El 14 de mayo de 1983, dos hombres de mediana edad departían en el bar Magnum, en la ciudad de Rosario. Eran los meses finales de la dictadura y allí se produjo el último gran hecho de resonancia del terrorismo de Estado en retirada, un doble crimen que no pudo ocultarse pese a los intentos de hacerlo pasar por un enfrentamiento.
Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi fueron sacados del bar por una patrulla del Ejército. Sus cuerpos aparecerían tres días más tarde en el partido de Zárate. La versión oficial indicó que sus muertes habían sido por un tiroteo, pero habían sido fusilados, y la dictadura en descomposición fue incapaz de frenar el escándalo.
Argentina, abril de 1983
Para ese momento, el país se preparaba para la apertura democrática. Raúl Alfonsín ya había lanzado a fines de abril la denuncia de un “pacto militar-sindical” por el cual la cúpula del sindicalismo peronista cubriría la retirada de los militares del poder. El régimen agonizaba desde la derrota de las Malvinas y Reynaldo Bignone apenas tenía una misión como último dictador: llamar a elecciones, entregar el gobierno a un civil y evitar la revisión de los crímenes y las torturas.
El movimiento de derechos humanos mostraba una visibilidad inocultable, sobre todo las Madres de Plaza de Mayo. Asomaban los relatos subterráneos del terror: los vuelos de la muerte y la apropiación de niños nacidos en cautiverio. Y el periodismo informaba sobre la aparición de fosas comunes. El 28 de abril, mientras el peronismo desmentía cualquier entente con los militares, la dictadura dio a conocer el “Documento Final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo", por el cual declaró muertos a los desaparecidos. Fue el paso previo a la autoamnistía de septiembre.
Al día siguiente, cayó en Córdoba Raúl Yager, de la conducción de Montoneros. Lo emboscaron en la Ruta 9 y murió acribillado. Tenía 35 años. Los militares tomaron nota de la caída de un integrante de la mesa chica de Montoneros y sospecharon de actividades en el país por parte de la organización.
Las víctimas
Osvaldo Cambiaso había nacido en 1941 en la provincia de Santa Fe. Se recibió de ingeniero químico y se acercó a Montoneros. Cayó preso en 1971 después de un tiroteo. Le dieron once años de cárcel y se benefició de la amnistía de 1973. Lo volvieron a detener en 1975: pasó por Rawson y Caseros y lo liberaron en noviembre de 1982. Sufría del corazón y la presión internacional consiguió su libertad. Le decían “El Viejo”.
Oriundo de La Plata, Eduardo Pereyra Rossi tenía 33 años. “Carlón”, como le decían, también fue preso en tiempos de Lanusse y, como “El Viejo”, recuperó la libertad la noche del 25 de mayo de 1973. Entonces era estudiante de filosofía. En 1975 coordinó las acciones de prensa de Montoneros. Para cuando llegó la dictadura, era el responsable de la Columna Sur. Se exilió en México y, siendo parte de la conducción de Montoneros, participó de la Contraofensiva.
Los dos compartían mesa en el bar Magnum cuando un grupo del Ejército entró y se los llevó. A las pocas horas se denunció la desaparición. La novedad sobre el destino de ambos llegaría el 17 de mayo, con la aparición de los cadáveres en un descampado, al costado de una ruta en la localidad zarateña de Lima. Tenían impactos de bala.
El ministro del Interior, general Llamil Reston, no dudó en dar veracidad al informe policial, que habló de un enfrentamiento. Mientras, Bignone viajaba a las provincias del norte, castigadas por inundaciones y se trataba de dar por cerrado el hecho, pese al descreimiento sobre lo informado.
"Los fusilaron"
Un día antes de la aparición de los cuerpos, Vicente Saadi se presentó ante el Ministerio del Interior para ratificar la denuncia por las desapariciones de Pereyra Rossi y Cambiaso. El caudillo catamarqueño estaba a la cabeza de una corriente interna del justicialismo llamada Intransigencia y Movilización Peronista.
En septiembre de 1982, Saadi había lanzado un diario, con vistas a la vuelta de la democracia. La Voz fue un matutino que ofició como vocero de una parte del peronismo y crítico de los militares. El diario era producto de una alianza de Saadi con Montoneros. La conducción afincada en México aportaba dinero, con lo que el viejo político no era del todo ajeno a la actividad de sus socios, que en dos semanas habían perdido a dos miembros de la cúpula a manos de la represión.
El 18 de mayo, al informar en tapa sobre la aparición de los cadáveres, y en disonancia con la versión oficial, La Voz tituló con un impactante “Los fusilaron”. En La Voz, el otro diario de los montoneros, Mariano Mancuso remarca que el diario citó a Bignone diciendo que no habían actuado fuerzas policiales, al CELS acusando al régimen y a Saadi apuntando directamente al II Cuerpo del Ejército.
Mancuso reconstruyó la investigación del periodista Dardo Fernández para La Voz. Este fue al lugar donde aparecieron los cuerpos, con la idea de que, llevados del Magnum al mediodía del sábado 14, a Cambiaso y Pereyra Rossi los habían matado a las tres de la tarde. Consiguió testimonios de lugareños que habían visto autos de la policía y escuchado tiros. Y se quedó con una sensación que no pudo poner en su nota, por obvias referencias, ante la presencia ilegal de militantes montoneros en el país: que los dos masacrados no dieron nombres antes de morir. Nadie cayó en los días posteriores.
Los informes médicos desmintieron a la dictadura. Los cuerpos tenían golpes, los habían atado con alambres y las señales de picana eléctrica eran inocultables. Los disparos fatales del “enfrentamiento” se habían efectuado a menos de 50 centímetros.
Todo indicaba que la patota que se había llevado del Magnum a los dos militantes se los pasó a oficiales de la policía bonaerense. Tres efectivos quedaron en la mira y en junio se les dictó prisión preventiva. Uno de ellos tenía 31 años y se llamaba Luis Abelardo Patti. Había aparecido como “Pati” en La Voz del 19 de mayo. Al día siguiente de haber publicado el nombre, hubo una marcha de repudio por los asesinatos; la dictadura habló de “rebrote subversivo” y denunció los vínculos de Saadi con Montoneros. El diario rechazó la especie y no publicó un comunicado de la organización sobre los hechos.
En noviembre de 1983, el entonces subcomisario Patti quedó libre, al igual que el sargento Rodolfo Diéguez y el cabo Juan Spataro, los tres de la Unidad Regional de Tigre. Raúl Alfonsín ya había sido electo presidente. Los policías quedaban impunes, igual que el jefe de Inteligencia del II Cuerpo del Ejército, coronel Pascual Guerrieri, sindicado como el responsable del secuestro.
Patti: intendente y condenado
Patti reapareció en la escena pública a fines de 1990 cuando era comisario en Pilar y dos detenidos lo denunciaron por torturas. Los exámenes médicos probaron que decían la verdad, pero la causa no avanzó, en medio de un inesperado apoyo de los vecinos de Pilar y del entonces vicepresidente, Eduardo Duhalde.
Se debatía sobre la justicia por mano propia (el caso del ingeniero Santos había ocurrido meses antes) y el argumento incipiente de la mano dura contra la delincuencia, con Patti como abanderado, se convertía en la continuación la represión de los 70 bajo el estado de Derecho, con mano de obra de la dictadura y basamento jurídico de antiguos funcionarios del régimen, como Roberto Durrieu.
Al amparo de Duhalde, Patti hizo carrera en el peronismo bonaerense. Fue intendente de Escobar y formó un partido, el Paufe, con el que fue candidato a gobernador en 1999. Su buena estrella se apagó a partir de 2002. Anuladas las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, debió enfrentar varias causas, entre ellas, la del doble crimen de 1983. En 2005 fue electo diputado nacional, pero no se le permitió jurar.
El juicio por el asesinato de "El Viejo" y "Carlón" se hizo en Rosario en 2016. El 4 de mayo, Patti fue condenado a perpetua junto con Spataro. El exdictador Bignone y los agentes de inteligencia militar que fueron parte del operativo resultaron absueltos. La Justicia, aunque no de manera total, había llegado después de 33 años.