Con poquísimos meses de diferencia, las plataformas de streaming HULU y HBO estrenaron miniseries casi espejadas sobre Candy Montgomery, la mujer que, a principios de los 80’s, asesinó a hachazos a la esposa de su amante en Texas. Este interés por llevar a la pantalla grande y chica las historias de crímenes reales no es nada nuevo, pero en los últimos años hubo una explosión sin precedentes de este fenómeno, que retrata los crímenes más siniestros, retorcidos y obsesionantes del siglo XX.

Desde la serie de Jeffrey Lionel Dahmer de Netflix, el hombre que desmembró a 17 jóvenes afroamericanos, hasta el asesinato de Gianni Versace, retratado en American Crime Story. Una infinidad de series, películas, documentales y ahora también podcasts, (un formato que creció exponencialmente tras la pandemia) captan a una audiencia masiva ávida de sumergirse, (a una distancia prudencial), en estos casos. ¿Qué tienen las historias de true-crime que nos fascinan tanto y no podemos dejar de verlas? ¿Cómo se gestiona la complejidad de contar la historia de un asesino serial sin romantizarlo, humanizarlo o construirlo desde una mirada compasiva? ¿Qué busca, en última instancia, el true-crime?

“Yo creo que el true-crime, y más específicamente las historias de asesinatos, interpelan porque hablan de una de las pocas experiencias que son universales a toda la humanidad, y es que todos nos vamos a morir”, dice Pisandro. Él y Cherry Vecchio son los hosts de “La sexta pata”, un podcast de true-crime hecho en Mar del Plata. Con más de 15 mil seguidores solo en Spotify, que lo escuchan de todas partes del mundo, tiene más de 900 reproducciones en esta plataforma y es uno de los más stremeados en Argentina dentro de este género.

“La muerte es un tema que nos angustia y nos obsesiona y es algo de lo que no hablamos realmente, pero nos afecta a todos y todos tenemos tenemos, de forma más presente o no, la angustia de saber que nos vamos a morir. Por eso no me parece casual que nuestra audiencia sea mayoritariamente femeneidades e integrantes del colectivo LGBTIQ”, sostiene pisandro.

¿En qué sentido?

Pisandro: --Sobre todo la feminidades y las trans feminidades somos quienes tenemos la sombra de la muerte más presente. Es un poco un comportamiento frecuente creer que cuando escucho y presto atención en un producto de true-crime, reduzco las posibilidades de que eso me pase a mí. Irónicamente, este consumo tiene que ver con cierta tranquilidad. Quizás no es algo consciente, pero es una cosa que me parece ahí que que se juega.

¿Qué función cumplen estos podcasts y más precisamente La Sexta Pata, un podcast relatado por dos personas integrantes del colectivo LGBTIQ?

Cherry: --Creo que nuestra función es principalmente entretener, pero también tenemos un rol que creo entra en el campo de la comunicación, esto me parece que pasa por nuestros compromisos políticos (algo que sabemos que no es del todo común en otros podcasts del género).

Basado en hechos reales

¿Será la crucifixión de Cristo una de las primeras historias de true-crime, como se denomina a la cultura pop a los productos de crímenes “basados en historias reales? Al igual que en las películas de terror, este género, que muchas veces se aborda como una bio-pic, cruza varias características que lo convierten en algo adictivo para millones de espectadores, lectores y oyentes a nivel global. La conmoción documentalista de un hecho social disruptivo; la adrenalina de un trhiller; el morbo de un filme de horror; la intriga de un policial; lo inquietante del sadismo y la crueldad y un descenso en espiral a la pérdida del control. Todo este pack, combinado con la posibilidad cuasi voyeur de conocer de cerca facetas inexploradas de sus protagonistas.

¿Todos los crímenes pueden convertirse en material del género true-crime?

Pisandro: --Yo creo, personalmente, que hay una búsqueda en el true-crime que es una construcción de una narración, y eso se diferencia del género policial, que apunta a informar. Cualquier asesinato, robo, estafa, organización criminal puede ser material de true-crime, lo único que tiene que generar es interés, en principio, de la persona que va a armar ese contenido y a partir de eso generar un acto transformativo. Por ejemplo, cuando estás con amigos y pasa algo gracioso, no es una comedia. Ahora, una de las personas que estuvo ahí puede convertir esa situación en un cuento, un guión, etc.

Al igual que como ocurría con los juegos de video híper violentos y las películas de terror, se construyó la idea de que estos productos culturales son tan atractivos porque, de alguna forma, permiten sublimar prudentemente una pérdida de control absoluta y esas supuestas ansias latentes que tiene unx de ¿perder el control y envenenar a tus amigas a lo Yiya Murano? “Abordar el true-crime como una válvula de escape de estos bajos instintos es caer en lo que se decía en su momento de los videojuegos, que era algo donde la gente podía descargar eso, pero también hay quienes dicen que hacen que la gente sea más violenta, sobre todo en Estados Unidos. Cuando en realidad hay otras cuestiones de fondo que no tienen que ver con los videojuegos o el true-crime, que en sí son algo superficial”.

Mientras las películas de ficción nos tranquilizan por su carácter, justamente, ficcional, el true-crime deja un sabor perturbador y genera al mismo tiempo rechazo y atracción, como quien mira una película gore y se tapa los ojos para no ver la sangre, pero al mismo tiempo espía un poquito entre los dedos. Voyerismo curioso, morbo y obsesión escalofriante: ¿dónde está el límite entre narrar un caso y mostrar una imagen humanizada y romántica de un asesino, como ocurrió con la serie de Dahmmer, que fue criticada por la erotización de este personaje?

"No hay que perder de vista que estás hablando de una persona, de un ser humano, que tiene una una historia y una serie de circunstancias. Voy a ser claro: bajo ningún punto de vista justifican ese asesinato. Pero si vos comprendés eso, es casi imposible romantizarlo, pero también es imposible demonizarlo. Porque terminás entendiendo que en un crimen no es solamente algo que pasa entre la víctima y el victimario, sino también es un hecho social que refleja a la sociedad en la que está situada esa violencia que se ejerce; teniendo en cuenta las complejidades que la atraviesan, y qué valor se le da a la vida y la muerte en función de esos paradigmas" concluye Pisandro.