Taty Almeida salió a la calle en 1975 a buscar a su hijo Alejandro. Estela de Carlotto, en 1977 después de que secuestraran a su hija Laura –que estaba embarazada–. Buscarita Roa empezó su búsqueda en 1978, cuando se llevaron a su hijo, su nuera y su nietita. Durante estas cuatro décadas, las tres mujeres golpearon a todas las puertas y, junto con sus compañeras de lucha, convirtieron a la Argentina en un emblema de la Memoria, la Verdad y la Justicia en el mundo. Por haber hecho docencia en la lucha por los derechos humanos, Taty, Estela y Buscarita recibieron un Doctorado Honoris Causa en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), que celebró sus primeros diez años de existencia.
En el piano del teatro de la calle Sarmiento al 2000 sonaba "Alicia en el país", la canción de Charly García, cuando la sala comenzó a colmarse. La ceremonia recién comenzó un rato después cuando las tres agasajadas se acomodaron sobre el escenario para celebrar los diez años de la UMET, una universidad que alberga a 2 mil pibes y pibas –como contó su rectora, Gimena Vitali– que en el 84 por ciento de los casos representan a la primera generación de sus familias que llega a cursar estudios superiores.
“Yo quiero agradecerles a las Abuelas, las Madres y a todos los organismos porque son parte de todos los valores de esta universidad”, arrancó Víctor Santa María, secretario general del Suterh y presidente de la Fundación Octubre. Hubo años difíciles, dijo en referencia al gobierno macrista, pero también habló del contexto en el que se creó la UMET –cuando Cristina Fernández de Kirchner promediaba su segundo mandato presidencial– y de épocas de esperanzas. “Esperemos que vuelva”, se entusiasmó. “Que la compañera nuevamente pueda ser candidata y presidenta”.
A Nicolás Trotta –que días atrás compartió con CFK la inauguración de la Escuela Justicialista Néstor Kirchner en La Plata– le tocó hacer una introducción, antes de entregar cada uno de los Doctorados Honoris Causa. “Son un faro no solo en nuestro país. Son un ejemplo en el mundo. Lo que hemos hecho los argentinos, gracias a estas mujeres, nos debe llenar de orgullo”, dijo.
La primera en ponerse de pie fue Taty, que se acercó hasta el atril. “Sí, efectivamente voy a hablar parada”, dijo mientras se anudaba con fuerza el pañuelo. “A pesar de los bastones y de las sillas de ruedas, las locas seguimos de pie”, dijo y consiguió la primera ovación. Hubo otra cuando recordó que ella también es docente jubilada. “Si soy una Madre de Plaza de Mayo es porque me arrebataron lo más preciado que tiene una mujer”, resaltó después de emocionarse cuando Trotta leyó uno de los poemas que Alejandro había dejado escrito.
El discurso de Taty fue una interpelación al presente, que tiene deudas no solo con quienes hace más de 45 años reclaman verdad y justicia. “No puede ser que en democracia tengamos presos políticos como Milagro Sala. No puede ser que tengamos una mafia judicial. Han quedado sin investigar aquellos que quisieron asesinar a nuestra querida Cristina Kirchner”, reclamó y los aplausos se hicieron oír.
A Buscarita Roa le entregó su distinción el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus. “Lo que hemos hecho lo hicimos con el amor que tiene una madre o una abuela”, dijo y se disculpó porque no le gusta hablar en público pero remarcó que agradecía con todo el corazón. Le dedicó el Doctorado a todos los nietos que encontraron y a los que aun les falta encontrar.
Las fotos de los 132 nietos y nietas que restituyeron su identidad gracias a la búsqueda de Abuelas se vieron proyectados en el escenario. La nieta de Buscarita, Claudia Victoria Poblete, estaba sentada en una de las filas de adelante escuchando a su abuela que la encontró hace ya 23 años.
Estela de Carlotto se apoyó en un bastón para acercarse hasta el micrófono. Contó que en octubre cumplirá 93 años y que lleva 45 años en la búsqueda. “No hay madre que no busque todos los días al hijo no volvió. Y nosotras buscábamos al hijo del hijo”, relató la presidenta de Abuelas, quien, en 2014, logró encontrar a su nieto, el hijo de su hija Laura Carlotto.
En 1977, se llevaron a su hija y en 1978 le devolvieron un cuerpo acribillado. “Le prometí en su tumba no dejar ni un solo día de buscar a su hijito ni de buscar justicia por sus 30 mil compañeros. Y es lo que sigo haciendo”, subrayó. En la sala, los ojos húmedos se mezclaban con las palmas que se agitaban.
“Hoy, nuestra comisión directiva –siguió Estela– está compuesta por nietos. Los nietos están reemplazando la ausencia de las Abuelas. Somos muy poquitas, por eso están los nietos para que ellos sigan buscando el día que ya no estemos”. Desde el escenario, la escuchaban, entre otros, el dirigente docente Roberto Baradel, el diputado Hugo Yasky y el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti –uno de los nietos encontrados por Abuelas–.
– Pero yo, como fui directora, con el dedo en alto les digo: mientras hay una Abuela, manda la Abuela –confió Estela y se escuchó una carcajada.
“Juntémonos”, pidió la presidenta de Abuelas ante un auditorio en el que se mezclaban funcionarios de gobierno, diputados, dirigentes gremiales y referentes de organismos de derechos humanos. “Este país es maravilloso”, dijo a tres meses de que los argentinos y argentinas vayan a las urnas para votar en las primarias, y agradeció a la vida.
De pie, Taty cerró la ceremonia como cualquier celebración de la memoria que se precie de serlo: con el grito de 30 mil detenidos-desaparecidos, ¡presentes!