Con el fin de la regulación inmigratoria norteamericana “Título 42” el jueves pasado, desde hace semanas hay una acumulación muy grande de personas en la frontera de México con EE.UU. para cruzar al norte, legal o ilegalmente.
Se temía un aluvión –dato fogoneado por los republicanos-- y acaso incidentes durante el fin de semana pasado, algo que no sucedió: los inmigrantes intentando cruzar se redujeron a la mitad ante la evidencia de que no hubo flexibilización del ingreso a EE.UU. con el cambio normativo.
Esto no le quita dramatismo a la situación: los centros de detención y procesamiento de migrantes en la frontera sur de EE.UU. no se desbordaron, pero continúan por encima de su capacidad.
El cambio normativo
El caducar el Título 42, vuelve a regir el Nro. 8, que igual es muy duro: quienes venían ingresando ilegalmente antes de la pandemia, eran detenidos y procesados. Luego de cierto tiempo, gran parte de ellos era deportado con un castigo extra: los expulsaban a México por la otra punta del mapa, respecto de dónde habían entrado, como forma de compelirlos a que no lo volviesen a intentar (el Título 42 fue lo mismo que ahora, pero la expulsión era casi inmediata para casi todos, por la salida más cercana).
El otro aspecto que cambia al volver el Título 8 es la situación legal. Con el 42, los inmigrantes entraban a EE.UU. y los expulsaban muchas veces, según los casos. Ahora, quien sea expulsado y reintente entrar, será procesado –se evalúa su caso-- y de ser devuelto, queda imposibilitado de poder volver siquiera a aplicar un ingreso legal durante 5 años. Incluso podría ser condenado a la cárcel.
La burocracia digital
Para entrar al país legalmente, decenas de miles de personas por día –de casi toda Centroamérica, Venezuela, Colombia, Ecuador, África y Asia— deben pedir turno para una entrevista a través de una página web de inmigración. Para los casos de asilo hay una APP nueva que casi siempre saturada: suelen tardar meses en conseguir la incierta cita (hay mil turnos por día). Entonces quedan varados meses y años en México, viviendo en albergues oficiales y en la calle, a veces con ancianos y niños.
Hasta hace poco, la estrategia más común era cruzar a la vista de todos –frente a la Border Patrol estacionada del otro lado del río y hasta del lado sur del muro de metal--para ser detenido e interrogado: incluso los inmigrantes hacían fila para entregarse. Entonces los expulsaban y lo volvían a intentar, como en una ruleta. Ahora esto ya no es una opción conveniente: la ruleta es digital con la página web. Y de ser rechazados al cruzar ilegalmente, quedan fuera de juego por cinco años.
Conseguida la cita, les exigen tener a una persona en EE.UU. asentada legalmente que se vaya a ocupar de ellos –deben darles alojamiento y comida-- y no tendrán papeles para hacer trabajos en blanco. Y les entregan un teléfono para que se reporten con videollamada regularmente y una tobillera para garantizar que no salgan de la ciudad que los recibe. Hay “ciudades santuario” como Chicago y Nueva York, generalmente gobernadas por demócratas, que son menos estrictas en esto.
Como el viaje y el tramiterío legal cuestan miles de dólares y es engorroso e incierto, antes de entrar a EE.UU. muchos optan por contratar a un “coyote”, la mafia del tráfico de personas. Esta opción para "torear la migra", solo a veces funciona y es de sumo riesgo por la posibilidad de morir de hambre y sed, o asesinado por esa mafia propensa a las estafas: el inmigrante puede perder todo su dinero y terminar deportado.
La voz oficial
El secretario de Seguridad Nacional de EE.UU, Alejandro Mayorkas, declaró el lunes que "nos hemos estado preparando para esta transición durante meses y hemos ejecutado nuestro plan de forma consecuente". A principios de la semana pasada, las autoridades arrestaban 11.000 migrantes diarios, pero tras la implementación de las nuevas medidas, los números cayeron a 6.200 detenciones el viernes y 4.400 del sábado.
El encargado de ejecutar la política inmigratoria recordó que a partir de ahora, quienes crucen la frontera sin un permiso migratorio o sin haber pedido asilo en los países por los que pasaron, serán deportadas de forma rápida. Y si reinciden, se les prohibirá la entrada por cinco años. "De hecho, ya hemos expulsado a miles de personas que llegaron a nuestra frontera sur. Estamos haciendo cumplir nuestras leyes de inmigración bajo el Título 8", afirmó. Es decir que entre los requisitos para entrar pidiendo asilo, está el de haber pedido ese permiso en otros países, que de ser aceptado, sería un problema para esa persona porque su objetivo es llegar a EE.UU. donde suelen tener amigos y familia.
A pesar de las nuevas restricciones, Mayorkas negó que la política migratoria de Biden se asemeje a la de Trump. Dijo que el Gobierno actual ha implementado "la mayor expansión" de vías legales para migrar a EE.UU. en la historia.
El oportunismo republicano
El Partido Republicano intenta sacar rédito. Varios senadores vienen lanzando noticias fake en redes sociales, denunciando que Biden habría abierto las puertas de la frontera de par en par, lo cual ocasionaría un aluvión de gente, incluyendo narcotraficantes y pandilleros. Esto trajo un doble efecto: miles de inmigrantes ven la noticia y se acercan a la frontera, cruzando incluso el terrible “tapón del Darien” desde Colombia a Panamá a través de la selva.
Así como en el frente externo esas mentiras generan falsas esperanzas, en
el interno el votante sufre miedos también ilusos que sirven para ganar votos
en favor de quienes vendrían a “cerrar más las fronteras y garantizar la
seguridad de los norteamericanos”. Y corren al Partido Demócrata por derecha,
el cual para no perder votos, debe demostrar un freno muy duro contra la
inmigración que tanto necesita EE.UU. como mano de obra barata y de servicios.
Los otros ganadores son los “coyotes” cuyo servicio se encarece y va de 5000 a 12.000 dólares por viaje.