El objetivo de máxima que se plantea en este momento el equipo económico para 2023 es que la inflación no supere el 150 por ciento y que el PIB no caiga más de 3 puntos. La combinación de un fenómeno disruptivo como la sequía, que le arrebató 20 mil millones de dólares a una economía que ya sufría por la falta de divisas, con la incertidumbre electoral en un escenario de tres tercios, en el que dos de ellos anticipan una devaluación brusca o directamente la dolarización, pone al Gobierno contra las cuerdas.
La acumulación de desafíos impacta en las expectativas de los agentes económicos, que tienden a refugiarse o a especular con el dólar, lo que provoca que las tensiones se retroalimenten. Lo mismo ocurre con los precios. La inflación de mayo se ubicará entre 8,5 y 9,0 por ciento, de acuerdo a las últimas proyecciones del equipo económico. Los funcionarios admiten que más que bajar, el IPC tiene un nuevo piso de 8 puntos mensuales y para el próximo semestre vislumbran la continuidad de la tendencia alcista. Sus cálculos son más pesimistas que los del mercado, que a principios de mes estimó que la inflación del año será del 126 por ciento en la encuesta del Banco Central (REM).
Una razón principal de ese proceso, otra vez, es la insuficiencia relativa de dólares para afrontar una demanda que crece. El dólar agro aportó hasta este viernes 3050 millones de dólares y podría acercar unos 1000 millones más hasta fin de mes, por lo que quedaría por debajo de la pretensión inicial de sumar 5000 millones hasta mayo. El problema es que a partir de junio y hasta las PASO el caudal de exportaciones a liquidar irá en descenso por cuestiones estacionales y porque habrá un repliegue de operaciones a la espera de los resultados de los comicios.
Esa situación repercute sobre la brecha cambiaria entre la cotización oficial y las financieras. El ministro de Economía, Sergio Massa, dispuso la intervención en el mercado de cambios para contener al contado con liquidación y al MEP, de modo que no se amplíe la brecha, pero ello derivó en la generación de negocios especulativos con el arbitraje entre los distintos bonos. Para cortar ese "rulo", el Banco Central se corrió el jueves del tablero y dejó que el dólar MEP trepara hasta 30 pesos en un día. Fue un mensaje a los especuladores de que también pueden perder, pero al costo de agrandar la brecha y aumentar las presiones para una devaluación del dólar oficial.
Sin anclas
Hasta julio del año pasado, cuando Martín Guzmán renunció de mala manera como ministro de Economía, la estrategia del Gobierno para encarar la misión nada fácil de sobreponerse a la herencia de endeudamiento y crisis que dejó Mauricio Macri, a los efectos devastadores de la pandemia y al impacto inflacionario de la guerra entre Rusia y Ucrania era mostrar un paulatino ordenamiento macroeconómico, de la mano de la renegociación de la deuda con acreedores privados y el acuerdo con el FMI.
El objetivo principal era anclar las expectativas cambiarias. Es decir, mantener el dólar bajo control, sumar reservas, achicar la brecha y a partir de ahí promover el crecimiento de la economía con medidas heterodoxas de estímulo y protección a las actividades productivas, en especial la industria. Ese plan, que presentaba logros y fracasos, fue impugnado por un sector sustancial del Frente de Todos, con Cristina y Máximo Kirchner a la cabeza, por entender que el crecimiento se lo quedaban cuatro vivos y que el Gobierno tenía una actitud pasiva en la puja entre el capital y el trabajo.
Las peleas políticas en el oficialismo se exacerbaron después del acuerdo con el FMI, hasta desencadenar las renuncias de Guzmán y Matías Kulfas, los dos principales referentes económicos de Alberto Fernández. A partir de ahí, la endeble estructura se desplomó y cuando el Gobierno intentaba levantarse de los escombros, con un nuevo acuerdo entre el kirchnerismo y el Frente Renovador, de perfil más ortodoxo por las tensiones cambiarias, llegó la sequía y arrasó con todo. La inflación saltó del 64 por ciento interanual en junio de 2022 al 108,8 por ciento de abril de 2023, en tanto que el dólar paralelo subió de 238 a 488 pesos, respectivamente.
El acuerdo con el FMI dejó de ser promocionado como una hoja de ruta, con las metas de reservas, monetarias y fiscales incumplidas por la sequía, más la orientación procíclica del mismo convenio al exigir la contención del gasto público, la suba de las tasas de interés y el aumento de tarifas.
China, FMI, Brasil
La nueva estrategia del Gobierno es tapar lo más que pueda el agujero de dólares por distintas vías. Como se mencionó más arriba, el dólar agro aportará unos 4000 millones -el equipo de Massa hace los mayores esfuerzos para sumar algo más-. El Banco Central, la AFIP, la CNV y la UIF procuran tapar las hendijas para evitar las maniobras especulativas y fraudulentas que sacan divisas con el comercio exterior, el CCL y el MEP, y a la vez incentivan a exportadores e industrias que tienen dólares en el exterior a usarlos para financiar o pagar sus importaciones.
Las otras fuentes son las externas. En este momento las mayores posibilidades para fortalecer las reservas las entrega la ampliación del swap con China. Massa concretaría la misión a fin de mes, pasando del equivalente de 5000 a 10.000 millones de dólares de libre disponibilidad. Las negociaciones están muy avanzadas, según transmiten los funcionarios.
En cambio, las discusiones con el staff del FMI están trabadas. Los responsables técnicos del organismo se muestran inflexibles ante el incumplimiento de las metas y descargan la responsabilidad de aflojar las exigencias del acuerdo en las autoridades políticas del Fondo. En el Gobierno confían que las gestiones del presidente ante Joe Biden y de Massa ante Kristalina Georgieva serán positivas para destrabar desembolsos por 10.000 millones de dólares, pero admiten que esos fondos quedarían encajados para cumplir con los vencimientos con el propio organismo en los próximos meses y no habría autorización para sumarlos al arsenal indispensable para intervenir en el mercado y frenar las presiones devaluatorias.
En ese caso, el arreglo sería una suerte de dispensa por las metas incumplidas, mantendría a flote la refinanciación de la deuda con el FMI, pero no aportaría poder de fuego para neutralizar corridas contra el peso.
En cuanto a las conversaciones con Brasil, desde el gobierno nacional indican que la voluntad política de Lula da Silva para apoyar al país con un esquema similar al que se negoció con China choca con la posición de las autoridades del Banco Central, identificadas con el bolsonarismo, contrarias a dar ese paso. Por lo tanto, consideran que la ayuda por ese lado difícilmente pueda materializarse.
El riesgo Milei
En esta coyuntura de asfixia cambiaria, que Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta anticipen una devaluación fuerte en caso de llegar a la presidencia agrava el cuadro, porque aumenta la compra de divisas de empresas y particulares. Peor aún es la actitud de Javier Milei, quien directamente pretende eliminar la moneda nacional y adoptar el dólar en su lugar.
Si Milei llega a entrar al balotaje existe el riesgo de que inversores y ahorristas cancelen masivamente plazos fijos o fondos en pesos para correr al dólar. Con la tasa de interés en un nivel tan elevado como el actual, el margen de actuación para contener una estapida resulta escaso. "En una semana se puede espiralizar una corrida que nos exponga a una situación de dolarización de hecho", advierten en el gabinete económico.
Quedan menos de tres meses para las PASO. Es el tiempo con que cuenta el Gobierno para dominar una situación de máxima complejidad.