Los dos generales enfrentados en la mini guerra civil del país africano de Sudán, firmaron ayer jueves una “declaración de compromiso” en Arabia Saudita para abrir corredores humanitarios, facilitando la salida de heridos y gente que desea huir.
Al día siguiente, ya se oyeron nuevas explosiones y se vieron ataques con aviones de combate en la capital y en Darfur, algo que se ha repetido ante cada atisbo de acuerdo desde el 15 de abril pasado, cuando comenzaron los combates en la capital y ciudades del interior. Los habitantes capitalinos de Jartún –horrorizados, encerrados en sus casas sin agua ni luz y pocos víveres— ya se lo toman en solfa: “las explosiones son el anuncio de una nueva tregua”.
Facilitar la ayuda humanitaria
Ambas partes
acordaron "facilitar el paso de ayuda humanitaria" y trabajadores de las ONGs, de los cuales ya han muerto 18, tratando de ayudar a la población civil. Los combates causaron más
de 750 muertos y 5.000 heridos, y obligaron a salir del país a 200.000
personas, según indicó la ONU este viernes. Sudán es uno de los países más
pobres del mundo y hay peligro de una nueva gran hambruna.
En esta pugna entre militares en la que los civiles no intervienen, hay dos generales enfrentados en un duelo personal: Abdel Fattah al Burhan --jefe de las Fuerzas Armadas-- y Mohamed Hamdan Daglo -–conocido por su apodo Hemedti-- quien está al frente de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
A este última se la tilda de paramilitar, pero en verdad es parte desde 2017 de las fuerzas oficiales del Estado de menor rango, encargadas de hacer el trabajo sucio en la represión a rebeldes no árabes. Y este es el origen del conflicto: el plan del general al-Burhan era disolver a las FAR dentro del ejército –-una manera de subsumirlos--, algo que el general Hemedti no aceptó porque implicaba una pérdida de su poder político, económico y militar.
Como Caín y Abel
Las FAR con Hemedti al frente fueron creadas en 2013 por el ex militar y dictador Omar al-Bashir, quien estuvo al frente del poder en Sudán por 30 años hasta su caída en 2019 durante la Primavera Árabe. Hemedti tuvo su bautismo de fuego al reprimir una rebelión de una tribu no árabe en la región de Darfur, trabajo que cumplió con eficacia. Su jefe a la cabeza de las fuerzas armadas era al-Burhan, su enemigo de hoy: ambos eran estrechos aliados entre sí, al servicio de al-Bashir, a quien traicionaron en 2019 al darle el golpe de Estado, aprovechando la efervescencia popular.
Como el objetivo de las movilizaciones populares no era en 2019 cambiar un militar por otro, estas continuaron y se terminó instalando para apaciguarlas, un gobierno de coalición que organizaría una transición democrática con un civil al frente, al menos de manera formal: Abdalla Hamdok. Pero en 2021 los generales al-Burhan y Hemedti le dieron un golpe de Estado y se quedaron con todo el poder, cuya máxima autoridad pasó a ser el Jefe de las Fuerzas Armadas (al-Burham). Esto generó nuevas movilizaciones populares de protesta: en una de ellas la represión militar se cobró 80 vidas.
Al-Burhan, ya en la cima del gobierno, observó que Hemedti había acumulado demasiada independencia, poder económico –al-Bashir le había entregado a su familia negocios con la minería de oro-- y militar: el subordinado era un peligro claro para la supremacía del jefe máximo.
La estrategia para neutralizar a Hemedti fue incorporar formalmente las FAR al ejército, las cuales intentaron el golpe de Estado el 15 de abril pasado, que hasta ahora no se ha resuelto en favor de ninguno de los dos bandos, quienes se consideran en condiciones de ganar: no hay posibilidad a la vista de negociación. Por eso siguen combatiendo y tratando de ganar espacio y territorio, hasta aniquilar al otro o hacerlo rendir.
Al general al-Burhan lo tomaron de sorpresa, aunque la tensión venía escalando desde hacía meses: los rebeldes conquistaron nada menos que el palacio presidencial –sin él adentro— en cuya sede y alrededores hay feroces combates, en una zona altamente urbanizada. Los rebeldes se acuartelan en hospitales y casas de civiles que han huido. Hay quienes regresaron a su casa a buscar cosas y las encontraron llenas de rebeldes, incluso con armas antiaéreas en el balcón. También se combate en los alrededores de los cuarteles de las fuerzas armadas. Las FAR son más fuertes en su bastion de la región de Darfur, limítrofe con Chad.”
Quiénes son los generales
Al-Burhan es un soldado de carrera que fue ascendiendo durante los 30 años de dictadura de al-Bashir. Mientras que Hemedti fue un civil que estudió hasta tercer grado en la ciudad de Darfur, miembro de una familia criadora de camellos de la tribu Rizeigat. Su crecimiento fue a la manera de un miliciano y reclutador armado por al-Bashir para enfrentar a las tribus rebeldes en Darfur.
Las orígenes de las FAR hay que rastrearlos en 2003 cuando el dictador al-Bashir reclutó nómadas y pastores árabes para combatir a los grupos armados no árabes, que se estaba rebelando contra lo que ellos consideraban la "elite de Jartún" que los "explotaba". Hemedti fue uno de esos civiles reclutados.
Según su leyenda personal, Hemedti debió tomar la armas cuando 60 miembros de su familia dedicada a los camellos fueron asesinados. Así fue que se habría incorporado a la milicia organizada por al-Bashid, donde comenzó a escalar posiciones hasta ser su comandante. Organizaciones de derechos humanos han acusado a esas milicias de cometer masacres, violaciones y torturas de civiles en Darfur.
El conflicto duró 20 años generando 300.000 muertos y 2,5 millones de desplazados. La Corte Criminal Internacional acusó de genocidio a los comandantes de esa operación del Estado sudanés. Fue de estas acciones que surgieron las FAR con Hemedti a la cabeza.
Como reconocimiento, las FAR que él lidera se convirtieron en una fuerza oficial del Estado y al-Bashid le entregó a la familia de Hemedti lucrativos negocios de extracción de oro, que son parte de su poder.
Luego de tumbar a quien lo había apadrinado, Hemedti comenzó a cultivar nexos con algunos de los 80 partidos políticos del país, queriendo lavar su imagen de sanguinario por la de un demócrata y estadista. Pero ni uno ni otro líder en conflicto parecen muy dispuestos a entregarle alguna vez el poder a un civil. Las FAR mataron a 120 civiles en junio de 2019 durante una protesta que acampaba frente al Ministerio de Defensa.
Las Fuerzas Armadas oficiales de Sudán tienen 300.000 soldados contra los 100.00 de las FAR y disponen de la fuerza aérea. Pero sus adversarios rebeldes tienen arsenales antiaéreos y se ocultan en áreas residenciales, dejando a al-Burhan ante la disyuntiva de destruir la ciudad para derrotarlos.
Una teoría política plantea que el dictador Al-Bashir creó una fuerza paralela a sus propias fuerzas armadas, para mantenerlas en tensión entre sí y que de esa forma ninguna pusiese en jaque su poder: lo tumbaron igual y ahora siguen compitiendo por ocupar su lugar de supremacía.
Un reguero de pólvora
Lo sucedido podría ser el comienzo de una guerra a mayor escala con violencia inter-tribal, en un contexto de crisis económica y ahora humanitaria. Con la secesión de Sudan del Sur en 2011, la Sudán “a secas” perdió el 90 por ciento de sus ingresos por exportación. Al mismo tiempo, hay una fragmentación política y ahora militar enormes, haciendo muy difícil llegar a acuerdos de gobernabilidad, complejizados por la diversidad étnica del país: las redes sociales bullen de discursos de odio que estereotipan al otro. Y muchas comunidades y grupos tribales se están armando preventivamente. Se ha registrado ya violencia entre ellos.
El ganador de este conflicto acaso presidirá Sudán por largo tiempo con poderes absolutos, y el perdedor irá al exilio, si sobrevive. Y los civiles quedarían totalmente al margen del poder.