No hay alusiones directas a Nadia Comaneci en Spy/Master (estreno de HBO Max el pasado viernes), aunque su protagonista se mueve con la misma maestría y circunspección que la gimnasta en Montreal ‘76. ¿La medalla dorada en la mira de la mano derecha de Nicolae Ceaușescu? Escapar de Rumania y lograr asilo político en los Estados Unidos en el mismo momento que Jimmy Carter está en la cumbre de Camp David. La miniserie de seis episodios dirigida por Cristopher Smith es un notable ejercicio del género de espías a la vieja usanza, cruzada por el thriller político y un tono ominoso acorde al contexto del país de los Cárpatos.
Spy/Master se inicia con una escena intrigante. Corre 1978 y el asesor más estimado por el dictador rumano se apersona en la embajada estadounidense en Berlín occidental. Cuando los agentes toman la dimensión de lo que significa que Victor Godeanu (Alec Secareanu) esté sentado en el lobby, el tipo con pinta de oficinista se ha esfumado. El responsable de plantar cientos de operaciones de espionaje durante la Guerra Fría para Rumania está acorralado. Por algunos días, CIA, KGB, Stasi y el servicio de inteligencia de su país estarán alerta de la partida que ha iniciado este hombre. La perra guardiana de Carmen Popescu (Ana Ularu) le morderá los talones y Frank Jackson (Parker Sawyers) de la embajada sabe lo que está en riesgo con la operación. “La audiencia se va a preguntar todo el tiempo quién es el maestro de espías. Todos están jugando un juego y saben bien las reglas”, le asegura a Página/12 el actor a cargo del papel principal.
Spy/Master es estilizada y tiene claros homenajes al cine estadounidense de los ’70. Su mayor clave, sin embargo, pasa por desentrañar la defección del hierático Godeanu (inspirada en la de Ion Mihai Pacepa). Ahí está el gran logro de Secareanu, imperturbable y adusto, aunque sea capaz de filtrar sus emociones con pequeños gestos como el de arreglar permanentemente su pelo. “Es increíble, pero aún hoy si visitás algunas partes de lo que era el este europeo no vas a ver muchas sonrisas. Creo que todavía no cerramos totalmente lo que nos sucedió”, suelta el actor.
Narrativamente, la serie se desdobla en tiempos y lugares para poder entender las motivaciones de su tapadera: por un lado, se relatan sus acciones contrarreloj en Berlín, y por el otro, se accede a su vida y oficio en Bucarest. Es muy sugestiva la escena en que quema un retrato dedicado a Ceaușescu hecho por su hija para la escuela, por miedo a que lo consideren una caricatura. Tampoco faltan las operaciones con micrófonos ocultos y encuentros codificados que podría salir mal. “Soy un gran fan del género y creo que aquí se dosifica muy bien la información, con los giros y las sorpresas, y el ritmo en permanente tensión. No pasa solo por la escenificación, que, por otro lado, es magistral”, apunta Godeanu.
-Spy/Master da cuenta de un clima de época duro. Ceaușescu ve traidores y sabotajes por todas partes. ¿Por qué, entonces, confía en Victor Godeanu?
-La serie describe esta paranoia que caló hondo en Ceaușescu y en todos los rumanos. En nuestra historia, él es el tirano, el villano. Todos eran observados y seguidos de cerca. Incluso alguien como Godeanu, de extrema confianza para Ceaușescu y su esposa. La serie está inspirada en un caso real. Está ficcionalizado, pero no es muy distinto de todas las capas que tuvo el hecho sobre el que nos basamos.
-Sin dejar de ser un ejercicio de género, es interesante como se desmitifican algunas ideas comunes sobre Rumania y la época. ¿Le atrajo esa intención?
-Claro. Aún está instalada la idea de que, del otro lado del muro, todo pertenecía a la órbita soviética. Y no era tan así. Con Spy/Master destapamos un poco la olla. Hay historias que no habían sido contadas y merecen hacerlo. Es una perspectiva distinta de la Guerra Fría. Por otra parte, Ceaușescu era visto por Estados Unidos como alguien razonable, lo cual no era para nada así: era puro marketing.