A Giancarlo Ceraudo le cuesta definir si el ensayo fotográfico, la investigación fotográfica, la historia en fotos, la revelación en imágenes al que dedicó casi 20 años es “el” trabajo de su vida. Le parece más preciso mencionar al proyecto de investigación y fotoperiodismo sobre los hechos y consecuencias de los vuelos de la muerte de la última dictadura cívico militar eclesiástica como “algo que, con suerte, solo se logra hacer una vez”. “Yo tuve esa suerte”, dice parado de espaldas a una foto de una playa. Es una de las cientos de fotografías que nacieron de ese proyecto y una de las dos o tres que en la muestra “Destino final”, recién estrenada, ocupa una pared entera. En otra punta de la sala están Miriam Lewin, su coequiper, y las Madres de Plaza de Mayo Vera Jarach y Taty Almeida, que también aparecen eternizadas en blanco y negro. “Es imposible dedicarle 20 años a una tarea que tuvo tanta repercusión, que llegó adonde llegó. No sucede más de una vez en la vida de uno, es más de lo que imaginé”, concluye el fotógrafo, rodeado de familiares dedetenides desaparecides del terrorismo de Estado argentino que lo celebran en el Centro Cultural Kirchner. La muestra se exhibe de miércoles a domingo de 14 a 20.

“Destino final” comienza en uno de los pasillos del quinto piso del CCK, adónde llegó enmarcada en el Festival Democracia e Imaginación Política en América Latina de Proyecto Ballena. Allí, a minutos de las 18 de ayer se reunió una pequeña multitud para escuchar cómo el fotógrafo italiano abriría las puertas a ese trabajo que tuvo la “suerte” de forjar. En primera fila lo escucharon Vera y Taty, quienes conocieron a Ceraudo cuando “era un chiquitín, tan solidario, tan bondadoso”, recuerda Almeida. “Ver esas imágenes es ver la crueldad, es tener en frente de uno la dimensión del daño al que se atrevieron estos hijos de su madre”, chusmea mientras espera que Ceraudo comience a hablar. “Fotografiar es más fácil”, dice él, por fin, para romper el hielo. Conmovido, confiesa que ver el trabajo de “20 años desplegado en esas grandes salas es muy fuerte” y destaca que, aunque desde ya conoce sus fotografías, “la muestra tiene alma propia, es un relato de un relato”. Agradecido, por ello, a la curadora Arianna Rinaldo, a la coordinadora de la muestra, Flor Guzzetti, al equipo de trabajadores del CCK y al ministro de Cultura, Tristán Bauer.

Será Bauer quien, al cierre de la inauguración, apuntará que “en esta obra está lo terrible y lo bello” porque en las fotografías de Ceraudo reflejan el horror de los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura y la tenacidad de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de sobrevivientes y familiares de detenides desaparecides, de un país que “siempre sorprende”, como postuló Lewin en su turno frente al micrófono. Cinco salas del quinto piso del centro cultural exhibirán hasta el 2 de julio 90 fotografías en blanco y negro y de diferentes tamaños que integraron el recorrido investigativo que derivó en el hallazgo de algunos de los aviones que usaron los genocidas de la última dictadura para arrojar desde el aire a sus víctimas, adormecidas, hacia las aguas del Mar Argentino y el Río de la Plata.

La playa es una de las gigantografías a pared completa. Otra es el Skyvan PA-51, aquel que encontraron Ceraudo y Lewin en FortLauderdale, Estados Unidos, y que se confirmó como la nave desde la que arrojaron a Azucena Villaflor, Mary Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga y a las monjas francesas al mar. Las fotos de sus familiares sosteniendo imágenes de ellas, encuadradas y más pequeñas, cuelgan sobre una pared empapelada con una imagen de agua regada de flores. Hay fotos de huesos y de miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense trabajando con esos huesos. Hay fotos de fosas en el cementerio de San Martín y de antropólogos rescatando huesos de esas fosas. Maco Somigliana, del equipo, las recorre con calma. Hay fotos de prendas arrugadas, hay fotos de movilizaciones, de juicios y sentencias, de fotos de detenides desaparecides.

Todas están hilvanadas con testimonios en audio y textos de Baltasar Garzón, Horacio Verbitsky, Enrique Piñeyro, Alejandro Covello, Maco y Taty. Todos, junto al relato en primera persona de Lewin, integran el libro “Destino Final”, que Ceraudo publicó en 2017, antes de la sentencia en el juicio de lesa humanidad “Esma Unificada” que condenó, por primera vez, a algunos de los pilotos que maniobraron los vuelos asesinos.

A Lewin, Ceraudo la describió como “un regalo, una hermana, una de las personas más valientes”. “Si yo hice esto y lo pude hacer por tantos años fue en parte porque la tuve al lado”, sostuvo. La sobreviviente recordó la pregunta que Ceraudo le hizo, allá por 2007, en un bar de San Juan y Lima, en el barrio porteño de Constitución, cuando le comentó que andaba desde 2003 detrás de los aviones de los vuelos de la muerte: “Me preguntó si alguna vez había pensado en dónde estaban los aviones y a mí me pareció una pavada. Estábamos buscando desaparecidos, buscando bebés. ¿A quién le podía importar un avión?, ¿para qué podía servir un objeto? ‘Para llegar a los pilotos asesinos’, me dijo y esas palabras detonaron en mí”. Y también una colaboración periodística y una amistad que perdura hasta hoy.

Por último Lewin resaltó que “el corolario de todo este trabajo será el día en que vuelva el Skyvan a la Argentina”, algo de lo que también hablaron Almeida y Mabel Careaga, hija de una de las Madres fundadoras arrojadas desde esa nave, quien vio en la exposición “una historia especial, la de tres madres compañeras que buscaron juntas, fueron secuestradas juntas, fueron llevadas a la ESMA juntas, arrojadas juntas al mar desde ese skyvan y devueltas juntas por el mar”. Ambas recordaron la idea de repatriar el avión, las insistencias y la reunión con el ministro de economía Sergio Massa, en la que se definió todo. “como esta muestra, ese avión es memoria. Esa memoria que tantos quieren hacer desaparecer. No lo van a lograr”, dijo Taty. Para Lewin, que el avión llegue a la ESMA es “importante en medio del canto de sirena de la libertad, que esconde negacionismo. De esos aviones se tiró al mar a mujeres que buscaban a sus hijos. ¿Quién puede justificar eso? Los jóvenes deben saberlo”, postuló.

Charla familiar en cautiverio

“Destino final” exhibe cómo la búsqueda de los aviones usados en los vuelos de la muerte del genocidio dictatorial argentino no implica solo la búsqueda y el hallazgo de las naves. Porque en los años que Ceraudo cámara en mano anduvo detrás de ellas, conoció sobrevivientes y familiares de víctimas, centros clandestinos, historias personalísimas, sufrimientos individuales y colectivos, luchas eternas. Y Lewin también encontró cosas en la suya propia. Como la grabación de una de las charlas telefónicas que mantenía con su familia mientras estaba secuestrada en Virrey Cevallos. Inédita, en audio y video –el texto transcripto– ahora está expuesta en la muestra del CCK.

–¿Miriam?-- dice su padre.

–¿Qué?-- responde ella.

–¿Qué problema tenés?

–Ningún problema. Ese tipo de problemas terminaron porque ya regularicé mi situación.

–Bueno.

–Escuchame, ¿estás tranquilo?

–Si.. si

–¿Tenés un lápiz y un papel a mano?

–Si.

–Bueno, escuchá. Necesito que me armen una valija con ropa de invierno, un bolso y que me saquen un pasaje. El martes o miércoles te van a llevar mi pasaporte.

El cassette lo halló uno de los hijos de Lewin en medio de una de las tantas mudanzas que transitaron. Lo había guardado la mamá de la periodista y sobreviviente. “Ellos me permitían hablar con mi familia porque querían evitar los hábeas corpus”, explicó ayer. El audio es de octubre o noviembre de 1977 y la charla versa sobre un viaje a Estados Unidos que hará ella. “En realidad no se hizo. Yo recién viajé en 1981", concluyó.