Cada vez que le preguntan por el escritor, Ángel Berlanga, autor de Soriano. Una historia (Sudamericana), cuenta que le cambió la vida: en los 80 estaba estudiando Arquitectura, pero no muy convencido de que ese era el camino que quería recorrer el resto de su vida. “La primera novela suya que agarré fue en una librería de usados, Cuarteles de invierno. Y leerlo en notas de El Porteño, o en Página, me mostró posibilidades distintas”, recuerda en charla con Página/12. “Era muy descontracturado, no liga tanto con la figura del intelectual, pero hacía una lectura de la realidad sofisticadísima, porque además llevaba a la práctica el cruce entre cuestiones muy populares. Planteaba en ese entrevere entre política, deporte y literatura una mirada muy integral del mundo. Fue una persona muchísimo más influyente de lo que se le reconoce”, destaca del autor de No habrá más pena ni olvido. De allí nació la pasión de Berlanga por Soriano, que produjo esta biografía coral, construida a partir de múltiples voces que reconstruyen una vida de novela, entre San Lorenzo, gatos, el exilio, amigos, familia y textos literarios y periodísticos.

El libro recorre la vida de Soriano desde Mar del Plata, pasando por Cipoletti, Tandil y su primera vez en Buenos Aires; sus supuestas hazañas futboleras; su entrada en Primera Plana con distintas versiones y un recorrido que lo llevó a formar parte de redacciones como La Opinión y Página/12; su compromiso político aunque no partidario y el exilio; su noctambulismo; la escritura de cuentos y novelas ayudado por sus gatos; la relación con editores y la crítica literaria y su enfermedad. Un recorrido armado a partir de múltiples voces que acompañaron a Soriano y con fragmentos de entrevistas que él dio a lo largo de su vida. Una historia contada desde una polifonía de voces para compartir cada una de sus múltiples facetas: narrador, laburante, compañero, pasional, padre. Cada voz despliega “su” Soriano, a veces contradiciendo lo que él contaba. “Muchas veces Soriano agarraba elementos ciertos pero había otra parte que estaba fabulando”, cuenta Berlanga, “y me pareció lindo que eso esté, que era una picardía querer establecer qué pasó de verdad y qué no. Yo tengo las versiones, y ahí va.”

-¿Cómo fue reconstruir la vida de Soriano desde esa multiplicidad de voces?

-Parte de la demora en la escritura tuvo que ver con no asumir inicialmente que tenía que ordenar el archivo de un modo mucho más exhaustivo del que lo tenía. Primero hay una dificultad respecto a la cantidad de materiales, que el libro debe ser uno en mil. Sin exagerar. Acá hay seis vertientes: las entrevistas que yo hice, las que él dio, la obra literaria, la obra periodística, la correspondencia, y documentación. La bio está armada cronológicamente con un par de inserts, los gatos y San Lorenzo, que son como un descanso, y las señales del comienzo que para mí funcionan como señales para abordar el libro. Fue muy complejo de ir organizando, porque además cuando uno tiene algo más o menos armado, van apareciendo voces nuevas que discuten, o que se insertan en partes que a lo mejor ya tenía escritas... Un lío muy importante.

Ese “lío” lo venía trabajando desde hace algunos años, y la pandemia retrasó la edición del libro, que estaba para salir en diciembre pasado pero decidieron dejarlo para después del Mundial de Qatar. “Yo laburo despacio, y además uno hace mil cosas al mismo tiempo”, ríe. “Crío dos pibes, tengo otros trabajos…”, explica el periodista, docente en Ciencias de la Comunicación de la UBA y coordinador de la agencia de noticias de la carrera, Anccom. “A Soriano le gustaba esta idea de ser testigo de su tiempo desde el oficio de periodista, naturalmente, pero también como narrador, y en ese marco abarcó temas muy diversos de forma muy desprejuiciada, la situación sociopolítica del país y a la vez el fútbol, el box, la televisión. No le esquivaba el bulto a las polémicas, y aunque podía reírse de sí mismo también era susceptible de ofenderse, y reaccionar. Un tipo apasionado con la literatura, por supuesto, que supo perfilarse como personaje, con sus amores y sus fobias”, lo describe.

-En la tapa dice “una historia” y no una biografía. De hecho, hay cosas que cuenta él de su vida pero que otra gente las niega. Y en un par de lugares habla de la memoria de cada uno y la manera en la que va a ser recordado. ¿La vida de Soriano es “novelizable”?

-Todo el mundo que lo conoció dice que era un extraordinario narrador. Yo en algún momento, inicialmente, estaba muy plantado en tren de establecer qué si y qué no, pero después me aflojé porque, por un lado, buena parte de la riqueza tiene que ver con esta cosa de fabular que tiene. Y por otro, muchas cosas que uno piensa que eran verso, terminan siendo ciertas. Él decía que en Independiente de Tandil fue jugador de fútbol, que estaban los Pernía, Vicente que llegó a primera y su hermano, que era mejor. Él cuenta eso... Y después hablé con Pernía y no se acordaba para nada, no tenía la menor idea de quién era (risas). Lo que pescás es el indicio: él iba a jugar a una canchita auxiliar, no sé si en primera.... Era un tipo que sabía contar y lo utiliza para constituirse como personaje, y porque construye buenos momentos a partir de eso.

Sus textos abordan grandes dilemas de nuestra historia en lugares y situaciones cotidianas. Lo mundano para dar cuenta de lo extraordinario. A través de esos planteos se puede ver su lectura de la realidad en momentos en los que tal vez convenía a los escritores dejarla de lado, con personajes perdedores y aun así con el optimismo absurdo que los hace andar a pesar de todo. “Esta cuestión de ser testigo de su tiempo complementa muy bien sus dos vertientes de periodista y escritor. Sus novelas dan cuenta de su tiempo”, analiza Berlanga. “En sus personajes veo una especie de patrón entre el entusiasta y el escéptico, que creo que son constitutivas de él también”, afirma y ejemplifica: “En novelas como Una sombra ya pronto serás, la rutera en la que están Zárate y Coloccini, para mí son dos versiones de él mismo: por un lado el analítico, escéptico, medio perdido; y por el otro el entusiasta, que no hay que clavar el freno y hay que mandarse. Creo que eso está en su carácter también, de distintos modos ese tándem va atravesando su narrativa.”

-El padre era antiperonista y empleado del Estado, él no militaba en ninguna organización ni partido pero tenía un compromiso político fuerte, estuvo exiliado, y sus novelas tenían un trasfondo político que eran parte importante de esas historias. ¿Cuánto influyó la política en la escritura de Soriano?

-Era un tipo interesado por el rumbo del país. Apartidario pero de izquierda, porque apenas se pone un poco tibiecita él ya empezaba a cuestionarla. En Francia aplaude la llegada de François Mitterrand al poder y que baje una hora la jornada laboral pero después le critica que no haya bajado más que esa hora (risas). Hay quienes se confunden y creen que es peronista por los cuentos de Los años felices, y quien cree que es antiperonista porque lee No habrá más pena ni olvido. También termina con mucha tirria con Alfonsín... Es un suelto en ese sentido. Apoya a las Madres de Plaza de Mayo porque siempre estuvieron en el mismo sitio y abominaba de la dictadura, a la que calificó como “el mal absoluto”. Y creo que es sobre todo un antineoliberal, entiende qué pasa apenas desembarca el neoliberalismo a fines de los 80. Lo decodifica al toque. Es muy didáctico para contar y para advertir las trampas que se proponen desde los discursos políticos más promocionados.

-Soriano era un apasionado del fútbol y los gatos, y eso está abordado en el libro en dos capítulos. ¿Qué papel jugaron en su escritura?

-Creo que, en parte, tienen que ver con constituirse como personaje. Ahora se ve más, pero en esa época decir que el fútbol te gusta tanto o más que la literatura, o decir que los gatos son médiums, o que observar un gato es decisivo para tal o cual novela son cosas que creía que eran así, y esos rasgos poco científicos o refinados -sobre todo en esa época-, era bastante de avanzada. Era algo que contribuía a su popularidad. Me parece que en ese momento se leía como un rasgo demagógico, y hoy lo veo muchísimo más, y aquello termina resultando de avanzada. Esas son las cosas que no se le terminan de reconocer como protagonista de esa época. No vamos a decir influencer, pero era alguien que realmente era muy influyente. Para mí, su impronta, todo lo que traía cuando se fundó Página para mí es vital, creo que tiene en su ADN a Soriano.


Un llamado de trasnoche

Formado en la bohemia del periodismo de los 60 y los 70, Soriano se acostumbró a transitar la noche para escribir y conversar. Muchas son las anécdotas con gatos, recorridas luego del cierre de alguna edición o conversaciones telefónicas a horarios poco habituales. De hecho, es el caso de la única vez que Berlanga pudo hablar con su biografiado, muchos años atrás. 

“Una noche lo llamé a las 2 de la mañana. Tenía fama de acostarse a las 8 de la mañana, entonces me pareció más apropiado llamarlo a esa hora que al mediodía, que sería para una persona normal entre comillas”, bromea. “Hablamos 15 minutos. Yo buscaba una entrevista porque estaba cursando en TEA. Fue muy amable, charlamos muy naturalmente, pero tenía un viaje por delante, entonces me propuso que lo llamara a la vuelta, pero no lo llamé porque no tenía dónde publicarlo, y además porque él estaba híper tapado de cosas. No me pareció bien molestarlo”, se excusa y promete: “Siempre pienso que tengo que escribir una ficción con ese llamado, delirarla por algún lado, tengo algunas ideas... En algún momento”, concluye.