“Silencios llenos de consenso propagandístico contaminan casi todo lo que leemos, vemos y oímos”. Así comienza su largo artículo el legendario periodista australiano John Pilger. Publicado en CTXT, Contexto y Acción, me llamó la atención el título: “Es hora de alzar la voz”, porque en las últimas semanas me encontré diciendo por radio “Hablen, hablen, no dejen de hablar”. Casi como una idea fija.
No es raro. Vengo pensando en eso desde hace mucho tiempo. Mi último libro se llama La lengua suelta, 45 años de contrarrelato. Habla de mi larga marcha por medios periodísticos no hegemónicos, y de los distintos estilos que se cultivaron en diferentes épocas para saltar al intermediario, para comunicarnos a través de complicidades y contra los obstáculos.
Pero La lengua suelta es también un ensayo de Hanif Kureishi, ese escritor británico pakistaní que tanto trabajé en los talleres porque es una voz iluminadora. En ese ensayo, Kureishi analiza la relación entre los lenguajes dominantes y su objetivo: atar las lenguas de los dominados, sacarles sus palabras, corroer sus sentidos, invadirles su resonancia, bloquearlos.
El veterano Pilger, que compartió algunas copas con Martha Gellhorn, una de las fotoperiodistas más célebres del siglo XX, recuerda que en 1935 se hizo en Nueva York el Congreso de escritores estadounidenses y dos años más tarde, el segundo. Arthur Miller, Myra Page, Lilian Hellman y Dashiel Hammet dijeron que estaban alertas porque el fascismo avanzaba en el mundo, muchas veces de forma encubierta, y que los escritores y los periodistas tenían la responsabilidad de denunciarlo. Llegaron los apoyos de Thomas Mann, John Steinbeck, Ernest Hemingway, Upton Sinclair, Albert Einstein. Gellhorn habló en nombre de los desocupados.
Dice Pilger: “Sus palabras resuenan en los silencios de hoy”. Es cierto. Estamos en silencio aunque hablemos, porque estamos silenciados.
Pilger escribe su nota porque está azorado de cómo en Australia, hoy, la opinión pública es ametrallada por propaganda antichina. Es una propaganda inverosímil, analfabeta, de catálogo: China piensa invadir Australia, insisten. Y Pilger escucha silencio. Los escritores famosos están en sus cosas personales, ocupados en sí mismos y los periodistas en su mayoría trabajan para el aparato de comunicación que apalanca al fascismo. Los medios concentrados son hoy el gran aparato de propaganda de la OTAN.
Y entre nosotros, acá, con Rosatti exponiendo sobre economía y constitucionalidad, con esta mueca amarga de ponerle la firma al golpe judicial que es socio del partido opositor, hay silencio.
Ese silencio se rompe con un grito colectivo. Está en nosotros, en nuestras manos ese problema. No esperemos convocatorias ni organización, porque no llegamos hasta acá por casualidad. Fue un largo proceso coreografiado con acciones y omisiones. El clamor por Cristina 2023 ya no es solamente la expresión de un deseo popular. El fascismo avanzó tanto y hay tan pocas voces resonando en este enorme silencio, que es también la reafirmación política y ética de millones de personas.
Será el 25. Tenemos que hablar todos juntos en una catarsis que sea el hecho político más potente que podamos generar con toda la rabia, con toda la impotencia, con toda la responsabilidad histórica que nos cabe, porque lo nacional y lo popular debe romper la mordaza del lenguaje dominante. Hay que estar y hay que hablar.