Página/12 en Brasil
Desde San Pablo
Poco después de haber regresado de España y en vísperas de su viaje a Japón para participar en la cumbre del G7, Luiz Inácio Lula da Silva denunció a Jair Bolsonaro por un presunto lavado de dinero en Estados Unidos. "Ahora mismo acaban de descubrir una mansión de 8 millones de dólares en California a nombre del ayudante de órdenes de Bolsonaro, obviamente la casa no es del ayudante", dijo Lula.
Lo afirmó a partir de documentos norteamericanos publicados por la prensa sobre una mansión comprada por un teniente coronel del Ejército, cuyo salario no llega al equivalente a tres mil dólares mensuales, quien estuvo a las órdenes del expresidente de extrema derecha hasta fines del año pasado.
Ya se divulgaron imágenes de la residencia con jardines y una piscina, a 130 kilómetros de Los Ángeles. Ante esa acusación bien informada y elocuente, Bolsonaro no tuvo más opción que responder a través de un video, alegando que "Lula dice que tengo una mansión de 8 millones de dólares a nombre de un asesor, eso es absurdo", declaró el viernes a la noche en Twitter.
"Por mi honra"
La denuncia pareció haber sido certera: hizo que el excapitán rompa un silencio que arrastraba desde hacía cuatro semanas en las redes sociales para hacer una declaración escueta, de cuarenta segundos. Prometió luchar por su "honra", abundó en adjetivos y no aportó datos.
En el prontuario del exmandatario hay decenas de procesos en curso por intento de golpe, apropiación de joyas y falsificación de documentos, presuntos ilícitos cometidos durante sus cuatro años de mandato finalizado en 2022. Antes de llegar al gobierno, habría cometido otros delitos como lavado de dinero a través de la compra de más de cien propiedades, la mitad de las cuales fueron pagadas con fajos de billetes, repitiendo el modus operandi de quienes actúan al margen de la ley.
Varias de esas operaciones en el mercado inmobiliario utilizaron como testaferros a los hijos del militar que venció las elecciones de 2018 prometiendo librar una guerra sin cuartel contra la corrupción y encomendándose a Dios. Uno de sus hijos, Carlos Bolsonaro, también está en la mira de la justicia. El Ministerio Público lo investiga a raíz operaciones sospechosas descubiertas a principio de mayo de este año por el Laboratorio de Tecnología de Combate a la Corrupción y el Lavado de Dinero.
Familia militar
Lula mencionó en su denuncia de jueves pasado al teniente coronel Mauro Cesar Barbosa Cid, como el eventual reciclador de dinero presuntamente bolsonarista. Se trata de un joven oficial perteneciente a una familia de varias generaciones de militares. Ese linaje contribuyó a su meteórico ascenso dentro el sistema de lealtades montado por el régimen cívico-militar desde el Palacio del Planalto.
Bolsonaro fue compañero en la Academia Militar de Agujas Negras del general Mauro César Lourena Cid, padre de Mauro Cesar, a quien designó jefe en EE.UU. de la agencia estatal de exportaciones.
Hace dos semanas, el mencionado ex ayudante de órdenes, Mauro Cesar, fue preso bajo el cargo de falsificar el certificado de vacunación de su jefe Bolsonaro, y es sospechoso de participar en la apropiación de joyas que Arabia Saudita donó al Estado brasileño, entre otros ilícitos.
Al allanar su residencia de la Villa Militar de Brasilia, la Policía Federal descubrió una caja fuerte con 35.000 dólares, cientos de miles de reales y extractos de transferencias bancarias a una cuenta en Miami. Fuentes vinculadas a la investigación dijeron los envíos de dinero a EE.UU. refuerzan la hipótesis del lavado.
Negocios y sedición
Una de las firmas empleadas por el ayudante de Bolsonaro para adquirir bienes en EE.UU. se llama "Cid Family Trust" y a ella está ligado otro miembro del clan, el empresario y experto en seguridad cibernética, Daniel Barbosa Cid, residente en California pero con cuentas en el estado de Delawere: un paraíso fiscal.
Los hermanos Barbosa Cid, el militar y el emprendedor digital, participaron en la divulgación de noticias falsas sobre las elecciones del 30 de octubre pasado cuando Bolsonaro fue derrotado por Lula. Desde el 31 de ese mes, el candidato perdedor inició una campaña de fakes alegando fraude e incitando a un levantamiento a través de una red de "milicias digitales". El movimiento sedicioso se concretó con los asaltos al Planalto y las sedes de los poderes Legislativo y Judicial el 8 de enero, cuando Bolsonaro estaba en EE.UU. desde donde habría monitoreado el alzamiento que él mismo fogoneó.
Lula acusó también a Bolsonaro durante un acto en el estado de Bahía, de ser el "paladín de la discordia" nacional y de sembrar "la ignorancia y el negacionismo". Pocos días antes, durante una gira por España y Portugal, le endilgó haber causado el aislamiento internacional brasileño y ser parte de un movimiento extremista que tiene en jaque a las democracias. Sostuvo que la lucha contra el neofascismo será prolongada, va a necesitar de alianzas internacionales firmes y admitió que el resultado de esta contienda "civilizatoria" es incierto.
Hiroshima
Está previsto que Lula se embarque el jueves a Hiroshima hacia la reunión de G7 donde quizá agradecerá el respaldo que recibió de la comunidad internacional tras su triunfo sobre el Bolsonaro y el apoyo manifestado en enero ante el asalto al Planalto.
Al igual que lo hizo la semana pasada su ministro de Hacienda, Fernando Haddad en la reunión temática del G7, Lula abogará a favor de Argentina ante las potencias capitalistas. Será un gesto de solidaridad, así como las negociaciones ante el Nuevo Banco de Desarrollo del grupo BRICS, dirigido por la expresidenta Dilma Rousseff.
Lula repetirá ante el G7 su apuesta a la solución --o al menos un cese al fuego en Ucrania-- contando con informaciones de primera mano recogidas la semana pasada por su asesor internacional, Celso Amorim, recibido por Volodomir Zelenski en Kiev. Nada indica que sus interlocutores del G7, mayoritariamente belicistas, recibirán de buen grado el planteo del líder sudamericano, al cual una parte de la prensa occidental ha calificado, equivocadamente, como un alfil de Moscú.
Movimiento de piezas
Para Lula, los cuestionamientos a su posición sobre Ucrania son parte de una partida de ajedrez que recién está comenzando. Así lo dijo el propio ex canciler Amorim el jueves pasado tras su periplo en Kiev: fue un viaje inicial para construir "confianza" diplomática y consolidar a Brasilia como un interlocutor que, en menos de un mes, dialogó con Zelenski y antes con Vladimir Putin en Moscú. La proyección del gobierno democrático en el plano internacional es un activo de Lula con efectos que se traducen en la política interna. El presidente se fortalece mientras Bolsonaro se desgasta debido a su comprometida situación legal. Sin embargo, nada indica que otras asonadas puedan ocurrir en el corto plazo. Más adelante nadie lo sabe.