Samantha Arondekar ve gente muerta. La protagonista de Ghosts es la última integrante del selecto club de médiums ficcionales que lidia con quienes no lograron su pasaje para el paraíso. Una a favor, a diferencia del gurrumín de Sexto sentido, no debe preocuparse por lo paranormal. Los fantasmas son muy conscientes de su condición, ya se han cansado de asustar a los vivos y su máxima aspiración es combatir el aburrimiento. “Yo les recomendaría que jueguen al Sudoku: tienen muchas horas libres y solo necesitan mover la pieza”, bromea Rose McIver, la actriz que encarna a Arondekar, entrevistada por Página/12. Su flamante segunda temporada puede verse por Universal+ y cada miércoles a las 22 por Universal Comedy.

En el comienzo de la serie, la chispeante Sam y su esposo (Utkarsh Ambudkar) abandonaron Nueva York para mudarse a una enorme y vetusta casa de campo heredada de sopetón. ¿Su idea? Convertirla en un hotel campestre. Para ello tendrán que convencer a sus huéspedes más antiguos: una baronesa y familiar lejana de la nueva propietaria, una cantante de jazz que tuvo su momento de gloria durante la prohibición, un vikingo que solo habla de arenques, un miliciano de la guerra de la independencia, una hippie aficionada a los alucinógenos y un optimista explorador asesinado por el flechazo por un niño scout. “Me gustaría que apareciese un detective noir de los ’40, podría ser entretenido”, asegura la actriz antes vista en iZombie.

Todos perecieron en esa finca y Sam estuvo a punto de hacerlo. Gracias a un tropezón en las escaleras, la mujer adquirió la habilidad de charlar con los espectros que brotan de cada cuarto, sótano o ático. Emocionados ante la novedad, los finados dejarán de lado el plan de asesinar a la pareja para tratar de aprovechar la situación. “En la primera temporada, Sam tenía mucho que asimilar. Como ella no tiene parientes vivos, estaba súper emocionada con esto de acostumbrarse a una nueva familia. Trataba de complacer a todos y no le funcionó. Ahora pone límites, lo cual es bueno para su vida marital, porque no sé cuánto podría haber sobrevivido accediendo a cada demanda de los fantasmas”, cuenta la actriz.

El encanto de Ghosts reside en lo simple de la propuesta, la química del elenco y unos guiones perfectamente aceitados. Es decir, todos los modismos y macchiettas del género fantasmagórico se asume aquí con una gran dosis de absurdo y autoconciencia pop. ¿Ejemplo? Espíritus con poder telequinético oxidado y que usan un asistente de voz digital para comunicarse con el más acá. La comedia, adaptación de su epónima británica, ya tiene confirmada una tercera temporada. Para McIver la buena recepción de Ghosts se explica por su premisa asimilable a cualquier cultura. “Son un montón de personajes que tienen un punto de vista contrario sobre las cosas, así que te podés identificar con Isaac, Pete o Flower, chocan pero al final resuelven sus conflictos. Son como toda familia que lucha con su disfuncionalidad para poder funcionar”, explica la neozelandesa.

-¿Con quienes se llevarían mejor estos fantasmas: Casper, el Sam Wheat de Patrick Swayze, los de Los otros o Beetlejuice?

-Amo Beetlejuice, ojalá nunca Sam se cruce con los de Los otros. Debo decir que nunca tuve una experiencia paranormal, pero si hay fantasmas espero que sean graciosos y nos pasen actualizaciones de cómo es la vida del otro lado. El tono de Ghosts me recuerda un poco al de Beetlejuice.

-¿Cuál es el espectro favorito de Sam?

-Creo que con Hetty Woodstone tiene un lazo maternal. Como mi personaje ya no tiene a su madre viva, tiene este vínculo especial con esta figura ancestral. Las dos tienen ese deseo de conectar, aunque se la pasen peleando la mayor parte del tiempo.

-Dijiste que no tuviste una experiencia paranormal. Con dos temporadas y una en camino sobre el tema, ¿estás más atenta a esa posibilidad?

-Definitivamente. Y estoy más abierta. Antes era de las escépticas, ahora estoy como “si hay alguien allá afuera, por favor avísenme antes”.