La rutina es un mal silencioso. En cualquier pareja, con el paso del tiempo la naturalización de las costumbres puede volverse tan inevitable como peligrosa. Bien lo saben Andrés (Damián de Santo) y Martina (Julieta Zylberberg), que con 10 años de casados y una hija a cuestas empiezan a acostumbrarse a hacer siempre más o menos las mismas cosas, todos los días. No es que se lleven mal o que estén a punto de estallar, para nada. Es más: ni ellos parecen ser conscientes del piloto automático con el que viven. Hasta que la llegada al hogar de una baby sitter centennial (Luciana Grasso) y un malentendido en redes sociales hace que la institucionalidad “lógica” empiece a tambalear ante una fantasía que se transforma en una posibilidad inesperada, a la vez que concreta. ¿Se animarán Andrés y Martina a hacer algo distinto? Ese es el nudo de Me gusta, la comedia dramática que acaba de estrenarse en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza, con funciones de viernes a domingo.
El tan transitado pero nunca resuelto vínculo de pareja es el eje de la trama de la obra escrita por Alberto Rojas Apel y dirigida por Javier Daulte. En este caso, la pieza se propone abordar un aspecto de las relaciones de pareja que es propio de una generación, a la que se la puede situar entre los 30 y los 50 años: criados por la cultura conservadora de la “familia para toda la vida”, pero lo suficientemente abiertos como para empezar a entender que aquel mandato es un paradigma en crisis. ¿Qué pasa cuando las nuevas formas de amar, las particularidades que adquieren los nuevos vínculos se tienen que poner en práctica por quienes las respetan y hasta promueven discursivamente?
“Me gusta es una comedia dramática, como todas las comedias: si no tiene un drama no resulta graciosa. Me gusta definirla como una comedia luminosa”, arriesga Javier Daulte en la entrevista con Página/12. “Quiero decir -explica el director- que además de ser muy divertida, te pone de muy buen humor. No es solo graciosa y listo, sino que tiene una manera que hace que los espectadores la disfruten y se vayan del teatro con otro ánimo”. Damián De Santo se suma: “Es una comedia bien entrañable y con profundidad temática”. A su lado, Julieta Zylberberg afirma: “Es imposible no sentirte interpelado por lo que le pasa a esta pareja”.
-¿Por qué creen que la identificación va a ser inmediata?
Julieta Zylberberg: -Creo que la obra tiene la virtud de que le plantea una situación a una pareja que más que desgastada está como en una meseta. Ellos no se odian, se aman, pero están necesitando un sacudón para volver a ir para arriba. No es que está todo mal. De hecho, podrían seguir así eternamente, pero con una nena pequeña y tantos años conviviendo necesitan mover un poco las fichas.
Javier Daulte: -No se trata de ver cómo estalla una pareja que está al borde, como tantas veces vimos. Es una pareja que no sabe que está en una meseta, pero que pasa algo que los hace ver que necesitan hacer algo nuevo, salir de ese lugar en el que se encuentran. Justo cuando la rutina amenaza con corroer los cimientos de la pareja, Martina y Andrés reciben una propuesta que podría resultar una tabla de salvación. Pero, ¿se atreverán a aceptarla? ¿O podría ser peor el remedio que la enfermedad? Me Gusta es una comedia clara, honesta y muy divertida que pone al desnudo fantasías y temores de la mediana edad, ese momento en que el amor parece ser insuficiente.
Damián De Santo: -La rutina se transita todos los días, se la vive y se la sufre por igual. Uno debe replantearse todos los días la manera en la que vive con otra persona y tratar de no estancarse, porque si no te abren la puerta y te vas. O al menos planteás el problema en la pareja. En cambio, ellos están bien así, están bien así hasta que sucede algo. Y recién en ese momento se dan cuenta de que no estaban tan bien como creían.
-¿Cuando aparece una tercera en discordia?
J. Z.: -No, no es una tercera en discordia. Más bien la que llega es una tercera en acuerdo. Es alguien más joven, sin compromiso, que viene con otra cabeza respecto del amor, con otras propuestas, con otros caminos habilitados.
D. D. S.: -Es una centennial, con toda su cabeza abierta y su mundo por explorar. Ellos son una pareja moderna, o no a la antigua, el tema es que tienen que convenir qué hacer con lo que sucede.
J. Z.: -Ellos nunca se habían planteado una propuesta así. Deben determinar si tienen la apertura individual y de pareja para pensar si el amor construido se puede reconvertir o asumir nuevas formas sin salir dañados.
J. D.: -Las parejas siempre se ponen a prueba cuando transitan por situaciones bravas o decisiones fuertes. A veces se da cuando aparecen cosas malas, pero muchas otras veces también es en las buenas cosas que suceden cuando las parejas se ponen a prueba. ¿Cómo se atraviesan esas situaciones inesperadas?
-En la actualidad, la sociedad argentina parece haber avanzado en un montón de aspectos, dejando atrás mandatos culturales de otra época. ¿Creen que es así o hay mucha distancia entre lo discursivo y la práctica?
J. Z.: -No sé si es propio de la Argentina, porque vivimos en un mundo globalizado y las culturas de los países capitalistas se van alineando, en mayor o menor medida. Hay una crisis institucional sobre la pareja y de la familia. La generación de mis papás se separaba mucho menos que ahora. Y si tenían hijos, aun cuando no funcionara y vivieran de mal humor, el matrimonio se mantenía inalterable. Ni hablar nuestros abuelos. Los vínculos se perpetuaban hasta la muerte, porque pasase lo que pasase se priorizaba la institución matrimonial. Nuestra generación quedó en un limbo entre aquello y lo nuevo: nosotros podemos empezar a pensar otras formas de amar pero no sin dudas aún.
J. D.: -Cada país está adelantado en algunas cuestiones culturales y atrasado en otras. Lo mismo sucede en Argentina, cuya sociedad está atravesada por la dictadura, al punto que por eso el divorcio tardó tanto en llegar. A la vez, Argentina fue uno de los primeros de los pocos países en donde es legal el matrimonio igualitario. En temas como la diversidad de género somos unos adelantados también: es uno de los pocos, sino el único país del mundo en el que una persona por su autopercepción tiene derecho a cambiarse de género el DNI, sin necesidad de nada más. Hay cosas en Argentina son muy vanguardistas y en otras atrasamos tremendamente.
-Se dice que muchas veces las leyes van por delante de la práctica social.
J. D.: -Somos una sociedad muy psicoanalizada. Por ende, somos muy neuróticos. Tampoco nosotros nos podemos vender tantos buzones. El tema de la pareja abierta, por ejemplo, sobrevuela nuestra cabeza muchas veces como una idea, una fantasía. Muchas veces creemos que queremos una cosa, pero en realidad nuestro inconsciente nos está engañando.
D. D. S.: -Lo que la obra plantea, además, no es una mera fantasía sexual. El abordaje es sobre qué pasa con los afectos, con el amor, con el día después, con la convivencia ante una nueva manera de amar. La obra trasciende la pulsión sexual.
J. Z.: -Cuesta desarmar las estructuras. Yo fui educada en una familia muy tradicional, donde mamá y papá tienen que estar juntos y educar a los hermanos. Y el trabajo es de 8 a 20. Es un chip que tenemos metido sobre cómo se organiza el amor, cómo se organiza la familia y el trabajo. Esa estructura cultural se está rompiendo y rearmando.
J. D.: -Atravesamos deconstrucciones de todo tipo: de los hombres, de las instituciones, de nuestros usos y costumbres.
-¿Y la obra qué plantea? ¿Cuál es la mirada que tiene la obra sobre esa situación puntual de esta pareja?
J. D.: -Me gusta es una obra que plantea que hay que luchar contra los prejuicios. Creo que no dejarnos llevar por nuestros prejuicios es la lucha que nos toca a todos en la vida. Vivir con prejuicios es lo peor que nos puede pasar. Es un mal que nos hacen cometer los peores errores de nuestra vida. La única posibilidad de vencer un prejuicio es pensando las cosas que hacemos y decimos. Más allá de la importancia de las apariencias, del que dirán, de lo que piensan mamá, papá, los hermanos, los amigos… incluso el psicoanalista. Vencer los prejuicios con los que cargamos, pensar libremente cada acto, no dejarnos llevar por lo que se supone que es, es la gran pelea que damos a diario. Cuando uno supera los prejuicios se ve mejor, es más libre y más feliz. Enfocado en el amor, en la obra esto está muy presente.
J. Z.: -En la obra ellos se tratan con mucho amor y es desde ese lugar es que se escuchan. Cada uno quiere que el otro esté bien. ¿Es posible otra forma de amar? Hay un planteo profundo en esa pareja. No es un manotazo de ahogado. El tema es si se animan o no a poder estar mejor cambiando su esquema tradicional, aún a riesgo de poner en peligro lo construido.
D. D. S.: -Uno se casa supuestamente para toda la vida, pero en realidad sabe que durará lo que tiene que durar. Nosotros somos una generación bisagra. Estamos en un limbo: no estamos muy de acuerdo con las estructuras vinculares del pasado y estamos tratando de aprender lo que está delante. Yo tengo 55 años y me siento parte de una generación que se fue adaptando a un montón de cosas. Ser parte de la organización y operatividad del hogar, del acompañamiento de los hijos… Somos una generación atravesada por los cambios. Las nuevas formas de amor y las identidades sexuales de los millennials, de los centennials, de cómo piensan, de cómo analizan el hoy, el disfrutar el hoy… eso también para nosotros es una búsqueda.
J. D.: -Lo interesante de la obra es que no solamente esta pareja se asombra de las novedades que trae alguien de otra generación, sino que esa persona también se asombra de las bondades de la generación que la precede.
J. Z.: -La obra tiene una mirada inteligente sobre el otro. No busca clausurar a nadie. No todo lo nuevo anula todo lo anterior. Escapa al blanco/negro tan en boga hoy. No plantea una lucha generacional.
D. D.S .: -Al contrario. Los tres protagonistas están con el corazón en la mano. Cada uno es genuino a lo que siente, a su miradas, a su miedo, a sus prejuicios.
-Se suele plantear que las nuevas generaciones construyen vínculos más superficiales. ¿Acuerdan con esta ideo o creen que simplemente se trata de relaciones distintas?
D. D. S.: -Hay relaciones desvinculantes, inmediatas, apuntadas al placer, a pasarla bien. Eso es una realidad. Hay mayor libertad, pero esa libertad tiene un precio también.
J. Z.: -Cada momento histórico tiene sus lógicas. Los vínculos tienden a hacer más efímeros. O todo lo que pasa en la vida, en realidad, es más efímero. Pero también es cierto que la búsqueda de la realización personal hoy trasciende el mandato familiar tradicional impuesto. Hoy las mujeres podemos estudiar, trabajar, apostar a una carrera en el mercado laboral, mas allá de la crianza de los hijos. Podemos estar en pareja como no, podemos separarnos que sea un drama. Parece una pavada, pero no lo es.
D. D. S.: -Creo que la mayor libertad hace crecer la autoestima de todos, fundamentalmente de las mujeres. Es una sociedad que aumenta la valoración que cada uno tiene.
Palabra de autor
Me gusta es una obra escrita por Alberto Rojas Apel, el dramaturgo argentino que cuenta en su haber con distintas piezas teatrales, como 10 minutos antes del beso, 10 años después del beso, Te amo más, Globo flotando contra el techo de un shopping, Gotas de agua, Heredia o Mutando Reanimado. En Me gusta, Rojas Apel indaga en el interior de una pareja y en la posibilidad de animarse o no a ampliar los límites de su amor, sin dejar de lado la intromisión de las redes sociales en la vida cotidiana.
Cuenta el autor: “Escribí Me Gusta cuando me di cuenta de que los tiempos estaban cambiando muy rápido y yo no paraba de quedarme afuera. Muchas cosas que siempre di por establecidas se rompían y se reconfiguraban, muchas instituciones, muchas formas de vincularse. Por ejemplo: la pareja. ¿Hay nuevas formas de estar en pareja? ¿Realmente funcionan o son un invento efímero? ¿Son mejores que la pareja clásica? ¿Son exclusividad de la gente joven? ¿Cuándo se es demasiado viejo para probar? El mundo de la virtualidad y de las redes sociales hace que, por un error involuntario, los protagonistas de esta comedia se vean enfrentados a esas preguntas. Y la rutina los empuja a buscar las respuestas abandonando lo conocido y sumergiéndose en la novedad. Mi intención en la escritura fue la de no juzgar, la de tratar de estar abierto a las diferentes posibilidades que aparecían, sin señalar dónde estaba la verdad, si es que hay alguna. Porque, aunque los caminos son diferentes, al fin y al cabo todos los personajes (y también las personas) siempre quieren exactamente lo mismo: estar un poquito mejor.”
El gen argentino
Entre tantas adaptaciones de autores extranjeros que invaden la cartelera porteña, que se estrenen obras de autores argentinos en la Avenida Corrientes siempre es un hecho para celebrar. Todos coinciden en este aspecto. Sin embargo, el origen autoral no basta para hacer buen teatro. “El tema con las obras -comienza a analizar Daulte- es que sean buenas, que sean piezas de calidad. No se trata de si es americana o argentina. Hay obras nacionales buenas y otras extranjeras que también lo son. Incluso, muchas veces pasa que las obras son buenísimas, pero pésimamente producidas, pésimamente dirigidas, pésimamente actuadas. Y le tiramos la culpa de todo al autor, que está mal traducido o adaptado”.
Zylberberg cree que el problema de tanto autor extranjero son las adaptaciones. “A mí me cuesta cuando no están adaptadas ciertas cosas a nuestro lenguaje", confiesa la actriz. "Ver obras a las que no se les cambia ni siquiera el nombre y hablan de George o Bob, en vez de Jorge o Roberto me corre de plano. Pasa también con el humor. A veces como espectadora siento que esas obras me sacan de registro, no me pertenecen ni me identifican”.
De Santo agrega que “el hecho de que sea una obra de un autor argentino tiene otro gustito a la hora de interpretarla, porque no solo hablan de nuestros problemas sino de una manera de ver el mundo que es más cercana”. Cierra Daulte: “Creo que tenemos un teatro con mucho potencial. Buenos Aires es un fenómeno absolutamente fuera de serie, que tiene mejores temporadas, peores temporadas, no hablo solamente de cuánta gente compra en boletería, sino también de la calidad. Pero se estrenan mucho más autores argentinos que en otra época. Tenemos un nivel de producción dramatúrgica fenomenal, con una cantidad de carreras en instituciones públicas como la UNA, la EMAD o la UBA, que cuentan con cada vez más alumnos. No tenemos nada que envidiarle a nadie”.