"Estoy completamente segura que la política de reducción de daños es una deuda de los derechos humanos", afirma María Inés González Castro, fundadora de Chill & Safe, un programa de reducción de daños de Mar del Plata que apunta a educar sobre consumo de sustancias y prevenir intoxicaciones mediante testeos con reactivos químicos.
La madrugada del domingo 30 de abril, Leandro Darío Nespral fue con sus amigos a escuchar al DJ argentino Mariano Mellino en Mandarine Park, el predio ubicado en Costanera Norte. Aproximadamente a las dos de la mañana, Leandro fue trasladado en una ambulancia privada al Hospital Fernández, donde llegó sin signos vitales. Sus amigos testimoniaron que había consumido varias sustancias, incluyendo "una pastilla que andan divulgando".
Casos como el de Leandro existen a lo largo de todo el territorio nacional. El más levantado por los medios y que persiste en el imaginario cotidiano es el de la fiesta de música electrónica conocida como Time Warp, en 2016, también en Costa Salguero, donde 5 jóvenes de entre 20 y 30 años fallecieron y decenas debieron ser hospitalizados (seis en terapia intensiva). Rápidamente, como la causa de muerte de los jóvenes se estableció el consumo de droga adulterada. Sin embargo, condiciones del espacio debidas a la mala organización de la fiesta fogoneó los síntomas de aquellos que habían tomado, causándoles la muerte: un espacio sobrevendido, poca ventilación, falta de agua corriente en los baños y emergentólogos sin preparación.
Si pensábamos que esta situación había mejorado después de la tragedia, recordemos que el gobierno provincial se vió obligado a sancionar una ley que impone a los locales bailables ofrecer agua a sus clientes.
Después de la Time Warp, María Inés González Castro sintió que alguien tenía que hacer algo: "si nadie lo hace lo voy a hacer yo. Y agarré y lo hice". Oriunda de Mar del Plata, licenciada en trabajo social, estudiante de psicología, acompañante terapéutica y operadora en adicciones egresada de la SEDRONAR.
Chill & Safe está conformado por una red de profesionales de distintas disciplinas (sobre todo médicos, pero abogados o químicos también) que asesoran acerca de un consumo responsable de sustancias, ya sea a través de las redes sociales, donde reciben testimonios constantemente, y testeos, ya sea de manera particular o en los mismos eventos. Además, realizan reducción de daños tradicional: ir a las fiestas, acompañar y cuidar.
"La gente ya nos conoce en Mar del Plata y me los trae directamente a mí o a mis compañeros. Nuestro trabajo consiste en cuidar. Hidratamos, tranquilizamos. Estamos permanentemente para que no se produzca una situación de descompensación. Articulamos con el sistema de salud del lugar para que los casos que no son tan graves, que no tienen que pasar por enfermería, ya sea una baja presión o un ataque de pánico o ansiedad podamos nosotros actuar e intervenir y que esa persona no pase por enfermería. Sobre todo para que no se colapse tampoco el dispositivo de emergencia de ellos. Nosotros evaluamos que sea un caso no complejo y lo atendemos. Si es un caso para derivar, obviamente se evalúa y se lo atiende ahí mismo, se llama a la ambulancia o se lo lleva a la guardia", afirma.
Al comenzar la fiesta, María Inés se acerca a los emergentólogos y coordinan que los casos más leves los pueden atender ellos. "A veces simplemente es un subidón. Muchas veces los chicos se asustan, si es solamente ansiedad necesitan hablar con alguien. Les tomo la presión y las pulsaciones, me fijo eso y los voy calmando. Se tranquilizan y ya está, terminó la intervención", afirma.
Para la trabajadora social, no quedan dudas de que se trata de una militancia política. "Para mi es tan obvio que es una cuestión de derechos humanos que me cuesta explicarlo. Las sintéticas son parte de todos los consumos que nos propone este sistema consumista todo el tiempo. Es decir, ser funcional al sistema: ahora tengo que dormirme, tomo esta pastillita, ahora me tengo que levantar, tomo esta otra. Para divertirme, lo mismo. Es algo que el mismo sistema propone, es un consumo más. La droga es un producto más del mercado: se circula, se vende y se consume. Que nadie esté haciendo un control de calidad es como que a vos te vendieran leche cortada y nadie se haga responsable. La gente se descompone y se muere, y a nadie le importa", afirma.
Gracias a la prohibición, no existen estadísticas oficiales ni confiables para este tipo de casos. No se sabe a ciencia cierta cuántos jóvenes mueren o tienen complicaciones por el consumo de estupefacientes en fiestas de música electrónica. Además, cuando estos casos salen a la luz, se tiende a culpabilizar al afectado o fallecido.
"Te pongo un ejemplo. Uno nunca diría de la gente que tiene intentos de suicidio "sabía que se podía morir, entonces no la atiendan con mis impuestos". No, se la atiende, se le da un tratamiento y no se la deja ir hasta que no está bien, se contacta con su red etcétera. O cuando alguien tiene un coma alcohólico, atendemos al paciente que llega alcoholizado y por noche llegan a la guardia millones y millones, pero muchísimo más que por otras drogas. Entonces ¿cuál es el criterio?, afirma María Inés.
Muchas veces, las crisis económicas y sociales como la que hoy en día atraviesa nuestro país acentúan o profundizan la relación con las drogas. "Después de la pandemia, muchísimo más. Eso sumado a la crisis, al desempleo, hay muchísima angustia, y la gente necesita en el fin de semana distraerse, y eso muchas veces es tomarse algo para relajarse. A veces te volves loco y te pegas un tiro", afirma.
El caso de la escena electrónica es paradigmático: hace 20 años se trataba de una élite, pero comenzó a ser frecuentado por capas medias y bajas. Hoy en día, es de consumo masivo. "En el consumo también se ve una cuestión de clase, como en todo. Las personas con más contacto y con mejor posición consiguen mejores sustancias o mejor calidad que el que vive en una villa. Además, probablemente la motivación que tiene de consumir por ahí es otra, una población más vulnerada toma mayores riesgos, o busca evadir todavía más su realidad", afirma.
No solamente más gente consume, sino que tambien las drogas son peores ya que son adulteradas. "Qué pasa, el precursor químico (éxtasis) se trae de afuera y es difícil de conseguir, además de caro. Con la crisis del dólar, cada vez es peor. Entonces lo que se hace es adulterar la pastilla con otras cosas: con anfetaminas, con metanfetamina, con catinona, con aspirina, con calcio, con caseína, con viagra. Sustancias que son más baratas, y que encima puede haber peligro de interacción medicamentosa entre esos fármacos que usaron, el éxtasis, y algo que vos estés tomando por tu cuenta. No sé, te esguinzaste el pie y estás tomando algo para el dolor. Listo", afirma.
"Ciertos síntomas pueden ser signos de que no se tomó éxtasis sino una pastilla adulterada. Por ejemplo, visión borrosa, convulsiones, desmayos, no entender cuando te hablan, sentir que saliste de tu cuerpo, alucinaciones", afirma María Inés.
El trabajo de los voluntarios de Chill & Safe es un campo minado. Han sufrido persecusiones por parte de la policía, los dealers, las productoras de los eventos que denuncian. Sus redes sociales están repletas de testimonios de personas que denuncian que los cacharon de manera indebida, que lo sacaron estando inconscientes, que llamaron a la policía. Pero su mayor desafío para realizar su trabajo es el prohibicionismo.
"Al estar prohibido, los productores de eventos pueden o no hacer reducción de daños. Como es algo privado, termina siendo una decisión de un empresario. Es una cuestión de buena voluntad, o de quedar bien con su público. Como el consumo está prohibido y las drogas también, entonces en general el evento dice no se droguen, no lo permito, y te sacan la droga en la entrada, para después vendertela adentro. Pero ellos pueden decir: yo no permito vender droga, entonces no tengo por qué tener una ambulancia", afirma.
A pesar de su fuerte postura de las drogas como un mercado como cualquier otro, Chill & Safe no alienta el consumo ni está a favor de la legalización de las drogas. "Hay gente que piensa que lo que hacemos es apología al consumo, cuando en realidad nos llegan muchísimos mensajes diciendo que por nosotros dejaron de consumir sintético. Al contrario, conocer testimonios te saca las ganas: porque saben que se pueden morir por droga adulterada, porque saben que nadie los va a cuidar, que las muertes se tapan, que se lavan las manos, etc.", afirma.
En cambio, Chill & Safe apuesta por la regularización: establecer límites y parámetros sobre el consumo y que el estado intervenga, como los ejemplos del tabaco o el alcohol.
A falta de un cuidado estatal, solo queda cuidarse individualmente unos a otros. "Lo primero que hay que hacer, siempre, es informarse acerca de todas las estrategias de reducción de daños. Saberte de memoria todos los tips, qué hacer y qué no hacer, y hacerlo, porque con saberlo no alcanza. Después, tener un dealer "de confianza", si eso acaso existe. A ver, por lo menos, comprarle siempre al mismo. En tercer lugar, y lo pongo en tercer lugar porque lamentablemente no hay muchos lugares en donde esto suceda, pero debería estar en primer lugar: testear lo que van a consumir. Después, cuidarnos entre nosotros. Estar atento a tus amigos, y a otras personas que estén con vos en la fiesta. Que ninguno quede solo nunca, aunque se quiera ir, no, no te vas. Por último: militar, regular, quejarse, exigir, escrachar", afirma.
Chill & Safe siempre está convocando voluntarios. "Tenemos una convocatoria abierta. Eso nos ha generado bastantes complicaciones, porque estamos todos muy expuestos. No sabes quién puede ser policía o dealer. Tiene que haber una cuestión de confianza y saber quién es el otro. Pero siempre quise que realmente sea un movimiento, que realmente sea una red, que realmente sea participativo, que sea una comunidad y que todos los que quieran estar puedan hacerlo", afirma. Para participar, solo hace falta acercarse a ellos a través de sus redes sociales, o en persona, en los eventos de música electrónica de la ciudad de Mar del Plata.