Si el mundo está hecho una mierda, como dicen tantos jetones, ¿quiénes vendrían a ser los culpables? ¿Yo, señor? Sí, señor. No, señor. Y así vamos llegando a la conclusión de que a este mundo (civilización, para ser más exactos), al igual que a las pirámides, lo hicieron los marcianos. Porque nadie fue. Nadie se hace cargo de nada.

Geoffrey Hinton, el “padrino de la inteligencia artificial”, le puso la última tuerca a su invento y renunció para alertarnos de lo peligroso que era. ¿No te diste cuenta antes, paparulo? ¿Nunca te despertaste en mitad de la noche pensando en que te estabas mandando un macanón?

Lo más gracioso es que este presente está escrito en cientos de libros y películas. Detalles más, detalles menos, ya lo sabíamos. Ya Hal 9000 y Skynet controlaron a las máquinas y rompieron todo. ¿Nadie de los tipos que tienen la manija leyó esos libros? ¿A qué iban al cine, a besarse con la vecinita de al lado? ¿No vieron Terminator?

Eso no es todo. El regreso de la peor derecha en política está en Homeland o en House of Cards. O en 1984, que tiene décadas. ¿Por qué se hacen los sorprendidos ahora? Cómo es posible que ningún dirigente haya pensado: “¿y si esto fuera realidad en un futuro no tan lejano?”. Pero no, era más fácil seguir con las mismas consignas y canciones, que ya no sirven pero tampoco hacen mal.

Ahora hay unos giles clonando mamuts. ¡Mamuts! ¿No viste Jurassic Park, macho? ¿No te enteraste de que después los bichos esos toman el mundo? Y para qué carajo queremos un mamut si la carne debe ser dura como asado de mil pesos. ¿Y qué hacés con tanto pelo? ¿Te ponés una fábrica de almohadas orgánicas y engatusás a los hippies?

Por qué no clonás vacas tiernas y que no salgan una fortuna cuando sean asado. ¿Cuál la próxima piolada? ¿Enseñarle a un mono a hablar y a disparar para que vivamos en vivo y en directo El planeta de los simios? Y después, ¿clonar un Mozart o un Lennon para descubrir que si naciste genial como Mozart pero no el siglo XVIII si no hoy, no vas a escribir La flauta mágica? Eso ya lo explicó Borges en “Pierre Menard”. Lean, paganos…

Y no solamente nadie se hace cargo personalmente de la (supuesta) debacle. Nadie se hace cargo ni siquiera generacionalmente. Nadie dice: “la verdad es que mi generación estaba equivocada en tal y tal cosa”. No, culpan a los políticos y listo, culpa expiada. Son los mismos que compran pescado podrido una y otra vez y nunca se dan cuenta de que el culpable también es el idiota útil que nunca se cuestiona nada.

La misma disculpa idiota la hizo Chris Wetherell, el inventor del botón de retuitear basura sin detenerse a chequear. “¡Ay, de haber sabido lo que iba a causar no lo hubiera hecho?”. Pero lo hiciste, forro. Es más honesto el que genera una guerra y ya sabe que va a morir gente. Al menos no dice: de haber sabido que iba a causar muertes no la hubiera comenzado.

Nadie piensa, por ejemplo, que la culpa de lo que sucede en la inmediatez, en el barrio, en nuestra casa, es nuestra. Que si en tu casa no hay libros y nadie lee es probable que tus hijos te salgan salames. Y que si a eso le sumás los hijos salames del vecino un día tenés un ejército de salames. Es dos más dos…

Nadie se detiene a pensar que si en la casa se escucha música de mierda es probable que sus hijos salgan “sordos” e inmunes a la buena música. ¿Yo, señor? No, señor. Pero si yo no hice nada excepto quejarme y culpar a otro.

Y siguen bastos. Europa está asustada (aterrada sería más correcto) de la inmigración desatada que hay en sus fronteras. ¿Y qué fueron a hacer a África y los alrededores, muchachos? Se llevaron el marfil, los diamantes, el petróleo, y ahora se quejan de que la negrada se les aparezca en sus patios. Pero ustedes no fueron, no.

Y, por último. Nadie parece estar corrigiendo rumbos. Más bien ratifica los que se tomaron hace décadas, y aceleran como si hubiera que chocar contra el fondo del decorado para ver qué hay atrás y quizá así se pueda barajar y dar de nuevo. Las mismas consignas, las mismas peleas, las mismas palabras. Mientras, el mundo se vuelve cada vez más incomprensible y resbaloso.

Esa es la deuda de nuestra civilización en general y de nuestra generación (y un par de las anteriores) en particular. Si las cosas están como están, alguna culpa debemos haber tenido nosotros. Esto no puede entenderse de otra manera. O bien cerramos los ojos porque nos convenía hasta que ya no nos convino más. Ahora, a joderse.

 

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