El Coyote, Mad Max, Walter White/Heisenberg y Peggy Newman. La protagonista de High Desert (reciente estreno de Apple TV+) es la última sobreviviente del más extremo de los biomas representado en el universo ficcional. Sin embargo, el personaje de Patricia Arquette disfruta de lo áspero que puede ser el Mojave y sus criaturas. “Peggy me recuerda a un montón de gente que conocí en mi vida: es errática y anda a la caza de su norte, tiene un código de conducta rarísimo pero férreo, ama muchísimo a la gente, cree en sí misma y es su peor enemiga. Es una bomba de tiempo. Se mueve rápido porque tiene un dragón en sus tacones”, dijo la actriz en una conferencia de prensa de la que participó Página/12. Cada miércoles la plataforma de streaming estrena un nuevo episodio.
High Desert asume el desborde de su propuesta a partir de un personaje ídem. Desde que su esposo (Matt Dillon) fuera encarcelado por narcotraficante, Peggy surfea un tsunami de malas decisiones. Mientras se gana el pan en un parque temático del viejo oeste, lidia con la reciente muerte de su madre y coquetea con todo lo que persigue la DEA. Para la actriz, justamente su mentalidad de adicta es lo que la vuelve perfecta en su último proyecto: ser detective privada. “Toda su vida fue un caos, es una estafadora consumada, así que está preparada para esto. Es una sobreviviente, y sabe bien cómo reconocer y tratar a los mentirosos”, asegura Arquette.
Tras ver un aviso en televisión, se le ocurre que puede ser la socia perfecta para Bruce (Brad Garret), un investigador de dudosa calaña apremiado por las deudas. Es decir, la escala de delitos y el arco de los criminales aquí presentados parecen pergeñados por los hermanos Coen, Raymond Chandler y Thomas Pynchon pasados de rosca. El caso en cuestión involucra al gurú Bob (Rupert Friend de Homeland), drag queens que regentean casinos y cuadros firmados por Pablo Picasso. “Es como ver en una serie toda la contracultura de los ’60 pero en nuestros días, va de Timothy Leary a Gaseosa de ácido eléctrico de Tom Wolfe. Hay algo magnífico y muy distintivo en High Desert, y tiene que ver con su mezcla de tragedia y comedia. Eso en sí no podría ser tan único, pero este mundo sí que lo es”, concede el actor británico, aquí en la piel de un expresentador televisivo reconvertido en mentor new age.
Y está el conflicto familiar de Peggy. La hermana mayor que debe convencer a sus hermanos (Christine Taylor y Keir O’Donnell) de que no vendan la casa en la que vivió durante un buen tiempo junto a su recientemente fallecida madre (Bernadette Peters). ¿Algo más? Sí, su marido sale de prisión y quiere volverse instructor de karate. Así es High Desert. La historia de una dama rocambolesca que, sobre todas las cosas, busca reinventarse a sí misma. “Escuchame. Sos hermosa, fuerte y nos vas a enterrar a todos. No dejes que los demás te llenen de su mierda. Andá por ellos”, le dice Peggy a la flor de un cactus como si estuviera mirándose en el espejo. Esa misma escena es la que elige Jay Roach para definir a High Desert. La gran clave, según el director, estaba en la representación de alguien que puede ser “Mary Tyler Moore pasada de metadona” o emular a la Angie Dickinson en Mujer policía. “Hay que tener en cuenta que, en esencia, Peggy es una actriz que viaja con su baúl a cuestas. Es por eso que la vemos con tantas vestimentas. Va de presentación a presentación y necesita de muchos cambios de vestuario. Es por eso que cuando interpreta a una detective parece una salida de un programa de televisión. Su personalidad es así de volátil”, explica Roach.
Ben Stiller iba a dirigir el piloto, pero decidió cederle el lugar a un viejo conocido (colaboraron en la saga La familia de mi novia) y fichar como productor. “En principio iba a dirigir solo un episodio, pero me enamoré de los guiones y de este personaje. El faro realmente es Patricia”, cuenta Roach. “La llave de High Desert es este personaje al que no se puede resumir, es una presencia incontinente, como un volcán, es como una abejita que va sacando polen de la gente. Su alma es muy profunda y está en un momento de duelo. La pongo en fila con Bugs Bunny, Borat, Yo amo a Lucy, Austin Powers: son personajes que nunca van a dar marcha e insisten con su energía de amor, aunque esto también signifique que te expriman y chantajeen. No es una santa. No sé si alguna vez trabajé con un personaje tan abundante como Peggy”, aclara Roach.
-Como oriundo de Albuquerque, usted sabe bien lo que es el desierto. ¿Cuánto le ayudaron sus orígenes en Nuevo México a la hora de plasmar este entorno?
Jay Roach: -Sí, crecí en un lugar que es de una gran belleza y un gran peligro. Iba de adolescente ahí con mi moto, simplemente a perderme en esa inmensidad que es muy intimidante. Si te quedás ahí podés morir de sed, pero a la vez te carga tanto las pilas. Es el escenario perfecto para esta historia de rebeldes, renegados y refugiados que arman allí su propia comunidad. Están ligados por su aislamiento. Vas a un bar en Joshua Tree y te vas a encontrar con tipos bárbaros, pero que conectan. Al final del día quieren seguir adelante con su disfuncionalidad. Cuando me ofrecieron el proyecto me dije “ok, conozco este lugar”, se cómo entrarle.
-¿Cómo fue encontrar el balance en una comedia tan al filo, trágica y graciosa a la vez?
J.R.: -Hubiera sido imposible cruzarlo en una película, pero tener ocho episodios te da más lugar para explorar. Pero la verdadera entrada es Peggy. Si la comprás a ella, tenés todo el paquete. Tiene muchos problemas con los que lidiar (la muerte de su madre, la relación con sus hermanos, su adicción) pero sigue siendo indomable. Trabaja en un parque temático como bailarina de Cancán. Es una persona que tocó fondo, y sigue luchando por su propia humanidad y la de los que quiere. Ese serpenteo le da un rango muy particular la serie. Sumale al personaje de Matt Dillon, que es otro sujeto de esa misma clase. Todos son parte de esta sucesión de hechos muy oscuros e iluminadores a la vez.
Hay otro elemento peculiar en la elaboración de este guiso suculento. El boceto surgió de las propias experiencias familiares de Nancy Fichman, una de las tres showrunners de la serie, que se describió a High Desert como una elegía a su hermana. Para Arquette, por su parte, aparece la evocación a su hermana trans fallecida en 2016. “Este es un proyecto que llevó muchos años de desarrollo. Recuerdo que en un principio lo asimilé con esos seriales de los ’70, esto de que el personaje fuera manejando un buggy por el desierto. Es una mezcla de muchas cosas, está la historia de la hermana de Nancy, que murió muy joven. A mí me llevó a reconectar con Alexis. Ella tenía bajo su órbita a un montón de pájaros caídos y ella era una líder fallida. A su vez, era una buscavidas, súper divertida, una gran artista. Pero hay gente que sabe que tiene poco tiempo así que va a otra velocidad. Nuestro director, Jay Roach, fue fundamental en esto de presentar a Peggy en movimiento perpetuo. Según él, Peggy es un ave fénix rockero. Ése es su mecanismo de defensa. Así que todos fuimos sumando de nuestro propio bagaje”, comparte Arquette.
En el universo seriófilo, la actriz viene de la trifecta compuesta por The Act, Escape at Dannemora y Severance. Tampoco es la primera vez que encarna a alguien con dotes detectivescos, tal como se la vio durante un buen tiempo en Medium y CSI: Cyber. Pero el espíritu de Peggy rememora al de sus chicas impredecibles de comienzos de los ’90 (bastante antes de que fuera premiada con un Oscar por Boyhoood). Es cierto que aquí ya no anda a la fuga como en Escape salvaje o Al borde del abismo, más bien alguien de ese espíritu echó raíces cera de la reserva del Joshua Tree. “Encontré una vibra noventosa en la propuesta”, explica Arquette. “Son personajes salvajes en un lugar salvaje. Definitivamente tuve esas referencias en mi cabeza. Y está el desierto: los que eligen vivir ahí no cuadran bien en la sociedad. A diferencia de lo que pasa en una ciudad, acá quieren tener su propio camino, ser dueños de sí mismos. Eso le da cierto sentido a la locura que se ve por aquí”, apunta Arquette.
-En una serie que tiene tanto, ¿hubo lugar para la improvisación?
Patricia Arquette: -No necesitamos salir mucho del guion porque todo estaba allí. El que sumó mucho en esto fue Matt. Más que salirse del guion, tenía muchos interrogantes sobre su personaje, cuestiones que sumaron muchísimo a cada escena.
Matt Dillon: -Mi intención era trabajar con Patricia, por supuesto; desde siempre había querido hacerlo. Como se notaba que todos los involucrados amaban a estos personajes y muchos estaban basados en alguien real, tenía mis dudas sobre Denny. Es de esos guiones que son tan precisos que no necesitás añadirles nada sino entonarlos diferente. Y así se elevan. Cuando Denny sale de prisión quiere volver a tener la vida que tenía antes: tocar con su vieja banda, volver con su chica. Ama a su esposa. Ella lo ama. Están destinados a estar juntos, pero ella sabe que no pueden estar juntos. Entonces allí hay un conflicto.
P.A.: -Es una pareja que sabe bien como sacarle el jugo a cada situación. El mundo para ellos está lleno de idiotas, así que van tomando todo lo que se les aparece. Es mentalidad de adicto: “Vos tenés justo lo que yo estoy necesitando”. Y a la vez, Peggy puede cuidar mucho a los que lo necesitan. Son gente complicada de amar, pero todo el proyecto desprende un gran amor por estos personajes fallidos.
-¿Qué es lo que los decidió a embarcarse en un proyecto tan fuera de la norma como High Desert?
M.D.: -Para mí es la paradoja de los personajes. Son criminales que están buscando su camino. Tienen curiosidad espiritual. Pero no dejan de ser manipuladores, estafadores perfectos desde el momento en que se mueve su boca. Denny cree en lo que hace. Y es imposible no amar a alguien así.
P.A.: -Amo muchas cualidades de Peggy. Su estilo, la música que escucha, su auto, el lugar donde vive. Es una adicta que se automedica y corrompe. Amo estos pájaros caídos, amo a la gente como Denny, conozco a gente como Denny. Así era Alexis y amaba a Alexis. Quería explorar eso desde un lado que puede ser muy gracioso.