El ministro de la Producción, Francisco Cabrera, admitió ayer que el Banco Central no podrá cumplir con la meta de inflación de 17 por ciento pautada para 2017. Es la primera vez que el gobierno reconoce públicamente el fracaso de su política antiinflacionaria. “Honestamente creo que no vamos a llegar. Vamos a estar en torno al 20 por ciento. Lo importante es la credibilidad del Banco Central”, sostuvo el funcionario sin aclarar cómo podrá hacer el organismo monetario para conservar dicha credibilidad si la primera y única meta que se puso como objetivo no la cumple. El IPC Congreso que promedia las mediciones de las consultoras privadas arrojó ayer una inflación de 2,1 por ciento en julio y 14 por ciento en los primeros siete meses del año, mientras que el Indec dará a conocer el dato oficial el próximo jueves y se estima que también estará en torno al 2 por ciento. Si la inflación de 2017 supera el 20 por ciento estará en línea con la suba de precios promedio que registró la económica durante 2015, último año del gobierno kirchnerista.
El 26 de septiembre del año pasado, el titular del Central Federico Sturzenegger, presentó el Régimen de Metas de Inflación, un diseño institucional que subordina los objetivos de crecimiento, empleo y equidad social al combate de los aumentos de precios. “El Banco Central asume el compromiso de afrontar el objetivo para que la tasa de inflación del año próximo sea de entre el 12 y el 17 por ciento”, aseguró el titular del organismo al inicio de una conferencia de prensa que ofreció aquella tarde. Sturzenegger afirmó, asimismo, que “la principal función del Central es que se cumpla esa meta de inflación” cuya implementación calificó como “sencilla, de no mucha complejidad”. Desde entonces, el titular del Central ratificó la meta fijada en numerosas oportunidades.
“La meta inflacionaria sigue siendo de entre el 12 y 17 por ciento”, sostuvo Sturzenegger el 17 de mayo cuando la mayoría de los analistas ya daba por descartado que pudiera alcanzarse el objetivo. “No vamos a cambiar la meta, porque cambiar una meta es no tener meta”, agregó ese día. Ahora fue Cabrera el encargado de dejar en claro que el objetivo no será cumplido. Sin decirlo explícitamente pero en similar sentido se habían pronunciado en los últimos días el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga. Ambos evitaron reconocer que la inflación superará lo previsto y se preocuparon en destacar que está en descenso y que será la mitad de la que se produjo en 2016.
El riesgo de las metas de inflación es que suele tener efectos recesivos porque subordina todas las variables al objetivo antiinflacionario, pero además numerosos analistas las consideran un dogma monetarista con escasa rigurosidad técnica. “La fijación de metas inflacionarias dice que siempre que el aumento de los precios supere un nivel que se ha puesto como objetivo, es necesario elevar las tasas de interés. Esta receta poco sofisticada se basa en escasa evidencia empírica y teórica; no hay razón para esperar que, independientemente de la causa de la inflación, la mejor respuesta sea aumentar la tasa de interés. Uno esperaría que la mayoría de los países tuviera el sentido común de no implementar metas inflacionarias; vayan mis condolencias a los desafortunados ciudadanos de los que lo han hecho”, aseguró el premio Nobel de Economía en un artículo publicado en 2008 por Project Syndicate. “Elevar los tipos de interés puede reducir la demanda agregada, lo que puede aminorar el ritmo de la economía y amortiguar el aumento de los precios de ciertos bienes y servicios. Sin embargo, a menos que se lleve a un nivel intolerable, estas medidas por si solas no pueden reducir la inflación a los niveles que hayan sido puestos como objetivo. Casi con seguridad eso implicaría una marcada desaceleración económica y un alto desempleo. La cura sería peor que la enfermedad”, agregó Stiglitz en aquel ensayo.