Anhelina Bosko tiene 19 años y una carrera profesional como patinadora sobre hielo que empezó en Moscú, donde la naturaleza se encarga de que el hielo sea el tapiz de fondo del paisaje, y se desarrolla actualmente en una de las pocas pistas de nuestra Capital, en Rivadavia y Nazca, rodeada de cemento y miles de líneas de transporte.
Eso no la perturba, dice, porque quiere estar acá, y ganar por sexta vez consecutiva el Campeonato Nacional que se desarrollará hoy en el Luna Park, aprovechando la perfección de la pista montada por el espectáculo Holiday on ice. Anhelina (se pronuncia Angelina, como la Jolie pero se escribe con esa h extraña en el medio) fue Campeona Nacional de Patín sobre Hielo de 2012 a 2016 inclusive. Y desde los ocho años siempre que compitió ganó la medalla de oro. Por supuesto está primera en el ranking y en el último minuto compite siempre con la misma patinadora, María Andrea An, de quien es amiga personal y con quien comparten horas de entrenamiento y charlas. “Pero de eso no hablamos”, dice, y se ríe. Se refiere a la competencia feroz que se produce en el último minuto, cuando la coreografía final, la más larga, define el premio frente a jurados internacionales.
Pero yendo al principio, Anhelina tiene una ventaja que otras no tienen: se formó en Moscú, donde su familia (de origen ucraniano) emigró cuando ella tenía seis años. Dos le bastaron para aprender el deporte, que allá es patrimonio nacional. Angie no sabe ucraniano pero habla perfecto el ruso. Sí la geografía define con mucha pregnancia el deporte que se practica en cada región, el patín es en Rusia como en Argentina el fútbol. Las grandes superficies de hielo, impolutas la mayor parte del año, hacen de las pistas lo que para nosotros es el potrero. Nuestra pampa marca pasto y barro, ellos tienen blanco estático, donde los niños pueden deslizarse hasta con zapatillas comunes. La destreza se adquiere rápido y ahí estaba Anhelina formándose todos los días, después de la escuela. De su paso por las aulas y su vida en general como una moscovita (su impronta y rasgos son perfectamente asimilables al de una chica rusa) no se acuerda nada, pero sí de esas tardes de entrenamiento, duro y bastante estricto, donde las nenas ya empiezan a competir en plasticidad, equilibrio y destreza para hacer los saltos, lo que define en pocos años si podrán ser profesionales o meras practicantes. Corría el 2004, Angie prendía la tele y el hielo se imponía como nuestra cancha grande. “La primera vez que salí a la pista me caía como todo el mundo, no es que tuve una disposición natural al equilibrio. Tenía anginas recurrentes y un pediatra recomendó patín para sanar y así fue: nunca más tuve un grado de fiebre. Allá está lleno de pistas, grandes, olímpicas. No es como acá que hay tres” explica.
–¿Crees que sos tan buena porque aprendiste allá?
–Sí pero mi mayor avance fue acá. Mi entrenador, Sergio Rybnikov, es ruso y hablamos en ruso entre nosotros (las otras chicas no). La base de mi entrenamiento tiene la impronta del método de allá.
Después de vivir en Rusia, Anhelina se quedó con sus abuelos en Buenos Aires. Sus padres viajaban por todo el mundo y ella se apoyó en el patín para no extrañar tanto. Era su prioridad. Se crió en Almagro y corría del colegio público a la Escuela Rusa de Patinaje sobre Hielo. “Es un deporte complicado, tiene cierto riesgo, implica estar todo el tiempo parada sobre dos cuchillas finitas así que el equilibrio es clave, se necesita fuerza y se nota mucho cuando quien patina no lo siente. La gente piensa que las profesionales no nos caemos, y nosotras nos caemos mínimo 20 veces en cada entrenamiento. Lo importante es levantarse. Entreno entre dos y cuatro horas por día, voy al gimnasio y hago expresión corporal, más prácticas de coreografías sobre hielo que son parte de la rutina”.
El año pasado ganó con “Fantasy”, un tema del violinista Edvin Marton, a quien conoció cuando él musicalizó la gala de su patinador preferido, Evgeni Plushenko, en vivo desde la pista. “Plushenko me encanta porque es muy expresivo, casi un actor. También me gustan Adelina Sotnikova y la norteamericana Ashley Wagner”.
Anhelina dice que para destacarse en patín en Rusia hay que ser realmente buena. “Allá están todo el día entrenando entonces hay muchas que son buenas en serio. Además el patinaje sobre hielo forma parte de la educación, el Estado te apoya. Acá no tenemos nada y es un deporte caro para financiarlo en comparación con otros”, afirma, y explica que en nuestro país el deporte está en crecimiento, gracias al trabajo de la Federación Argentina de Patín.
–¿Hay una especificidad del patín sobre hielo en Argentina?
–Muchos elegimos tango para las coreografías porque eso le da una impronta nacional, por más que el hielo no forme parte de nuestra idiosincrasia más profunda. Y hay algo del dramatismo del tango y los pasos de la danza que van bien con la pista. Y también con nuestra forma de ser, ja.