La colorida y prolija urbanidad de San Miguel del Monte late distinto esta semana. En la plaza central de la ciudad, costera a la laguna del mismo nombre, una serie de carteles colgantes cuentan en historieta en blanco y negro los sucesos conocidos como la Masacre de Monte. Explican cómo el 20 de mayo de 2019, cinco jóvenes en un Fiat 147 perseguidos por la policía colisionaron contra el acoplado de un camión estacionado: “Rocío sobrevivió. Gonzalo, Aníbal, Danilo y Camila murieron” sentencia la gigantografía.
Sus nombres también están pintados en el semicírculo de cemento que oficia de anfiteatro, y de banco de plaza, junto a la consigna: “La plaza es de los pibes”. Fue escrita el lunes por la noche, tras la primera jornada del juicio que sigue el Tribunal Oral en lo Criminal 4 de La Plata, contra los cuatro policías imputados por homicidio agravado: el excapitán de la bonaerense Rubén Alberto García y los oficiales Leandro Ecilape, Mariano Ibáñez y Manuel Monreal. Otros 20 agentes, incluso el jefe de Bomberos, están involucrados en otra causa por encubrimiento. Y otra sigue el espionaje a las familias.
Esa noche del lunes, en esta plaza, convocados por la Casa de los Derechos Humanos de Monte, hubo rap, fogones y abrazos. Y se colgaron los carteles gigantes que se mecen con el viento, con la misma cadencia con que ondulan, a pocas cuadras, las aguas de la laguna. La tragedia enluta el corazón del pueblo desde que, hace cuatro años, al otro lado de la laguna, comenzó la persecución que terminó en el choque; sobre la colectora de la Ruta 3. Allí hay dos cruces blancas: por Gonzalo y por Aníbal. “Camila llegó con un hilo de vida al hospital” cuenta su abuela Mónica Cedan, que tuvo que ir “a reconocerla”. Extiende su mano al vacío y, entre lágrimas, completa: “Estaba ella, y más atrás los otros chicos, tapados con tela los cuerpos”.
Pero al dolor le siguió la conmoción social que lo transfiguró en reclamo de justicia. Fue cuando los vecinos tomaron conciencia --dos días después de esa medianoche fatídica--, de que “el accidente” informado por la policía y funcionarios municipales encubría hostigamiento policial y una persecución con disparos y dos patrulleros involucrados.
La plaza de los pibes
En la plaza, al mediodía de este miércoles 10 de mayo, y mientras en La Plata declaran los testigos del encubrimiento, un grupo de adolescentes con uniforme de colegio come galletitas en un banco. Esperan “el contraturno” porque hacen jornada completa en el colegio. “Todo Monte está informado”, dice uno de ellos, Facundo, ante la consulta de Página/12. “Los mataron”, añade Gustavo. “No fue un accidente de tránsito como habían dicho”, explica Vladimir. “La policía no puede disparar, y cuando salió el video decían que iban con linternas, pero el auto tenía impactos de bala”, describen. Se refieren a un video que expuso la persecución. Y a la palabra oficial que habló de linternas para explicar “las luces que se veían salir de los patrulleros”.
Como muchos en Monte, estos jóvenes se están organizando para ir a La Plata. Quieren “estar en el juicio” que se les sigue a los cuatro policías bonaerenses juzgados como coautores de los homicidios de Camila López (13), Danilo Sansone (13), Gonzalo Domínguez (14) y Aníbal Suárez (22), y la tentativa de homicidio a Rocío Quagliarello, que actualmente tiene 17 años.
Esa noche de 2019, “los cinco se habían juntado acá en la plaza, como siempre”, repasan Felipe y Candela, amigos de “Gonzi, de Danilo, de Cami y de Rocío”. Y “como Aníbal era mayor y tenía coche” --agregan-- habían ido a la laguna. Del colegio a la plaza, y de la plaza a la laguna: el circuito. El epicentro es la plaza, para rapear o pasar el rato. La misma plaza que el 24 de marzo fue honrada con la pintada de “los pañuelos de las Madres” relata María del Carmen Lamothe, quien preside la Casa de los Derechos Humanos. “Y al otro día mandaron a taparlos, y pintaron el piso gris” lamenta, sobre la gestión de Juntos por el Cambio que hoy conduce el municipio.
La asociación nuclea reclamos por los derechos que en Monte se iniciaron por la contaminación del agua con arsénico --natural, no industrial--, la educación pública, la salud y contra el maltrato policial. “Pero se formaliza a partir de la tragedia” puntualiza María. Aunque la primera organización en torno al caso fue la “20 de Mayo” que en pandemia hacía ollas populares en la plaza para repartir comida en los barrios.
Luego se suma el colectivo feminista “Vivas”, que suma también al reclamo público, la desaparición de Camila Cinalli: "un caso de trata de personas” señala Trinidad Loyola, otra joven que busca “una mejor sociedad, con más justicia”. Ahí se empezó a pensar “en algo más orgánico para la defensa de los derechos humanos, porque nos empiezan a llegar casos y más casos de abuso policial”, explica María.
“El plaguerío”
Entre los dibujos de la historieta que representa a las cinco víctimas --aun cuando Rocío sobrevivió--, hay una bici, una cámara de fotos, una pelota de fútbol, unos auriculares, y un skate. “Las cosas que los identifican, y dicen lo que ellos hacían y lo que querían ser”, describe Candela Granada. Era amiga de los chicos cuenta. “El plaguerío nos unía,” le explica a Página 12. Lo dice y lo refuerza con una carcajada fresca. Y cómplice, mira a Felipe.
“Terrible callejero Danilo”, confirma con una sonrisa Felipe Gómez Casale, que rapeaba “con Gonza y Danilo”. “Acá, abajo del árbol” recuerda y señala el sitio. “Y si bien nos conocíamos todos --agrega luego--, afianzamos nuestra relación por esto, que fue un acto de violencia institucional” precisa. “Y lo sigue siendo, porque todavía no se hizo justicia” añade Cande. Sus palabras expresan convencimiento. Trini lo explica: “Siempre se supo que estas cosas pasaban en Monte, pero a partir de esto se pudo decir”. “Por eso estamos siguiendo el juicio ¡ni hablar!” advierte Cande, quien lleva en su brazo izquierdo, el tattoo de un skate que reza: “Gonzalo”.
“Cuando pasó esto”, cuenta Trini, su padre lo primero que dijo fue “¿qué estaban haciendo a esa hora?”, y esa pregunta “fue extensiva a todo Monte”, comparte. “Cuando se supo la verdad, eso cayó por su propio peso y todos nos fuimos conectando y nos organizamos para sostener la lucha por esta causa y otras de violencia institucional”.
A un mes del hecho se produce la primera marcha “con organizaciones sociales, de derechos humanos, la Correpi, la Comisión por la Memoria que estuvo desde el primer día, y esa fue la convocatoria más importante en la historia de Monte”, repasa Trini. Algo había cambiado en la ciudad. Lo supieron desde el primer fin de semana en que las familias se reunieron en el lugar de la tragedia, y las fuerzas de seguridad respondieron con “la caballería y camiones hidrantes” describe la abuela de Camila.
Los jóvenes recuerdan que ese fin de semana, cuando ya se conocía el encubrimiento, llegó además un grupo de fuerzas especiales: con armas largas y en motos “nos paraban, y directo al piso te hacían poner y te revisaban, sacaban todo de la mochila” relata Cande. Fue "después que supimos que había efectivos policiales involucrados”.
“Fue muy difícil porque estábamos en luto por el choque y salió a la luz esto de la policía --rescata Felipe--, ahí la sensación de tristeza cambio por bronca”. Al accionar policial se añade el encubrimiento de funcionarios municipales y bomberos. Todos los que llegaron al lugar “para limpiar y borrar pruebas” razonan los chicos.
El sitio del “accidente”
A las cinco y media de esa madrugada ya estaba “limpio” el lugar del choque. Pero los vecinos testimoniaron lo que vieron y así comenzó a desenmarañarse la trama del “accidente”. La primera evidencia fue aportada por un empleado del servicio de las cámaras de monitoreo urbano con que cuenta la ciudad. Se sumó luego el video de otro joven que casualmente se encontraba allí y registró cuando los patrulleros entran a la colectora persiguiendo al coche donde iban los chicos. Y hay disparos.
Hubo seis disparos dicen los testimonios. Entre ellos, el del chofer del camión estacionado, Héctor Mensi. El de una docente que al escucharlos le escribió a su marido, remisero, que estaba trabajando. El de un albañil que juntó cuatro casquillos “frente a su casa” y los entregó “a la familia de Danilo Sansone y a la fiscalía” como declaró, al igual que cada testigo de partes, en el juicio por jurado que culminará el miércoles.
En el lugar, también un mural de Memoria Verdad y Justicia. Mónica encontró ahí “la bufanda de Cami y la gorra de Aníbal” cuenta. Allí, donde el mismo 20 se hizo una marcha a la que asistió la entonces intendenta, Sandra Mayol --del Frente Renovador--, quien luego acompañó a los familiares a una reunión con la entonces gobernadora María Eugenia Vidal. “Estuvo todo el tiempo callada Vidal, el que habló fue (Cristian) Ritondo” --entonces responsable de la seguridad provincial-- recuerdan los familiares.
Que sea justicia
Los vecinos de la zona del choque también están expectantes por el juicio. “Estamos a favor de la justicia, queremos que sea justicia”, dice Vicente. “Monte está muy dolido por esto”, agrega Gabriel. Con la historia a flor de piel “por lo que hicieron y dijeron, no tienen perdón”, reclama una mujer que vive “a la vuelta”. “Decían que el chico estaba ebrio”, agrega Vicente, indignado por la estigmatización que cayó sobre Aníbal, que era mayor de edad, y sobre quien ya se demostró que no estaba alcoholizado.
“A mí me apena mucho ver al papá de Danilo, que pasa por acá y grita el nombre de su hijo”, concluye Vicente. Tiene un comercio cerca de la esquina fatal. Juan Carlos Sansone, el papá de Danilo, vendía carnada en la ruta, para los pescadores de la laguna. Esta semana, Juan Carlos, junto a Rocío --quien declaró en Cámara Gesell por ser menor de edad--, y a la mamá de Camila, y a la mamá de Gonza y a la madre de Aníbal que vino desde Misiones para el juicio, escuchan testimonios, y también dicen lo suyo, para que este jurado de 12 personas defina el destino, no solo de los acusados, también del pueblo de Monte que busca justicia, y en nombre de las víctimas.
“Las caravanas para ir al juicio” se están organizando para las últimas tres audiencias: lunes, martes y miércoles. El día de la sentencia habrá rapeo y habrá música, prometen los amigos. La convocatoria, de la Casa de los Derechos Humanos junto a las “Madres del pueblo de Monte”, busca apoyar un reclamo “de toda la sociedad”, sostiene María sobre el caso cuyas víctimas representan a tantos otros jóvenes, mártires del calvario que representa, aún hoy, el abuso policial.