. La minificción es un acto de indocilidad literaria. Una escritura que se rebela contra la rigidez de los géneros. Esta resistencia es uno de los rasgos, externos, si se quiere que la emparentan con la poesía, pero además, el pathos de verdad que aqueja a la novela, por ejemplo, no abate a la minificción que está más próxima a la expansión simbólica, polisémica de la palabra y así, bajo un aparente prosaísmo, la poesía se metamorfosea en relato brevísimo:
El círculo se va a cerrar, por Ana María Mopty de Kiorcheff (Tucumán)
Abren el vientre del charco los vehículos que pasan por la esquina. Sin proponérselo, cada uno se lleva: consuelo de perros vagabundos, noche resguardada, estrellas, rocío.
2. La minificción es una escritura anti-institucional porque además atenta contra la página. El editor duda si es apropiado “desperdiciar” tanto papel, si no se profanan las leyes del aprovechamiento del espacio al dedicar una carilla completa a un mosaico de escasas palabras. Pero la minificción demuestra que la literatura no es un producto que se vende al peso, como las manzanas:
Las mujeres en la isla de Pascua, por Hen Girondo (Jujuy, Córdoba).
Una amazona griega o brasilera, no sé bien, sembró en otra amazona lo siguiente:
-¿Sabés por qué solo hay un Moai femenino entre las miles de estatuas de Rapa Nui? Porque es un travesti.
Luego ambas se abrazaron, afilaron los cuchillos y descubrieron sus pechos.
3. La minificción es la matriz donde se teje el signo poético, donde no hay lugar para la sucesión incontenible de acontecimientos ni para el uso excesivo de palabras. La escritura breve economiza lenguaje para expandir significados. Los hilos del texto entretejen una caja de resonancia cuyo eco perdura en la memoria del lector y expande sentido:
Los piqueteros pálidos, por Jorge Ariel Madrazo (Buenos Aires)
Aquel día, un grupo de muertos argentinos (quiénes si no) resolvió protestar; entendían que la cosa era injusta, y algo de razón tenían. A más de la carta documento al jefe del Más Allá se lanzaron a bloquear nubes celestiales y vereditas de rescoldos humeantes; apoyados por el gremio de camioneros fallecidos armaron tal despiporre que el Supremo y Satán, ambos a una, debieron negociar: cada año, un grupo selecto de estos muertos made in Argentina vuelven por una semana al terruño. ¿No alcanzó a verlos, esos tipos y minas más bien paliduchos a los que todo, aquí abajo, les parece una maravilla y hasta hablan bien del país?
4. Decimos que la minificción condensa prosa y poesía porque si bien admite la narración de un hecho, como un cuento o un relato, esta mínima estructura no se ocupa del envoltorio del suceso, no describe la epidermis de la acción sino que la aborda desde sus vasos linfáticos, desde el mismo corazón:
La escondida, por Germán Gómez (Rosario)
La niña y su hermano jugaban a la escondida. El padre clavaba sus ojos en la faldita roja que iba y venía por toda la casa mientras terminaba su cartón de vino. La niña, sin darse cuenta, se metió en la puerta prohibida. El padre a los tumbos la alcanzó. El pasador corrió sin resistencia y sonó fuerte, se deslizó de la misma manera que el cierre de su bragueta. El hermano menor, que los vio entrar, entendió que ya no podría hacer la pica y que el juego había terminado.
5. Otro punto de contacto entre la minificción y el poema es la posibilidad de dinamitar la sintaxis, de prescindir de las convenciones gramaticales en pos de la significación, dado que la minificción es una escritura de alto impacto porque, como la poesía, libera zonas inéditas de la comunicación literaria:
Plan Cóndor, por Cari Méndez (Rosario)
América arrabal ámbar/azul. América, alondra arisca. Amasa arenas áridas de amapolas aciagas. Atenta a los álamos acude al asombro. Asustada, aprueba ataques que amputan, que arden, que apenan.
Antigua araucaria que asciende, alta atalaya arrogante. No te alabearán, agudiza la astucia. Aturde aleteo de arpías, asquea el armisticio. Albión acecha con sus antiguos arietes.
6. Dada la correspondencia entre el texto y el lector, este nuevo formato de escritura nos permite comprender que hay muchas cosas que ya no es necesario sean dichas. Esto sería, en palabras de Voloshinov, “una amplia plataforma de sobreentendidos”, por tanto la brevedad implica una maniobra del silencio. Y el silencio es posible porque la minificción habla de algo que hemos visto, algo que hemos escuchado, algo que hemos supuesto, que hemos leído:
Desacuerdo de San Nicolás. Argentina, por Luis Garavaglia (San Pedro-San Nicolás)
- Che Urquiza, hacete cargo. Vos ganaste en caseros. Te toca ser el Director.
- ¡¿Estamos de acuerdo?!
- ¡Si! -gritaron todos.
La duda se presentó sobre Buenos Aires, a lo que los delegados dijeron que no iba a haber problema, que Rosas ya estaba en Inglaterra y todo estaba bajo control.
Un paisano que trabajaba en la casa y servía a los delegados, le dijo a la cocinera doña Carmen -tatarabuela de este humilde servidor que transcribe la crónica- que la cosa iba a terminar mal.