Una brisa norteña me sorprende en la más pura poesía y, como dice María Sara Ruíz, son esos valles que laten en ciclos exactos donde la vida persevera en la mirada amante y contemplativa de Marcelo "Pajarito" Sutti.

En ese encuentro de amigos conocí al poeta salteño, sentí que desandaba las calles de Cachi, la empinada Cuesta del Obispo, su línea vacilante y ese extendido poncho en la neblina. Recorrí imaginariamente su cumbre, el Valle Encantado de formaciones rocosas y pinturas rupestres. Un soneto lo describe; “Entro como quien abre una ventana/ y me desnuda el viento./ Un cincel/ los contornos de mi piel/ y poco a poco la emoción me gana./ Sigo el sendero de una voz que llama/ y busco en la garganta de esa boca/ algún Dios naciendo de la roca/ que en la naturaleza se proclama…”;el mundo yace aquí sin su gentío/ y yo no siento ni dolor ni frio/ en esta soledad que me desgrana, / no sé si por el aire que me deja/ respiro en otro cuerpo que se aleja…

“Insurrección de los Valles”, es el último libro de Sonetos publicado en 2020, aquí el paisaje salteño lo abraza, tema recurrente en toda su obra “contaminada de constelaciones, la noche se hace luz por la tonsura de la luna”,

Ingreso de pronto a una caverna por donde fluye el río Calchaquí en el soneto “Puente del Diablo”; “El agua baja huyendo del invierno. / Con la garganta abierta a la vertiente/ el cerro se devora la corriente/ para apagar las llamas del infierno/…”.

Recorro “Angastaco”; “encallado en los cerros como un barco/ hunde sus pies en su reloj de arena…” Esos mismos cerros que alucinaron a Manuel J. Castilla, sintiéndose brizna, menos que un bicho, menos que una espina, casi una gota de hombre. Su poética se define a través de una geografía, espacio de cielos y quebradas, silencios, piedras cayendo del abismo, el misterio en la voz de un desaparecido, el río hambriento de amaneceres.

Ese cautivador paisaje, por el que los poetas salteños caen bajo un hechizo, tiene su lógica cuando Raúl Aráoz Anzoategui dice. “No sé si ir directamente al grano/ o quedarme mirando las nubes/ el paisaje…” Marcelo Sutti, va más allá: Nadie que ve un amanecer se salva de la marca que deja a fuego el alba.

Es necesario abordar el estado de asombro permanente. De los nueve libros publicados por Sutti, uno en sistema braille, me asomo a “Marcapasos” un poemario de verso libre, dueño de una lírica marcada por la majestuosa geografía, destino del hombre y de los ángeles recostados en la yunga, la embriaguez de las abejas o la forma del invierno; “…No importa el frío/ si una mujer espera:/ en su vientre encontrarán cobijo/ los niños que me quedan. / Allí es donde comienza el universo”.

Un lenguaje dotado de sonoridad como la música que ejecutaba el contrabajista poeta en la Orquesta Sinfónica de Salta. La visión en su prolífera obra, se hace extensiva a páramos, salares y regiones volcánicas.

Compromiso y belleza en el cuidado de la naturaleza y la “exaltación celebratoria de lo que hay en el lugar: fauna, flora, trabajos, sabiduría popular”, uno de los elementos que caracteriza la identidad cultural del Noroeste argentino- al decir de Santiago Sylvester-, están presentes en este pájaro andino recubierto de ensueños.