En vísperas de las que podrían ser las elecciones nacionales más dramáticas de la Historia contemporánea, son infinitos los interrogantes que germinan en el pueblo argentino, pero hay uno especialmente muy complejo: ¿Tiene arreglo la democracia argentina, castigada por propios y ajenos y hoy representada por dirigencias cuestionables, cuando no traidoras? ¿Qué se necesita para ser presidente, hoy, y reorientar la tantas veces incalificable situación política, económica y sobre todo social?
Es claro que hacen falta Patriotismo y valor, tanto como decencia y coraje: eso que hay que tener, como se dice vulgarmente y mirando hacia abajo. Y hay que tener sincero amor a la Patria –es básico– y cero egoismo, y conocimiento del mundo y las relaciones internacionales, y un 100% de sentido de Justicia. Y cabría sumar todavía, a esas cualidades, talento y pasión por el fascinante trabajo de conducir al pueblo y ayudarlo a crecer. Y como si eso fuera poco, desde el vamos hay que tener bien reposicionado el sincero amor a los símbolos de la Soberanía, que son el Himno y la Bandera, y el Escudo y la moneda nacionales, ésta última hoy cautiva de perversos poderes mundiales y de una miserable caterva de cipayos locales.
Así, de modos irregulares y cuestionables se han venido apoderando de las tierras, los llanos, las aguas y las montañas, y del riquísimo subsuelo territorial y también del vasto Mar Argentino, las islas Malvinas, y las Georgias y siguen apoderándose de nuestro Atlántico Sur al punto que también nuestra Antártida está en peligro.
Y para peor, ahora todo lo usurpan y sostienen con la venia o consentimiento implícitos de funcionarios traidores que fueron legión durante el menemismo y el macrismo, muchísimos de los cuales trasplantados y sostenidos por la actual gestión. Así la Argentina se ha venido desmoronando y hoy está en riesgo de disolución e incluso de ocupaciones militares extranjeras, ya iniciadas mediante adquisiciones supuestamente civiles a cargo de multimillonarios extranjeros y cipayos vernáculos.
Con un pueblo desencantado y malinformado adrede como es hoy el pueblo argentino, que además está muy enojado por innumerables razones, y encima con vastos núcleos confundidos y/o recolonizados espiritualmente, y partido al medio en clases sociales abismalmente desiguales, e ignorando su propia tragedia en marcha, el peligro que corre esta Patria nuestra es imprecisable, nomás por tan grande e inminente que es.
Por todos esos riesgos, y algunos más, hoy los ataques a la Democracia son desembozados y grotescos –como las disparatadas y provocadoras acciones de la CSJ y en especial del Sr. Rosatti, sin dudas el más cuestionado cortesano de la Historia Argentina contemporánea, superador incluso del menemista Sr. Nazareno en los 90. De modo que ya no es sólo cuestión de amor a nuestra país, que sí necesita asistencia y amor, tanto como verdad y honestidad. Hoy además la Patria convoca a detener a los jueces venales, chantas y hasta feroces, así como a los políticos corruptos que sólo piensan en reelecciones y favoritismos en bien de sus chupamedias. Así la Patria exige, en su silencioso pero consistente estilo, que se planten en la lid electoral otras personas –diferentes, sin máculas ni prontuarios– para que conduzcan el presente hacia un mejor destino: ése que se basa en la Verdad, la Memoria y la Justicia sin blanduras ni excepciones.
Y todo esto es ahora. Y ahora más que nunca. Porque la Corte actual ha mostrado su esencia golpista, y el sistema judicial federal todo, cruje y ya sobrepasa el límite de lo tolerable. Y a su obsesión de no investigar el intento de asesinato a la Vicepresidenta –inacción que el mundo entero contempla azorado– se ha sumado el último grado de perversión política: anular elecciones en el autoritario estilo de las viejas dictaduras. Tanta insensatez puede leerse como el inicio de hecho de un golpe de estado, y por ese sólo hecho absurdo puede inferirse que debe ser desobedecida y condenada en aras de la Paz, la Democracia y la Soberanía.
Ese golpismo, por cierto, es el mismo que ha llevado al Presidente de México –el jueves pasado y en su última "mañanera"– a anunciar la reforma de 3 artículos de la Constitución para que los ministros de la Corte sean elegidos "por el pueblo" porque "el Poder Judicial está podrido".
No es descartable que estemos ante una oleada parecida, pues lo que define a esas propuestas es la necesidad de verdaderos y profundos cambios políticos y sobre todo económicos, que en el caso argentino parten de cuestionar el errático desandar del Frente de Todos y en particular del Presidente.
También por eso, y de hecho, nuevas fuerzas políticas se presentan en toda la República, y todas en riguroso respaldo a CFK, y no sólo porque viene siendo difamada mediáticamente, burlada judicialmente y atacada políticamente –lo que condiciona su presencia y perturba su indesmentible liderazgo– sino por acción de
la "familia judicial", que ha llegado al colmo de su torpeza y corrupción. Sobran sospechas de que la vicepresidenta seguirá siendo amenazada y/o sujeta a absurdas limitaciones judiciales, y es por eso que las propuestas electorales en su respaldo coinciden en plantearse como posibles alternativas, indeseadas pero casi seguramente forzosas, para participar en las próximas elecciones si se diera el caso de que CFK sea finalmente impedida de ser candidata.
Las fuerzas políticas que están apareciendo se autoasignan la sana misión de acompañar, velar y asegurar la vigencia y cuidado de los valores principales de nuestra democracia. Y para ello no hay mejor camino que participar de la contienda electoral con candidat@s propios y ad referéndum del curso de los hechos.
Como es sabido en todo el país, esta columna sostiene, hace docencia y defiende desde hace años las grandes cuestiones de Soberanía y en particular la referida al río Paraná y al Canal Magdalena. Objetivos políticos, económicos y sociales fundamentales para la recuperación de esta república. Y lo hace proponiendo dos quiebres básicos: 1) cambiar la Constitución Nacional, recuperando la de 1949, que fue la última Constitución legal y legítima, democrática y de esencia popular. Y 2) cambiar de raíz todo el sistema judicial, incluyendo la Corte Suprema y la magistratura completa, lo que deberá hacerse con auxilio de l@s más relevantes juristas del mundo, convocados especialmente. No hay otro camino, serio y prioritario, para garantizar la Paz y afianzar y democratizar la administración de Justicia en todo el país.
Afortunadamente son varias las propuestas alternativas que circulan, ninguna con carácter completamente nacional, todavía, pero algunas ya con definidos perfiles mediáticos –los casos de Juan Grabois y de Gabriel Mariotto son claros ejemplos– y ya se perfila, y en crecimiento, una Coalición por la Paz, la Democracia y la Soberanía, cuyo programa de 23 puntos recorre ya algunas provincias y del que no es ajena esta columna. Y esas expresiones –a las que acaso se sumen otras– son un inmejorable punto de partida para mejorar la vida política nacional, y sobre todo asegurar la mejor calidad de vida, en convivencia con dignidad, de 50 millones de compatriotas. Y a la vez asegurando la Soberanía Nacional sobre todos los bienes naturales de nuestro territorio, el subsuelo y el espacio a cielo abierto de la República Argentina.