Gustavo Sáenz llegó a la escena nacional de la mano de Sergio Massa, cuando el actual ministro de Economía de la Nación lo escogió para ser su compañero de fórmula en las presidenciales de 2015, apenas meses después de haber arribado a la intendencia de la capital salteña. “Nadie me conocía, era el candidato Massa más Google porque todos buscaban quién era", reconoció en una entrevista tiempo más tarde.

Antes hizo un recorrido dentro del justicialismo de la mano del ex intendente de Salta Capital y ex vicegobernador Miguel Isa. Fue concejal en tres oportunidades y senador provincial entre 2009 y 2013, ese año intentó reelegir su banca, pero cayó en manos del Partido Obrero, que en esa ocasión hizo una elección histórica relegando al oficialismo al segundo lugar en la capital salteña.

En 2015, sin lugar en la estructura peronista, decidió abandonar el justicialismo y unirse al senador Juan Carlos Romero y al ex diputado Alfredo Olmedo, con quienes consiguió la intendencia en el Frente Salta Nos Une derrotando a Javier David.

En las legislativas de 2017, el ahora mandatario salteño apoyó al macrismo, y en 2019, ya fuera de la pelea Juan Manuel Urtubey, formó el Frente Sáenz Gobernador con 14 partidos, entre ellos, el PRO, con el que obtuvo el 53,76% de los votos.

Dos años después, ya más cercano a la gestión de Alberto Fernández, conformó dos frentes que compitieron entre sí para las nacionales: en uno, el del Frente de Todos, puso a una fiel a su gestión como la actual diputada Pamela Calletti acompañando al elegido desde la Rosada, el también electo diputado nacional Emiliano Estrada. El otro frente estuvo compuesto por el ala derecha de su gobierno, pero ya por fuera del PRO.

Su gestión estuvo marcada por el personalismo, construyó una imagen de un gobernador hiperactivo y al frente de todas las gestiones y conflictos, algo de lo que se jactó en más de una ocasión, como en la apertura de sesiones legislativas de este año cuando repitió en más de una oportunidad que siempre dio la cara ante la adversidad, mientras les reclamaba a sus detractores esa falta de acción, “nunca los vi a ninguno de los que criticaban llevar un bidón de agua”, sostuvo. 

Desdibujó la figura de sus funcionarios a tal punto que muchas veces le jugó en contra, como cuando en medio de la pandemia de coronavirus y ante una situación sanitaria desesperante, se golpeó el pecho ante las críticas y pidió que lo culpen a él por todo lo que estaba sucediendo: “si ustedes creen que yo tengo la culpa, cúlpenme a mí. Si ustedes creen que es culpa mía todo lo que está pasando, si les hace bien descargar su odio, cúlpenme a mí, pero cuídense y acompáñenme en las medidas que estamos tomando”.

Este verano, acorralado por el malestar social devenido de los problemas cada vez más acuciantes para prestar un correcto servicio de agua potable, sumado a una nueva ola de muertes de niños de comunidades originarias en el norte, aprovechó también la apertura de sesiones para volver a autoflagelarse: “yo tengo la culpa de que no haya agua, de la sequía, de la pandemia”, expresó a los gritos mientras se golpeaba el pecho.

A su vez, permanentemente desde que llegó a la gobernación, intentó despegarse de las grandes coaliciones nacionales resaltando su “salteñidad”. Siempre mantuvo una muy buena relación con el gobierno de Alberto Fernández y sus ministros, quienes hasta la semana pasada visitaron Salta y se mostraron junto al gobernador firmando convenios y aportando cuantiosas sumas para obra pública. Sin embargo, a la hora de definirse, optó por buscar “la bendición de Dios”, como destacó en su discurso de apertura de sesiones en la Legislatura salteña, y no colgarse “de la pollera ni del saco de nadie”.

“No quiero a ningún dirigente nacional, nunca lo quise, que venga a levantarme la mano y diga que soy el candidato de los salteños, quiero que los salteños me levanten en andas y digan que es Sáenz el gobernador de todos y cada uno de los salteños”, destacó en esa oportunidad.

Pero además de la política, el reelecto gobernador salteño tiene una pasión que no puede ocultar, su amor por el folclore y sus imitaciones de Sandro. El mandatario no deja pasar oportunidad para subirse a algún escenario, o interpretar canciones del Gitano que rompió corazones en las décadas del 70 y 80.