El Rayo Vallecano tiene 93 años y los Bukaneros acaban de cumplir 25. Eran apenas siete en 1992, cuando empezaron a juntarse para ir a la cancha. Antifascistas, militan contra el racismo y el sexismo. Se enorgullecen de pertenecer a la clase obrera. Son hinchas, son ultras, hasta por una simplificación podrían emparentarse con alguna de nuestras barras bravas. Pero no, se trata de un grupo muy distinto. No lucran con el sentimiento futbolero. Hacen campañas contra la homofobia, se preocupan por los vecinos afectados por hipotecas, arman colectas, juntan alimentos. En el club, cuestionan a su dueño. Se resisten a convivir con una sociedad anónima. En febrero pasado rechazaron la contratación de un jugador ucraniano por sus ideas neonazis. Sufren persecución por cómo piensan, por ser de izquierda, pero dan pelea a su manera. En las tribunas y con sus banderas. Cierta vez mostraron una que decía: “Lucha obrera, huelga contra el capital”.
Fuera de España, los Bukaneros se parecen a los seguidores del St. Pauli, un club de la Segunda división alemana. Tan antifascistas como ellos. O a los del Livorno italiano, igual de comunistas que su máximo ídolo, Cristiano Lucarelli. En su país hicieron lo que llaman “la hermandad” con los hinchas del Cádiz, que se definen como las Brigadas Amarillas. Un equipo al que siguen los obreros del puerto andaluz.
En Vallecas, al sudeste de Madrid y donde se levanta el estadio del Rayo, la desocupación es alta. Pero también es alta la conciencia de clase de sus hinchas que ocupan una tribuna cabecera. En sus acciones solidarias suelen comprometer a los jugadores del equipo. En el plantel actual hay tres argentinos: Oscar Trejo, Francisco Cerro y el arquero juvenil Ezequiel Navarro Montoya, hijo de Carlos, aquel que se destacó en Boca entre 1988 y 1996. La temporada 2017/18 los encontrará en la Segunda División.
Los Bukaneros suelen profesar su odio eterno al fútbol moderno. Dicen que apesta. Detestan el marketing aplicado a los colores. Por eso venden camisetas a 10 euros, se ríen de ese acto de rebeldía. En su página web describen las acciones que realizan: “Coherentes con nuestras ideas, renunciamos a ver a nuestro equipo siempre que la televisión le impusiera jugar en viernes. Ante Castellón y Nástic, con el Rayo jugándose la salvación, el fondo (por la tribuna) permaneció vacío”.
Aquel embrión de siete hinchas en el ‘92 se transformó en decenas. Después alcanzó varios centenares y hoy es el grupo con más predicamento dentro de toda la afición, como dicen en España. “Todos estos años de historia se han basado en la lucha y defensa de nuestro equipo, nuestro barrio y nuestra forma de entenderlo, siempre limpia de racismo y fascismo, valores tan alejados de nosotros como de lo que el Rayo Vallecano representa”, escribieron en un comunicado.
Los Bukaneros están enfrentados con el propietario y presidente del club, Raúl Martín Presa. Era previsible. Es un empresario gráfico, vinculado al Opus Dei, como la familia Ruiz-Mateos que le vendió la institución deportiva por módicos 600 euros. Seis de los 13 hermanos del conocido clan, fueron condenados cada uno a seis años de prisión por estafa agravada y alzamiento de bienes en la compra de hoteles. La sentencia es de julio pasado. Estos enjuagues del grupo Nueva Rumasa, como se lo conoce en España, no impidieron que la SAD controlante del modesto club madrileño comprara la franquicia de un equipo de fútbol en Estados Unidos. Se trata del Rayo Oklahoma City que compitió en la segunda liga de EEUU, por apenas un par de temporadas hasta que desapareció. Cuando el Rayo de Vallecas descendió en 2016 -tras cinco campeonatos consecutivos en Primera-, dejó de pasarle dinero a su versión americana. Simple: se le achicó muchísimo la torta de los derechos de TV que recibía por jugar la Liga más importante de Europa, con figuras como Messi y Cristiano Ronaldo.
Sobre estas maniobras ruinosas sobrevoló la figura de Javier Tebas Medrano, el presidente de la Liga Española. Medios de ese país informaron que él convenció a Presa de que invirtiera en Estados Unidos. Es el mismo dirigente que viajó a Buenos Aires para ponderar las presuntas virtudes de la Superliga. Fue socio de Marcelo Tinelli en el club Badajoz, y cuando vino al país dijo que el futuro torneo argentino podría valer unos 354 millones de euros. “Hay que hacer asociaciones organizadas y no corruptas”, sentenció.
Los Bukaneros sufrieron en carne propia los embates de este halcón con ideas más que derechistas. Cuando en febrero pasado lograron frenarle a Presa la contratación del delantero ucraniano Roman Zozulya, se dieron cuenta. La agrupación de hinchas se enteró de que el jugador -cuyo pase pertenece al Betis- se había fotografiado en las redes sociales con la imagen de Stepán Bandera, el más conocido de los colaboracionistas nazis de Ucrania durante la Segunda Guerra. También que simpatiza con Pravy Sektor, un grupo neonazi del mismo país. O que se retrató portando armas. Esa exposición de sus simpatías le valió un cartel de bienvenida que decía: “Vallecas no es lugar para nazis”. Zozulya tuvo que irse. Tiempo después lo rechazarían de dos clubes en Suecia por la misma razón. Ahora se entrena con su equipo de Sevilla.
Enterado Tebas del comité de recepción que los Bukaneros le armaron al delantero, amenazó con querellarlos como presidente de la Liga: “No se puede etiquetar a una persona por su ideología. La tolerancia de un país se demuestra siendo tolerante”, explicó. “Yo de política no hablo porque no sé”, se hizo el inocente Presa, el mismo que les retiró los abonos a 17 hinchas porque lo criticaban desde una tribuna.
Es difícil no hablar de política o de los problemas sociales en el barrio de Vallecas. Predominan las ideas de izquierda entre la clase obrera. Su concientización y sus valores se perciben en la defensa del club. Con los Bukaneros como vanguardia.