El secretario de Comercio, Matías Tombolini, cruzó al presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (Amcham) y de JP Morgan, Facundo Gomez Minujín, quien criticó “el ingreso a cuentagotas de insumos para la normal producción de nuestras industrias” y fue más lejos al asegurar que Argentina estaba “al borde de una nueva crisis”. "Lo que manifiesta el presidente de JP Morgan es mentira. Las autorizaciones de importaciones desde que se implementó el sistema SIRA (oct 22-abr 23) son 12 por ciento superiores al mismo período del año anterior", aseguró el funcionario. "El crecimiento de la industria que dio a conocer Indec (3,1 por ciento interanual en marzo de 2023 y 3,4 por ciento respecto al mes anterior) sólo es posible porque están los insumos", agregó luego en su cuenta de Twitter. De este modo, la polémica quedó planteada.
El 12 por ciento citado por Tombolini se refiere a la cantidad de pedidos aprobados y no al monto en divisas involucrado. La modalidad para importar en el actual contexto supone un anticipo de las compras (las empresas adelantan importaciones buscando minimizar el impacto de la devaluación cambiaria del dólar oficial) y el endeudamiento con casas matrices o bancos extranjeros de modo de poder compensar el retraso que supone el SIRA.
Otras patas de este movimiento son el tomar deuda en pesos para demandar los dólares por importación al BCRA, aprovechando el rezago de las tasas de interés de los préstamos privados en pesos versus el efecto cambiario. Y en muchos casos la sobrefacturación para hacerse de dólares al tipo de cambio oficial y luego venderlos en el CCL obteniendo una diferencia.
En el primer trimestre de este año el pago de divisas para importaciones a través del Mercado Oficial totalizó unos 14.800 millones de dólares, considerando también el pago por fletes, según datos del BCRA. Mientras que las compras externas de bienes ingresados por Aduana alcanzó a 17.180 millones de dólares. Estas últimas siguen el criterio devengado y las primeras el criterio “caja”. Las importaciones efectivamente abonadas fueron menos, lo cual significa que 2.400 millones permanecen como deuda por importaciones entre las subsidiarias argentinas y su casa matriz, o deuda de empresas pyme con sus propios proveedores.
Ese monto, indicaron a Página 12 desde la UIA, se ha ido incrementando cada vez más. En el acumulado anual, al último mes de marzo, sumaban 9.800 millones de dólares de endeudamiento neto de importadores, según datos oficiales, mientras que a diciembre de 2022 esa cifra era menor en 1.200 millones.
A su vez tanto medidas en base caja como devengadas, las importaciones de bienes disminuyeron en los últimos dos trimestres si se las compara con igual período del año anterior. En 8 y 13 por ciento interanual cayeron las adquisiciones externas medidas en base caja en el cuarto trimestre de 2022 y primero de 2023, respectivamente. Medidas con el criterio de Aduana, retrocedieron 2 y 4 por ciento, respectivamente.
Hay un freno importador, pero desde las centrales empresarias no están culpando al gobierno por discrecional, como ha ocurrido con otras gestiones de Comercio, sino que reconocen que hay una administración más fina y que además se atraviesa un contexto de fuerte escasez de divisas e incertidumbre por el año electoral.
Desde UIA reconocen que “es un problema la deuda de importadores que se está acumulando”. Además, en abril de este año el Banco Central estableció un lapso hasta fin de año para vender a las empresas los dólares necesarios para cancelar el pago de los intereses por las deudas comerciales, desalentando aún más el curso importador. Advierten que “en las SIRA hay importadores directos de bienes finales de consumo, pocos bienes de capital y muchos de insumos industriales.”
Al contrastar con datos del Mercado Oficial de Cambios, se advierte que en 2022 el 17 por ciento de las importaciones eran del sector químico (insumos básicos para industria, la construcción, agroquímicos, productos de higiene y limpieza, medicamentos, etc.), el 15 por ciento eran autopartes, 11 por cientos maquinarias y 8 por ciento petróleo. Estos cuatro rubros explicaban la mitad del total importado.
En tanto para CAME, “se nota que la falta de dólares y la sequía frenaron el ingreso de divisas para seguir abasteciendo a la industria” pero también advierten que en la mesa, que comparten con UIA, en la secretaría de Comercio los escuchan cuando llevan casos de urgencia de las pymes que representan.
El Central no sólo dispuso demorar hasta fin de año la aprobación de divisas para el pago de intereses sino de servicios profesionales y fletes involucrados en las operaciones de comercio exterior. Esto último retrasa aún más las transacciones, porque “las empresas que exportan hacia Argentina empezaron a reclamar que los fletes se paguen en el origen.”
Otro obstáculo que advierten de CAME es la reciente negativa del Central para financiar los “pagos anticipados o la vista de importaciones que figuraban como excepcionales (medicamentos, alimentos y bienes de capital) y se pagaban antes de la fecha que autorizaba la SIRA”, esto encarecerá las operaciones dada la evolución del tipo de cambio.
Respecto de los pagos para importaciones de servicios profesionales, puede entenderse la queja de Amcham dado que esa cámara núclea principalmente a empresas del sector alimenticio, de servicios (como Accenture, Adeco y Uber) y del sector bancario.
Devaluación e importaciones
El pago de importaciones que se cursa a través del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA) establece un plazo de 90 días promedio para que el Central venda los dólares a importadores una vez que la mercadería llegó al puerto. El viaje en containers, a su vez, supone otra demora de unos 90 días, de modo que las operaciones involucran un riesgo cambiario de unos seis meses. Por eso muchos importadores se cubren en el mercado de futuros de dólar, comprando un título que asegura un pago en pesos equivalente a la devaluación esperada al momento de fijar estos contratos. La devaluación allí esperada –que a su vez es un dato “sucio” porque el Central interviene en ese mercado- para dentro de seis meses es que se duplique el dólar oficial, y en tres meses –período en el que se cursan el grueso de los contratos- se espera cotice más de 100 pesos arriba que los 237 promedio en lo que va de mayo.
Luego de la corrida cambiaria de abril, el Central aceleró notoriamente la devaluación del dólar oficial. En promedio la paridad subió al 12,4 por ciento mensualizado en las últimas cinco ruedas de la semana pasada, mientras que la inflación en abril fue 8,4 por ciento y se espera que en mayo acelere. El FMI brega para que estas dos variables se muevan acompasadas pese al riesgo que esto supone: más inflación, dado que buena parte de la industria nacional utiliza insumos importados y los costos de producción se aceleran.
Por otro lado, es negocio sobrefacturar importaciones para acceder a la divisa al precio oficial y luego vender en el CCL. O comprar los insumos al dólar oficial y venderlos en pesos con una cotización CCL. Todas maniobras que habilita una macro un tanto desordenada.