Los papás de Carolina (41) y Verónica (44) Gheorghiu no entendían qué traían sus hijas entre manos siete años atrás cuando renunciaron a sus trabajos —como comunicadora social e ingeniera industrial, respectivamente— para emprender en el mundo del compostaje. “¿Compostqué?”, preguntaron absortos. A ese momento le siguió una catarata de interrogantes y miradas cargadas de preocupación. Sin embargo, la decisión de ambas estaba tomada: iban a producir composteras urbanas para facilitarle el proceso a quienes quisieran iniciarse en ese camino y no supieran ni qué es el compost.
“Desde que descubrimos que el compostaje —el proceso de convertir desechos orgánicos en abono natural— permitía reducir a la mitad la basura del hogar y además aportar nutrientes a la tierra, decidimos dedicarnos a difundir, diseñar y desarrollar productos para hacer más práctico y sencillo este proceso para quienes viven en ciudades”, explica Carolina a Página|12.
Entonces, en 2016, desde la localidad bonaerense de Tigre comenzaron a diseñar composteras fabricadas con plástico reciclado, y así nació “Viví más verde”, el proyecto que las hizo merecedoras del Sello Buen Diseño de la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo, y participaron de la exposición que se llevó a cabo en el Centro Cultural Kirchner, junto a otros diseños argentinos.
La principal ventaja con respecto a otras composteras es la practicidad: por su tamaño permiten realizar el proceso en espacios pequeños, como un balcón o terraza, lo que las vuelve ideales para la vida en grandes ciudades.
"Había un nicho de mercado del que queríamos ser parte", señala la emprendedora. Por eso idearon "un producto que sea fácil, práctico y lindo, que no llene el balcón de moscas, que sea fácil de limpiar y —principalmente— que gire de un modo sencillo para darle oxígeno al compost sin que haga falta meter la mano".
Eso se logró gracias al diseño circular, que además de ser estéticamente atractivo, incluye un sistema de rotación para revolver el compost y oxigenarlo sin tener que mezclar manualmente entre lombrices y materia orgánica en descomposición. Además, en línea con el objetivo de la sustentabilidad, cada compostera está hecha con alrededor de 4 kilos de plástico reciclado.
El emprendimiento también incluye otros productos complementarios para el proceso, como por ejemplo maduradores, bolsos hechos con sachets reciclados para guardar y dejar equilibrar el compost hasta que esté listo para usar.
Solo en 2022 las hermanas Gheorghiu llegaron a 950 nuevos hogares con sus productos y lograron reconvertir 2850 kilos de basura plástica en composteras. También le dieron una nueva vida a casi 5000 sachets, que se transformaron en tela plástica.
"El planeta va a estallar": la motivación del proyecto
“Siete años atrás nadie sabía qué eran las composteras. Nuestros padres no entendían por qué estábamos renunciando a todo y apostando a esto”, cuenta Carolina a Página|12. No obstante, las hermanas sí tenían claro el motivo de su decisión. “El ser urbano agarra todos sus desperdicios, los tira, y no se preocupa por nada. Y nosotras pensábamos ‘el planeta va a estallar’”, explica.
Tenían razones para pensar así: en el mundo se generan alrededor de 2240 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos por año, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Mucha de esa basura es de difícil degradación, pero otra parte de los residuos domésticos cotidianos, una nada menor, se compone de materia orgánica de fácil descomposición que puede servir para el compostaje.
“En la naturaleza la basura no existe, somos todos compostables. La basura la inventó el humano, que encima la puso en una bolsa de plástico toda junta para entregársela a alguien para que la desaparezca. Eso es mentira, no desaparece", plantea Carolina, y añade: "Hay un gran problema de basurales. Hay que deconstruir mentes, abrir esa basura y entender que la mitad de lo que tiramos es compost, y que lo otro, si está limpio, puede ser separado y reciclado. Solo un 7 por ciento de lo que descartamos es realmente basura”.
El boom del compost en la cuarentena
El comienzo del emprendimiento fue duro, cuenta Carolina. En 2016, el conocimiento y el interés sobre el compostaje era casi nulo, por lo que las hermanas tuvieron que "esperar a que el mercado se hiciera solo”. "Cuando sos innovadora te adelantás un poco", admite. Mientras tanto, daban entrevistas y organizaban talleres de educación ambiental hasta que, finalmente, el mercado llegó.
Actualmente las hermanas Gheorghiu producen 300 composteras por mes, y venden entre 80 y 100 en ese mismo periodo, llegando a la gente a través de las redes sociales y "el boca en boca". Sin embargo, Carolina remarca que en la cuarentena vendían mucho más.
“En la cuarentena estalló y nos fue re bien porque la gente estaba en sus casas y tenía la necesidad de hacer algo. Además, estaban impactados con el tema medioambiental que está pasando”, afirma con convencimiento. También recuerda que eran muchas las hijas que regalaban composteras a sus mamás para que tomaran noción de toda la materia orgánica que tiraban a la basura cuando cocinaban.
"Nuestros clientes son variados, pero tenemos a mucha gente de 60 a 70 años que empezó a compostar, y nosotras hacemos un seguimiento porque realmente queremos que hagan compost, vendemos una experiencia", señala. También hay mamás jóvenes, que como ella y Verónica, a partir del nacimiento de sus hijos, comenzaron a preocuparse por el mundo que le dejarán a las nuevas generaciones.
Con visión de futuro, Carolina adelanta que están desarrollando un producto para apuntar a nuevos mercados, como escuelas, comedores, y empresas. "La idea es lanzar una compostera bastante más grande para otros volúmenes más comunitarios", explica.
Qué es el compost y para qué sirve
El compost es un abono natural que se obtiene de la descomposición controlada de desechos orgánicos. En los últimos años esta actividad cobró mayor popularidad en las ciudades gracias al crecimiento de la educación ambiental y las advertencias de activistas y organismos ecologistas sobre el cambio climático.
La necesidad de generar una modificación en esos hábitos de la humanidad que contaminan a gran escala está en aumento. Este biomaterial tiene numerosas ventajas: entre otras, reduce los residuos sólidos urbanos, genera mayores cantidades y aumenta la disponibilidad de nutrientes y materia orgánica para la agricultura y la jardinería, reduce el caudal de residuos en basurales a cielo abierto, y disminuye los vectores de enfermedades y de gases de efecto invernadero, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Las etapas del compostaje son tres: activación, proceso de compostaje y maduración. En este proceso casi no hay desperdicios, ya que tanto el abono resultante como el líquido lixiviado -que se desprende del proceso de compostaje- también puede ser usado como fertilizante para plantas.