Es muy fácil responder por cuáles serán los límites de la IA: el Capital seguirá extrayendo plusvalía y seguirá reproduciéndose, las naciones armadas seguirán arruinando a sus colonias, se seguirá masacrando a los pobres y matando a las mujeres, jamás conseguiré que me ames incondicionalmente, jamás lograré entregar mis entrañas, nunca escribiré un poema como Vallejo o Elliot, el poderoso seguirá impune y la Revolución seguirá sin despertar.
No escribiré un best seller ni dejaré de pensar en Argentina, mi domicilio continuará en Madrid y todo en mi vida serán mis hijos y nietos y el marfil de tu piel ausente. Lacan y Deleuze continuarán siendo la verdadera disputa de la izquierda teórica, el psicoanálisis tendrá que sobrevivir a su éxito institucional, los poemas circularán en nuestra secta de escritores - lectores.
Chul Han publicará mañana otro libro, y si toca el fin del mundo nadie lo impedirá. Cristo seguirá sangrando en la cruz eternamente hasta que vuelva con su látigo mesiánico y Moisés atravesará un desierto que desconoce el límite de la liberación por venir.
Aunque se multipliquen todas las potencias virtuales de la Inteligencia artificial y lleguen hasta donde no podemos imaginar con sus algoritmos, aparecerán cada vez más canallas por TV.
El destino de cómo habita el ser hablante en el mundo de la técnica seguirá en juego hasta el final. Y habrá destellos de otro inicio grandísimo.
Por ello, a todos lxs teoricxs que anuncian y describen un gran cambio de época, bienvenidos, pero no olviden a Kurz en el corazón de las tinieblas, interpretado genialmente por Brando en sus últimas palabras: el horror, el horror.
Están cambiando muchas cosas con la IA, pero miren, sientan, lo que todavía sigue allí entre nosotros y en nosotros.