La producción de Lauro Campos, se sabe, es prolífica y variada; y la cartelera local lo ratifica con dos estrenos: hoy y mañana serán las primeras funciones, respectivamente, de Encendidos y Llamame Laura; ambas a las 20 en Teatro Odiseo (San Lorenzo 1329), con continuidad prevista para los próximos viernes y sábados de mayo y junio.
“Aunque te parezca mentira, soy un tipo que se aburre dentro del teatro; entonces, voy cambiando. En este sentido, Dios ha sido muy bondadoso conmigo porque cuando me canso de actuar, dirijo; cuando me canso de dirigir, escribo; cuando me canso de escribir, actúo; cuando me canso de actuar, canto. Hago un poco de todo. Y eso es lo que a mí me mantiene en el teatro, porque hacer una sola cosa me aburre mucho”, comenta Lauro Campos a Rosario/12.
Encendidos pone en escena la convivencia fortuita que comparten en un departamento un hombre y una mujer en plena pandemia, con protagónicos de Julio Chianetta y Marisol Martínez; por su parte, Llamame Laura indaga también en la convivencia pero a partir de dos actrices mayores, cuyas dolencias sabrán encontrar una luz; con actuaciones de Celina Bailetti y Raquel Moya. Con el acento puesto en la comedia pero sin esquivar tintes trágicos, Campos escribe y dirige ambas obras.
-Las obras que comparten algunos rasgos, como la convivencia entre dos extraños, por ejemplo.
-Pero en eso tuvo que ver la mano del universo, porque la verdad es que Encendidos se iba a estrenar el año pasado y no se pudo. Es una comedia aparentemente desopilante, el público no va a parar de reírse; pero es una pieza que va más allá. Escrita en la pandemia, transcurre también en pandemia y tiene un conflicto muy de comedia, a partir de este tipo que se le mete en la casa a esta mujer, a quien ha dejado la pareja, que es quien le alquila su parte del departamento al amigo. Realmente parece muy cómico, pero en realidad la pieza habla de lo importante de la flexibilidad entre los seres humanos, y cómo esta pandemia ha dejado de alguna manera muy herida a la humanidad. En ese sentido, ha dejado desconfianzas y miedos; y cuando el miedo se te cuela en la vida, sonás, porque el miedo puede llegar a ser el rey de tu vida. Y eso lo dice la obra. Estos personajes vienen a esta situación tan cómica pero a partir de lo que para ellos es una tragedia; además, arrastran todo un pasado de frustraciones. En el encierro obligado de ese fin de semana, van a aprender otra nueva cosa. Porque esto es lo bueno que tenemos los seres humanos y a veces no le prestamos atención: siempre estamos a tiempo para aprender, es lo maravilloso de la naturaleza humana. Y yo creo que estamos aquí para aprender algo, que todavía no hemos aprendido del todo y por eso nos va como nos va.
-Llamame Laura fue escrita hace un tiempo, ¿no?
-Fue escrita en el 2010 y tuvimos que revisarla, porque tenía parlamentos muy largos, porque yo escribía de otra manera, y porque la vida era de otra manera. Pero la esencia está tal cual. En este caso, estas dos mujeres también llegan a un encuentro pero a la manera de una prueba, para ver si pueden convivir, porque las dos se necesitan tanto emocionalmente como económicamente. Son dos actrices que no tienen un mango y llevan toda una tragedia en sus vidas. En realidad, es una comedia dramática, la gente se emociona mucho porque ellas explicitan específicamente esas tragedias que llevan, y se transforma en una comedia dramática con situaciones en las que el público se va a reír pero también a emocionar hasta las lágrimas. Las dos aprenden de esa convivencia, y también se hacen obligadamente más flexibles.
-Dado el tono de los personajes y las situaciones, ¿cómo trabajás con el elenco?
-Tengo una técnica de trabajo que es típicamente inglesa y eso yo no lo cambio; de todos modos, está bueno contarte que en plena pandemia volví a hacer un curso con (el establecimiento) Gandolfo y volví a repasar todo Stanislavski, y desde el más estricto, que es Strasberg. En la época en que era más docente, trataba de llevar a los actores por este camino mío, pensando en dónde hacer foco en la interpretación para que salga bien, pero ahora soy mucho más respetuoso, he aprendido muchas cosas. Además, estoy trabajando con gente vulnerable, y a lo mejor más que yo. El actor, por naturaleza, necesita toda la amorosidad y comprensión del director: hay que darle tranquilidad, destacar lo que hace, escuchar lo que propone, y hacerle saber que uno lo acompaña. En este caso, trabajo con cuatro grandes de nuestro teatro. Si lo que me proponen no me parece, se los digo y les doy mis razones; es un negociar constante, una búsqueda de consensos que ojalá se buscaran así en la vida real. Por eso, este trabajo con las dos obras ha sido de tanto disfrute. Los horoscoperos me dirán porque Júpiter entró en Tauro. Da la casualidad que los cinco somos taurinos. ¡Nos entró Júpiter y nos dio el poder! Y la verdad es que estoy contento y feliz de haber logado este momento de belleza, que es lo que se busca. Porque uno no elige. Cuando dirijo, no elijo ninguna de las piezas para hacer, sino que las eligen los actores. Yo soy del viejo teatro independiente, cuando no buscábamos personajes con los que nos luciéramos, sino a partir de lo que decía la pieza. Como señalaba Alejandra Boero, tal vez sea una pretensión de trascendencia; creo que allí es donde reside la mística del teatro independiente.