Esta semana hubo fuertes críticas al gobierno porteño por el programa ACAP (Actividades de Aproximación al mundo del trabajo) establecidas de modo obligatorio para estudiantes de los secundarios en la Ciudad de Buenos Aires. De acuerdo con esta iniciativa, los alumnos y alumnas de los últimos años tienen la obligación de realizar prácticas en empresas públicas o privadas.

La polémica se inició en redes sociales cuando se viralizó la foto de un joven con una pechera que decía «Estoy realizando una experiencia de aprendizaje en Carrefour». Las reprobaciones no se hicieron esperar: a la empresa y sobre todo, al Gobierno porteño.

Uno de los cuestionamientos que más se escuchó es el que señala que estas prácticas violan la ley de contrato de trabajo y que los menores están restando horas curriculares de materias importantes para realizar tareas que casi nunca pueden articularse con lo que están estudiando. Además de que es bastante cuestionable que la actividad se desarrolle sin la presencia de docentes y sin la autorización específica de los padres. Frente a los reproches, algunos funcionarixs de la Ciudad se defendieron diciendo que estas pasantías son una oportunidad para que lxs estudiantes adquieran habilidades y conocimientos prácticos en un entorno de trabajo real.

Me pregunto sin desmerecer a lxs que realizan este trabajo: ¿qué tipo de contenido pedagógico está articulado con la práctica laboral de ser repositor de un supermercado? Según tengo entendido, la elección de la empresa o entidad se vincula con la especialización del ciclo orientado que lxs estudiantes eligen de acuerdo con sus afinidades. ¿Qué interés puede tener un estudiante en realizar un trabajo como este?

Entiendo que lxs alumnxs deben acceder a estas actividades en una amplia variedad de empresas o entidades siempre y cuando estén bajo la supervisión y guía de un tutor o mentor y que se lleve a cabo una planificación cuidadosa para garantizar una experiencia de aprendizaje enriquecedora y segura. ¿Quién puede asegurar cupos para las camadas completas de los últimos años para que todas las prácticas resulten prósperas? Supongo que podrán existir casos exitosos en espacios que tengan para ofrecerles a lxs estudiantes actividades más adecuadas a su formación, pero está claro que es imposible garantizar esto para todxs, por lo que es bastante esperable que muchxs terminen realizando tareas que no tengan ningún tipo de conexión con la currícula ni con su futuro laboral.

La obligatoriedad de una medida tan mal planificada vuelve a poner en foco una discusión que ya se había iniciado el año pasado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Varios centros de estudiantes se niegan a hacer las pasantías porque están muy lejos de representar los valores mencionados por el proyecto. Los propios chicxs dicen que los trabajos que les designan suponen una precarización, que poco aportan a una genuina inclusión laboral. Recuerdo que estudiantes de una escuela de Caballito denunciaban que los habían enviado a una sede comunal en Belgrano (los conocidos CGP) en donde no tenían tareas específicas asignadas, por lo que su experiencia laboral consistió en observar durante horas en pleno frío ¡cómo podaban árboles en una plaza!

Me pregunto entonces: si esta propuesta fue creada para fomentar la inclusión y el aprendizaje de habilidades, ¿por qué los empleos que ofrecen no representan el espíritu del proyecto? ¿Es válido que lxs estudiantes sean obligados a trabajar en condiciones precarias, sin salarios, sin contratos solo para aprobar el secundario? De ser así, la medida se convierte en un recurso no ético que promueve la explotación. En este sentido, una idea que podría llegar a ser beneficiosa está perdiendo su fin social y educativo, ya que la experiencia de los estudiantes en el entorno laboral, en lugar de fomentar el aprendizaje, provoca una percepción negativa en ellxs.

Si el espíritu del proyecto era el de acercar a los jóvenes al mundo laboral, suena más razonable la idea de capacitaciones alternativas que les sirvan para adquirir habilidades prácticas en diferentes áreas. Y si esto es impracticable: ¿por qué no lxs dejan elegir a ellxs? ¡Hicieron tanto hincapié con la recuperación de las horas perdidas de clase! Nos convencimos en pandemia de la importancia del contacto en el aula para asimilar contenidos, ¿y ahora ponemos a estudiantes a reponer latas? Todo indica que el Ministerio está agarrando para el lado de los tomates.