Muchos locales y edificios públicos administrativos de La Rioja contemplan normas tácitas de vestimenta que en muchos casos resultan discriminativas, sexistas, y no contemplan coherencia con el clima del lugar.
Hace un tiempo, el largo de las polleras del Colegio Universitario General San Martín despertó polémica. Durante la pandemia, se viralizó la foto de un hombre que debió usar las sandalias de su esposa para que lo dejarán vacunarse porque había ido de ojotas. Solo por mencionar algunos debates públicos en torno a este tipo de cuestión. ¿Qué sucede cuando se cuestiona que los protocolos de vestimenta no se establecen de manera justa y pasan a ser motivo de discriminación?
Si una persona es excluida de un espacio público debido a su forma de vestir, se puede considerar una forma de discriminación basada en la apariencia o la identidad personal. La exclusión basada en la vestimenta puede reforzar estereotipos y prejuicios, perpetuando la desigualdad. La discriminación de género en las normas que dictan qué es apropiado o no, en términos de vestimenta para hombres y mujeres en diferentes situaciones y entornos, perpetúan así estereotipos y limitan la expresión individual.
"No me dejaron ingresar por mi vestimenta. Vestía un pantalón azul y zapatillas, me dijeron que esa no es la vestimenta adecuada", relata Agus, una empleada de la Legislatura en diálogo con La Rioja/12. Ella siente que en que su lugar de trabajo se utiliza la forma de vestir para juzgar o limitar su capacidad, y que se apela a estereotipos de género. "Me criticaron por llevar pollera, dijeron que es provocativo. También está prohibido ir de zapatos rojos, porque también es provocativo".
El testimonio de Agus no es aislado, las normas sobre el código de vestimenta generalmente tienen implicancias negativas para las mujeres, que a menudo se enfrentan a un escrutinio más intenso y crítico en cuanto a su apariencia física y su elección de ropa. Estos protocolos generan muchas veces que las mujeres se sientan incómodas e inseguras en situaciones en las que sienten que su ropa o su aspecto no cumplen con las expectativas.
Agus contó además que "en el anexo de la Vélez Sarsfield (Legislatura) recibí críticas por una remera blanca que tenía; me dijeron que se me podía ver el corpiño y la panza". Y explica que no existe formalmente un código de vestimenta pero que por su experiencia infiere que "el código de vestimenta para ellos es llevar pantalón de vestir o negro, zapatos negros y de saco."