Justo el día en que Diego Armando Maradona cumplía 58 años, 86 personas se quedaban sin piernas.El 30 de octubre de 2018, los trabajadores de la ex Canale de Llavallol recibieron el telegrama de despido. Según cuentan hoy, “¿Qué hacemos?” fue la pregunta dominante. Trabajadores en algunos casos mayores de 50 años quedarían en la calle. Fue el momento, entonces, en que ese grupo de obreros formó una cooperativa que tuvo éxito y está en pleno funcionamiento. Lo podrá comprobar el Presidente Alberto Fernández cuando este lunes 22 de mayo visite la vieja fábrica de envases de hojalata en el  marco de los 25 años del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas.

Fernández escuchará la historia que ya recogió Buenos Aires/12 durante una recorrida por la fábrica, el viernes último. Sabrá que a la una de la tarde de aquel 30 de octubre, en plenos gobiernos de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, los trabajadores resolvieron por asamblea comenzar la pelea con un acampe. Estuvieron en la puerta de la empresa 130 días. Hasta noviembre de 2019 no hubo salarios, y no hubo trabajo. Los relatos hablan de angustia, bronca e incertidumbre. 

Nicolás Macchi, que dirigió la lucha, es la voz que cuenta aquellas jornadas. A los 40 años, se define como "un compañero más de la fábrica". Hoy es el presidente de la Cooperativa de Trabajo Metalúrgico de Llavallol (COTRAMEL), el colectivo que comanda los destinos de lo que, en su momento, fue la división de hojalatería y enlatados de la firma Canale.

“En julio de 2018 ya nos habían dejado de pagar”, recuerda, y los ojos se le humedecen mientras repite muchas veces las mismas dos palabras: "Puta madre". Lo mismo sucede al escuchar a Pedro, el guardia que te recibe en el portón. O David, que habla mientras define el barniz que se necesita para el siguiente pedido. También  ‘El Pela’ controlando la facturación y los pagos. Hoy son más de cuarenta trabajadores para un predio de seis hectáreas y media que abrió sus puertas en 1948. Cada uno de ellos se acerca a dar la mano durante el recorrido. Y nadie deja de trabajar.

La nena

La parrilla que hoy conserva su estructura junto al portón de ingreso es la foto de la resistencia. Fue el motor económico del grupo. Alimentó a 35 personas que se vieron obligadas a vivir de changas sin haber tenido que hacerlo nunca antes. Una bolsa de trabajo organizó un precario reparto de posibles ingresos, y en paralelo se gestó un fondo de lucha. Macchi seca lágrimas mientras resume la experiencia de esa etapa en una palabra: "deshumanización". 

“Mi nena nació en el medio de todo este quilombo, y con tres años estaba en el acampe”, cuenta.

Dice que fueron días de salir a recorrer las aulas de la Universidad de Lomas de Zamora pidiendo colaboraciones, de conversar con el barrio, de vender choripanes, de organizar festivales. Dice que también fueron días de perderse el crecimiento de su hija, y que si no se llegaba a juntar lo suficiente había que preguntar si alguien podía ayudar con una bolsa de pañales. Asegura que no sintió vergüenza por pedir, aunque nunca lo había hecho en su vida, pero comprendió qué lleva a pedir. Cuenta que hoy alguien que pide le genera una empatía inmediata, cuando antes quizás no le prestaba atención. 

“Puta madre, un día se me acerca uno de los tipos más grandes de la fábrica y llorando me pregunta por qué tiene que estar pidiendo, si él siempre laburó, si nunca tuvo que pedir”, relata secando más lágrimas. Golpea la mesa, pone sus manos en la nunca, las arrastra por el pelo, lo aprieta, y con la misma fuerza pasa sus manos por el rostro para llevarse la humedad de los ojos. 

Mate de por medio explica que una fábrica no se recupera. Que se trata de recuperar la dignidad. Como la de un tipo como su padre, que aportó 44 años al sindicato “y de un día para el otro lo tiran a la calle como a un perro”. Porque a su papá también le llegó el telegrama.

El abuelo

Su abuelo trabajó en la empresa y fue ahí donde conoció a su abuela. “Hasta trató al viejo Canale”, sonríe.

La desventura de la firma data de mediados de la década del ’90. Cuenta Macchi que en aquellos años Canale fue vendida a Sociedades Macri (Socma), que en poco tiempo se desprende de la empresa a manos de Kraft Alimentos. Ahí se produce la primera división: harinados por un lado, enlatados por otro. Empieza así el vaciamiento de un área y la venta de la otra a Alimentos de la Cordillera (ALCO).

Tras una década de crecimiento y un apogeo de exportaciones, lo que el titular de COTRAMEL describe como una mala estrategia de expansión llevó a la caída de la producción. Explica que en Llavallol se fabricaban las latas para los productos de la empresa Canale y nada más. No había otro cliente. Los errores derivaron en falta de pagos y sobreproducción, y la firma comenzó a desprenderse de sus productoras de alimentos en Mendoza, Río Negro y Catamarca. Esta última, paradójicamente, fue una provincia con profundo protagonismo en esta historia de recuperación.

En 2013 se desarrolla una primera asamblea y Macchi es elegido por sus compañeros para representarlos. Aún no es formalmente el delegado. Regía la promesa hecha a su abuelo, que lo recomendó para ingresar a la planta y le pidió “no meterse en el sindicato”. Y después, en los relatos que se escuchan hoy, la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) fue, para la cooperativa, un actor que sólo venía a calmar los ánimos pero no traía soluciones. 

Las máquinas empezaban a desaparecer. Algunas líneas de producción cerraban. Para el 2014 empezó el pago de sueldos en cuotas y allí las desventuras de los créditos impagos del PROCREAR y los préstamos para pagar préstamos. La UOM dirigida entonces por Antonio Caló llegaba con un único mensaje cada 30 días: “el mes que viene se arregla”. Y los meses pasaban.

Abril

Dicen los trabajadores que abril no les trae un buen recuerdo. Nada de poesía ni de tango. Los abriles querían ser olvidados porque eran sinónimo del fin de la temporada de producción de alimentos y marcaban el comienzo de los problemas. Así, el abril de 2015 replicó al abril de 2014. Con el agravante de que en en enero de 2015 ya se habían congelado las paritarias. El poder adquisitivo cayó un 40 por ciento. Macchi habla del caos que significó la batahola de divorcios, trastornos psiquiátricos, llantos en los rincones, desalojos. Cuenta que parecía un tejido que se descosía de un tirón. “Fue un proceso que buscaba terminar de doblarnos y ofrecernos retiro voluntario con 50 por ciento de indemnización.”

Tras un leve período de relativa normalidad, abril de 2016 fue el mojón de un nuevo conflicto. Y en septiembre y con dos meses de sueldo adeudados, más dos despidos, Nicolás Macchi asumió al fin como  delegado. Una tras otras se encadenaron las asambleas que durante los años anteriores no convocaban a más de 15 afiliados. Ahora no bajaban de los 40. En su primera reunión en la delegación del Ministerio de Trabajo en Banfield, presenció como la conducción de UOM de entonces no defendía a sus compañeros. Se plantó y fue amenazado. En otra ocasión llegaría a ser invitado a pelear por el titular de la delegación de Trabajo, recuerda entre risas.

Empieza el 2017. Gracias a que el macrismo no había liquidado el programa FONDEAR autorizado durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se vivieron doce meses sin mayores desventuras. Pero cuenta el ya delegado de la UOM que no se quedaron quietos y fue la época de formación y organización. De reuniones clandestinas. La fábrica se convirtió en una usina de debate acerca de la Reforma Laboral y la Reforma Jubilatoria que quería implementar el macrismo. “Nos dimos cuenta de que había mucha energía dispersa, y lo que hicimos fue ir organizándola tras el mismo objetivo: sostener el trabajo." A esta altura del relato, la palabra "organización" empieza a repetirse en sus oraciones.  

Pero llegó el 2018 y otro abril maldito. “Por suerte ya habíamos generado conciencia”, remarca. Incluso llegaron a marchar a la sede de la UOM en Avellaneda, algo que ninguna fábrica había hecho desde los años ’80. “En la superestructura empiezan los intereses personales: hay compañeros que no se olvidan de lo que fueron y otros a los que les gusta tener tres casas con pileta", dice Macchi. "Con esos últimos compañeros, fuiste.”  Dice que les mandaron patotas, que recibieron aprietes y amenazas. Que desde julio de 2018 no volvieron a depositarles los sueldos. 

Lo que nunca se abandonó es lo que define como "lucha pacífica". Recuerda que en una ocasión escuchó a Cristina Kirchner, en medio de una oleada de críticas que llegaban desde distintos sectores a los cortes de calle, decir que había que ser inteligentes e innovadores al respecto. 

--¿La lucha de Canale no tenía cortes de calle?

--Solo hubo un corte programado de tránsito. Preferimos caminar con nuestras familias por Llavallol. Sobre 64 trabajadores, éramos 58 caminando por nuestras calles.   

Un viaje inesperado

Quince días antes del envío de los telegramas hubo una última reunión con el gremio. Relata Nicolás que les acercaron la propuesta definitiva de los dueños de la firma ALCO. La encabezaba en aquel momento Camilo Carballo, vicepresidente de Copal, la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimentarios liderada por Daniel Funes de Rioja. La oferta consistía en vender la maquinaria y con lo recaudado pagar un 50 por ciento de indemnización a cada uno y cerrar. No aceptaron y apostaron fuerte.  “Vos te vas a hacer cargo”, fueron las últimas palabras de la UOM a Macchi. "Y te vas a comer las consecuencias."

En asamblea se decidió usar parte de los fondos de lucha y viajar a Catamarca. El representante de los obreros se encontró allí con Cecilia, la secretaria del Juzgado Comercial N°2 en San Fernando del Valle. Fue un puente inesperado que empatizó con lo que vivían los llavallolenses. La empresa que controlaba la planta tenía su sede allá, y “jamás imaginaron que los trabajadores llegaríamos hasta el juez”. Pudo reunirse con el síndico y que le otorgasen la responsabilidad sobre todas las máquinas de la empresa. “Soldamos los portones para no se las robaran”, recuerda. “Mirá si íbamos a dejar que las vendan estos tipos, no veríamos la plata nunca más.”.

Asegura que nunca creyó que Canale podía cerrar. Pero el golpe del 30 de octubre se tradujo rápidamente en el acampe. Y así en la parrilla, en el barrio, en la comisión de mujeres conformada por las compañeras de los trabajadores que venían a hacer el aguante con los hijos e hijas. Durante la medida llegó la propuesta de la cooperativa. No se dudó. Cuenta que hubo traiciones y miedos. “Algunos grababan las asambleas y se las llevaban a la patronal.” Otros se arrepintieron de firmar. Macchi afirma que hoy no le importa, y que hay que comprender cómo afecta a un hombre grande quedarse sin trabajo. Que lo importante, al final del recorrido, es tener paciencia “y ser más humano”.

Los papeles, tironeos más o tironeos menos, avanzaron. Hoy dice estar agradecido. A Cecilia de Catamarca. A las trabajadoras del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) donde se tramitó la cooperativa. A la línea de colectivos 165 de Lomas de Zamora. A los empleados de la fábrica de neumáticos Firestone de Llavallol. Y a cada vecino que colaboró en esta década de pelea intensa. Para el reclamo inmediato Macchi dice que está vigente el desafío de ir por la Ley de Recuperación de Unidades Productivas. De esa manera COTRAMEL podría ser propietaria de las instalaciones de la ex Canale. Los bienes pasarían al Estado y, si existiera una cooperativa de por medio como en este caso, el Estado cedería los bienes en comodato a los trabajadores.

Hoy el ingreso a la empresa muestra una cartelería gastada pero lo importante es que se escucha el ruido a pistones y hornos. De las cinco toneladas iniciales de noviembre en 2019, ahora producen 150. Proyectan fabricar un millón de latas por mes. El camino entre las líneas de producción muestra que una plancha de hojalata entra a una máquina, transita 15 metros dentro de un horno que seca la soldadura y sube por una cinta imantada a un corredor que la vuelve a traer al mismo punto donde inició su recorrido, sólo que tres metros arriba y con el fondo de la lata sellado. Después cruza el galpón a lo ancho y se dirige a la empaquetadora. Para un visitante no habituado es un laberinto que obliga a bajar y subir la mirada como un gato, mientras la realidad gira. 

Si bien dice sentir que hubo villanos en esta historia, Macchi niega todo tipo de resentimientos. "Hoy también integran la cooperativa quienes no jugaron bien", dice.

 --Hasta le dimos una mano al gerente que nos cortaba la luz y el gas. Al final, terminábamos todos del mismo lado del portón. Y sí, hay compañeros que no funcionan, pero no atacamos a nadie por lo que hizo. O por lo que dejó de hacer.  

El agradecimiento a Cecilia, en Catamarca, en el lejano juzgado que lleva adelante la causa de la quiebra, es porque les recomendó que le rezaran a la Virgen del Valle. Allí está la figura de la virgen morocha en la vitrina, al ingreso de la planta, para saludar a quienes transitan por la ex Canale. 

Mientras se desarrolla la entrevista, una avanzada de Presidencia recorre las instalaciones de cara a la organización del acto de este lunes para celebrar el Día de lxs trabajadorxs de Empresas Recuperadas. Nicolás habla con confianza del futuro, porque afirma tener en claro lo que significa no poder festejar un Primero de Mayo el Día del Trabajador. Está tranquilo, asegura: antes de asumir como delegado lo pudo consultar a su abuelo. "Dale, andá a cuidar la empresa que levantó el Nono”, escuchó Macchi, que ahora  afirma no temer un nuevo escenario adverso. “De acá no nos sacan nunca más”, lanza con una voz que suena a varias voces al mismo tiempo.