Un estadio no es solo una mole de hormigón, hierro y cemento. Es su historia, su capital simbólico, la reverberación de sus sonidos en el imaginario colectivo. La vida hecha pelota en un sentido literal y metafórico. Un recinto deportivo abandonado como el José María Minella de Mar del Plata significa todo aquello junto, pero olvidado por la desidia y la ausencia del Estado. Este domingo se cumplen 45 años de su inauguración. Había sido concebido para el Mundial ’78 en un tiempo de tragedias, desapariciones y genocidas que definían quién vivía o era arrojado al Río de la Plata.
Con trece años, acompañado por su padre y su hermano, Vito Amalfitano estuvo presente cuando abrió sus puertas el 21 de mayo de 1978. Volvería a visitarlo cientos de veces como periodista deportivo y para reparar esa construcción erosionada y decadente como concejal del Frente de Todos en la ciudad. “La municipalidad, por su jurisdicción, tiene que encargar urgentemente un estudio técnico para saber qué hacer con el estadio. Y después, la mejor solución posible es una unidad de gestión entre el municipio, la provincia y la nación”, sugiere quien ya presentó ocho proyectos sobre la cancha y el predio que la rodea en el Concejo Deliberante.
Desde aquella tarde a estadio lleno y un partido entre vecinos – las selecciones marplatense y tandilense empataron 2 a 2 – hasta que se perdieron los torneos de verano, el Mundialista fue una fuente de recursos para buscavidas, comerciantes, la Liga local y sus instituciones afiliadas. También un atractivo adicional para los turistas que viajaban cada fin de semana a ver fútbol.
Los 32 clubes de General Pueyrredón –ahora son 33 porque se sumó Defensores de Chapadmalal en 2021- recibían el 5 por ciento de la recaudación obtenida en los amistosos veraniegos. La hotelería veía incrementadas sus ganancias, los cuentapropistas se procuraban el sustento y a la intendencia ingresaba más dinero. Hasta que Boca y River dejaron de participar en 2019 y en septiembre de 2021 la platea techada del Minella fue clausurada por el riesgo de que se cayera su mampostería. La capacidad pasó de 35.180 espectadores a tan solo 20 mil. Sin el superclásico u otros partidos durante enero y febrero, ahora sobrevive con la presencia alternada de Aldosivi y Alvarado como locales. Se da una paradoja: es utilizado más, aunque por el torneo de la B Nacional.
Roberto Fernández, el presidente de la Liga de Mar del Plata, recuerda: “El estadio era un gran dador de trabajo. Muchas personas se movían a su alrededor: en el turismo, la gastronomía, los clubes, manteníamos un ingreso anual. La Liga pagaba los árbitros, el personal de UTEDyC y hasta pudo gestionarse en la pandemia con el ahorro de los torneos anteriores”.
La cancha recibió a dos Copas Mundiales que ganó Argentina: la del ’78 y la Sub 20 en 2001. Pero Mar del Plata seguirá sin ser anfitriona de un torneo oficial de la FIFA. El Minella ni siquiera fue sugerido como sede para la candidatura de la AFA al Mundial 2030. Era previsible por el calamitoso estado en que se encuentra. Tiene sus luminarias inutilizadas, está corroída su estructura y oxidados sus materiales ferrosos.
La Universidad Nacional de Mar del Plata pasó un presupuesto para hacer un estudio técnico. Costaba 13 millones de pesos y hasta se ofreció a pagarlo la Gobernación bonaerense. El municipio que administra Guillermo Montenegro declinó la propuesta con el pretexto de que haría un convenio superador con la AFA del que hasta ahora no se tienen noticias. Para Fernández “fue demasiado mediatizado”. Se lo llamó la Casa del Fútbol.
“Es increíble, pero se gastaron 7 millones de pesos en la fiesta Estrella de Mar del anteaño que se hizo en un boliche y fue la peor de la historia. Un desastre. Y no pusieron 13 millones para una evaluación técnica imprescindible que permitiría saber qué hacer con el estadio, ni los incluyeron en el presupuesto por tres años. Eso es falta de gestión, de decisión, de dejarlo caer en el abandono. Se podría sospechar del macrismo hasta de una privatización encubierta, aunque solo lo puedo inferir…”, explica Amalfitano.
Mientras tanto, Montenegro difunde en su cuenta oficial de Twitter mejoras en infraestructura deportiva que excluyen al estadio mundialista: “Mar del Plata es cuna de grandes talentos deportivos y cuidar los espacios para que entrenen en las mejores condiciones es clave”, escribió el 30 de abril último. Pero desde que ganó las elecciones en General Pueyrredón en octubre de 2019, el fútbol de verano no regresó más. Otros estadios de provincias fueron ocupando su espacio.
Roberto Chucho Páez es presidente de la Comisión de Deportes en el Consejo Deliberante. De origen radical, pero integrante del Frente de Todos, sostiene que “el único intendente que hizo una inversión en el estadio fue Elio Aprile en su gobierno de 1995 a 2002. La mayoría de los marplatenses le tienen cariño al Minella y con su abandono se perdió el atractivo clásico del verano. Queremos que se le dé una solución al público. La política deportiva del intendente es un desastre. La Casa del Deportista, otro lugar que se pensó para darle albergue a los atletas, se está por donar a un sindicato”. Ese gremio es Gastronómicos, que lidera Luis Barrionuevo, el dirigente que en los años ’90 se definía como “recontra alcahuete de Menem”.
El estadio que administra la Liga marplatense se inauguró con un partido oficial el 2 de junio del ’78. Italia le ganó 2 a 1 a Francia por la Copa del Mundo. Reemplazaba así al demolido San Martín donde Maradona marcó sus dos primeros goles para Argentinos Juniors en 1976. La historia futbolera de Diego tiene otros mojones en la ciudad. En el mundialista ganó como capitán de la selección nacional su última Copa, la Artemio Franchi en 1993. En 2010 regresó como técnico del equipo nacional en un partido amistoso contra Jamaica previo al Mundial de Sudáfrica. La cancha también había sido sede de los XII Juegos Panamericanos de 1995.
Maradona saltó los límites del fútbol diez años después, convertido en un personaje de espesura política. Ese perfil que ya se vislumbraba apenas terminó el Mundial ’86, cuando conoció en Cuba a Fidel Castro. En noviembre de 2005 volvió al Minella, pero ya no como futbolista ni entrenador. Se subió al Tren del Alba que partió desde Buenos Aires para ir a Mar del Plata a la Contra Cumbre de los Pueblos, paralela a la del ALCA.
Junto con Hugo Chávez se ubicó debajo de la platea hoy clausurada y el comandante bromeó con Diego al que llamó “el maquinista” del viaje. Después dijo su recordada frase: “ALCA, al carajo”. Fue aquella vez en que el estadio mundialista lució más colmado en sus 45 años. Tribunas, plateas y campo de juego desbordaban de militantes. El líder venezolano cerró el acto con una arenga sonora: “Viva el Che Guevara, carajo”, no sin antes agradecerle a Maradona su compañía, que estaba sentado junto al periodista Miguel Bonasso y muy cerca del presidente boliviano Evo Morales.