A diez días de su inicio, la huelga de guionistas arrincona contra las cuerdas a la industria audiovisual estadounidense. Mientras el parate obligó a detener los procesos creativos de varias producciones, incluyendo algunas de enorme relevancia para las plataformas de streaming, y las marchas continúan desarrollándose en Los Ángeles y Nueva York, las negociaciones están lejos de llegar a buen puerto. Por el contrario, es abismal la distancia entre lo reclamado por el Sindicato de guionistas (WGA), que de máxima pretende que “les devuelvan a sus miembros el dinero que les quitaron durante los últimos diez años", y lo ofrecido por las más de 350 empresas congregadas en la Alianza de productoras de cine y televisión (AMPTP).
Los representantes de ambos sectores no se ponen de acuerdo en nada, salvo en catalogar el panorama como sombrío. Mientras desde el WGA afirman que los estudios se niegan a aceptar la necesidad de un cambio radical en una estructura laboral que, según el Sindicato, empuja al oficio hacia una “uberización”, en la vereda de enfrente dicen que ya han ofrecido mejoras históricas en los contratos, incluyendo un once por ciento en las tarifas mínimas para los escalafones inferiores, y advierten que no piensan moverse un centímetro de sus propuestas.
La industria parada
Mientras que figuras del espectáculo como el actor Rob Lowe, la actriz Susan Sarandon, el comediante de Saturday Night Live Pete Davidson y el director Christopher Nolan, entre otros, se unieron a las marchas organizadas por la WGA en Los Angeles y Nueva York, los estudios ya empiezan a sentir las consecuencias de la huelga. Como era de esperar, los primeros en caer fueron los programas en vivo –como los late night shows emblemáticos de la televisión norteamericana– y aquellos grabados con poca antelación (Saturday Night Live).
A ellos se sumaron series de renombre durante la semana. La sitcom Abott Elemantary, una de las grandes revelaciones de los últimos años, postergó hasta nuevo aviso el inicio de la escritura de la tercera temporada. Si bien el guion del nuevo spin off the de The Walking Dead ya está escrito, los productores cancelaron el rodaje. Por el lado de Netflix, Cobra Kai pausó su sexta temporada, mientras que los hermanos Duffer, creadores de Stranger Things, compartieron en sus redes sociales un comunicado en el que aseguraron que no avanzaran hasta que el WGA y la AMPTP lleguen a un acuerdo.
Crónica de un desacuerdo
Las negociones comenzaron el 20 de marzo, pero recién un mes después hubo algunas señales que insuflaron optimismo. La más significativa fue el acuerdo para aumentar las tarifas de los escritores principiantes, una solicitud que la WGA venía sosteniendo desde hacía tiempo, y la creación de una categoría “Premium” que implica un aumento del siete por ciento para quienes estén en la parte más alta de la pirámide. Pero el asunto se embarró a fines de abril, días antes del inicio de la huelga, cuando llegó la hora de discutir la posibilidad de un personal mínimo de escritores en las distintas etapas creativas, un escenario que hizo fruncir el ceño de los miembros AMPTP.
“Para que a los escritores se les pague adecuadamente, necesitamos que se garantice que sean contratados por una determinada cantidad de semanas. Un escritor sin contrato no tiene mínimos estipulados”, afirmó al medio especializado Variety Chris Keyser, copresidente del comité de negociación de WGA y expresidente de la subdivisión oeste del Sindicato, a la hora de justificar por qué pretenden que se asegure al menos tres semanas de trabajo por episodio. Según Keyser, las mejores económicas no son suficientes, dada la reducción de la duración de los empleos y la tendencia a disminuir el volumen de los planteles de guionistas.
El gremio propone que las “salas de escritura” de producciones en etapa embrionaria (antes de que se apruebe su realización definitiva) tengan al menos seis empleados. Una vez recibida la luz verde, aspiran a un mínimo de un escritor por episodio en el caso de las series con hasta seis entregas, y uno cada dos para aquellas de mayor duración, hasta llegar a un máximo de doce guionistas. Atentos a la posibilidad de que, para ahorrar dinero, los estudios llenen esos puestos con jóvenes dispuestos a trabajar por el pancho y la Coca, buscan reservar un cupo para aquellos con más experiencia.
Los estudios ya habían avisado que la idea de un personal mínimo no sería parte del trato, basándose en que no es necesario desde el punto de vista creativo y que les impide a los showrunners la posibilidad de armar sus equipos con libertad. Como ejemplo ponen a Mike White, único guionista de la galardonada miniserie The White Lotus. Sin embargo, que sea el único acreditado no implica necesariamente que trabaje solo: casi todos los programas, aseguran desde el WGA, tienen personal de redacción cuyo trabajo resulta fundamental.
La AMPTP tampoco quiere dar el brazo a torcer en establecer pagos extra según el éxito de cada programa. Aquí entra una cuestión vinculada con los nuevos modos de consumo audiovisual, los mismo que pusieron patas para arriba la estructura de una industria históricamente dividida en tres áreas: producción, distribución y exhibición. En el caso puntual de este reclamo, las dificultades radican en la imposibilidad de acceder a la cantidad de visionados de las plataformas de streaming, dado que no tienen la obligación de hacerlos público ni tampoco existe un organismo auditor.
Por si con la reconfiguración generada por las plataformas no fuera suficiente, en los últimos meses apareció la Inteligencia Artificial como un actor amenazante para ambos bandos. La WGA pretende evitar que la IA sea considerada "material literario", lo que abriría las puertas para que los guionistas puedan usarla sin afectar la compensación ni sus créditos. Rápida de reflejos, la AMPTP dijo que el material generado vía inteligencia artificial no puede tener derechos autor y que no considerará guionistas que recurran a algún “proveedor corporativo o impersonal de material literario”. A cambio, propuso reuniones anuales para discutir los avances de la IA en la industria, algo que no disipó las preocupaciones del Sindicato. “La IA podría significar que cientos y cientos de programas se hagan solo con un escritor y una máquina”, advirtió Keyser.