El psicoanalista tunecino Gérard Haddad pone contra las cuerdas el concepto del Complejo de Edipo que teorizó Sigmund Freud, pero sin proponerse un knockout teórico asegura que en el mundo actual no se mata al padre sino que se mata entre hermanos. Este concepto se conoce como el Complejo de Caín o complejo fraterno. Y así titula su nuevo libro, El Complejo de Caín, ¿un punto ciego en la teoría freudiana? (Ediciones Pontevedra), donde plantea y busca dar respuesta al odio entre adversarios y la violencia que conlleva esa actitud. Como puede observarse, nada más actual, aunque recurra a textos religiosos. Haddad se graduó como ingeniero agrónomo, pero tras su análisis con Jacques Lacan estudió medicina y psiquiatría y reconvirtió su vida en analista y escritor. “Mi análisis con Lacan transformó todo en mi vida: a nivel intelectual y espiritual, a nivel profesional y finalmente a nivel amoroso. Mi vida actual es la extensión de mi análisis; no es un recuerdo sino una experiencia”, señala en la entrevista de Página/12.
Gérard Haddad nació en Túnez. Después de estudiar y ejercer la agronomía en África, se encontró con Jacques Lacan y comenzó en 1969 un análisis con el gran psicoanalista francés que duró doce años, cuyo testimonio fue publicado en el libro El día que Lacan me adoptó. A los 30 años, Haddad inició los estudios de medicina y un tiempo más tarde la especialización en psiquiatría. Realiza trabajos sobre psicoanálisis y religión plasmados en una importante cantidad de escritos. Entre sus principales ensayos, se destacan Manger le libre, Les Biblioclastes, Freud en Italie, Lumière des astres éteints y Dans la main droite de Dieu.
--¿Lacan le animó a escribir?
--He querido escribir desde mi infancia. Este deseo de escribir nunca ha disminuido. Es una de mis razones para vivir. A los 15 años comencé a escribir una novela que encontró una editorial importante y fue publicada. Entonces, este deseo se durmió. Desde los primeros meses de mi análisis, despertó. Empecé escribiendo un largo artículo que agradó a Althusser y que hizo que se publicara en la gran revista marxista La Pensée, bajo el título “La literatura en la ideología”. Lacan no me animó, me apoyó. Además, nunca me dio ningún consejo concreto. Maniobró para hacer realidad mi deseo. Al principio, pensé en ser novelista y finalmente soy ensayista. No me quejo: estos ensayos tienen un fuerte sabor a narración. El día que Lacan me adoptó es una especie de novela. Llevo escritas tres novelas, la última acaba de ser publicada bajo el título Le cheval de trois. Estos son libros inspirados en mi práctica como analista.
--¿Lacan fue una persona fundamental en su formación como analista?
--Mi formación como analista es una sola: la que tuve en mi análisis, la que adquirí con él. Tal vez sea una falla, un punto flaco de mi formación, pero es así.
--¿Qué le motivó a investigar el complejo de Caín?
--Sucedió por sí solo, gradualmente, siguiendo mi reflexión sobre el fanatismo y el terrorismo. Me llamó la atención el hecho de que los terroristas islamistas fueran a menudo hermanos. No sé cómo explicarlo brevemente, pero un día se levantó mi represión sobre este asunto, una represión ampliamente compartida por los psicoanalistas. Si el psicoanálisis quiere hablar a nuestros contemporáneos que sufren todo tipo de violencia, tenemos que pasar por el complejo de Caín. Los terroristas no matan a su padre sino a sus hermanos. Esto no anula al complejo de Edipo, pero hay que aprender a articular los dos.
--Generalmente, se tiende a considerar al analista como ateo. ¿Cómo convergen en usted religión y psicoanálisis?
--¿Por qué esta posición ideológica? Encuentro la afirmación curiosa y diría que acientífica. Dios no es un dato objetivo de la ciencia, sino un valor como la justicia o la honestidad. Freud se declaró ateo, pero Pfister, uno de sus amigos, era psicoanalista y pastor. La Ecole Freudienne de París tenía muchos cristianos francos, jesuitas --por ejemplo--, o Françoise Dolto. Las creencias de cada psicoanalista son un asunto personal e incluso íntimo. ¿Le preguntamos a Einstein o a Newton si eran creyentes? Es ridículo, los valores requieren una libre adhesión subjetiva. Lo que es imperativo es el laicismo. Nuestros valores religiosos o políticos nunca deben interferir con nuestra práctica o nuestra investigación. Desconfío tanto de un psicoanalista pregonando su ateísmo como de uno que utiliza su fe o sus posiciones políticas en sus curas. Una excepción puede estar en el plano político: cualquier ideología totalitaria debe ser condenada en la medida en que, como el fanatismo religioso, no respeta la libertad de conciencia, la libre elección de valores. En tal sistema, el psicoanálisis es imposible ya que impide la libre asociación, que es la única regla del psicoanálisis. La historia del psicoanálisis en América Latina, tanto en Brasil como en Argentina, ha estado marcada por esta pregunta. Por otro lado, creo que hay que analizar en la cura, sobre todo didáctica, el sentimiento religioso. Eso es lo que, al menos, yo hice en la mía. Por eso me considero el menos religioso de todos mis colegas.
--¿Cómo se plasma la relación entre el psicoanálisis y las religiones en su ideología o en su visión del mundo como analista?
--¿Mi visión del mundo? ¿Tendría que tener una sola? El sentimiento religioso es universal y toma las formas más variadas. El entusiasmo por un equipo de fútbol --por poner un caso extremo-- tiene algo de religioso, o por un partido político, te dejo elegir cuál. La Argentina y sus múltiples psicoanalistas deberían cuestionarse sobre este punto. ¿Por qué un país tan rico y tan magnífico no logra salir de sus dificultades económicas? Creo que tiene que ver con lo que decimos. El psicoanálisis mismo, para algunos, se ha convertido en una religión y las asociaciones psicoanalíticas son como iglesias, dijo Lacan hablando de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Pero es aun peor con las llamadas asociaciones lacanianas que se formaron después de su desaparición. Por eso es importante analizar este sentimiento religioso, con respeto. No reprimirlo bajo un pseudoateísmo. Este prejuicio ha perjudicado mucho las curas y desarrollos de la teoría. Las neurosis obsesivas se han visto así reforzadas. Por otro lado, se debe revisar la creencia de que el sentimiento religioso está ligado a la cuestión paterna. René Girard escribe sobre esta cuestión. El sentimiento religioso es lo que permite moderar el odio al hermano. Lacan me animó enormemente a explorar este camino. Ahora me siento mucho más ligero en este tema, mucho más abierto a otras religiones y menos propenso a caer en las garras de un gurú o alguna ideología política seductora.
--¿Es uno de los ejes propuestos en su libro el vínculo entre la cuestión fraterna y el terrorismo?
--En efecto, es uno de los temas de los que hablo en El complejo de Caín, ¿un punto ciego en la teoría freudiana? y está más desarrollado en mi libro Psicoanálisis del fanatismo, recientemente traducido al español y publicado en Argentina gracias a mi amigo Cristian Rodríguez, pero también en árabe en el Líbano. Este fue el punto de partida de la aventura teórica que vivo desde hace diez años y que para algunos me convierte en un "hereje", mientras yo estoy convencido de estar creando las condiciones para la supervivencia del psicoanálisis gracias a mi trabajo teórico, iniciado con Comer el libro, que pronto será reeditado por Ediciones Pontevedra en su país.
--¿Cómo analiza la cuestión del judaísmo en la figura de Freud y cómo buscó dialogar con ella?
--Ha sido la pregunta central de todo mi trabajo durante casi cincuenta años. Pero esto no hubiera sucedido sin Lacan, quien toda su vida luchó con esta cuestión y de la cual da testimonio el texto “Radiophonie”, publicado en la revista Scilicet. Me lo transmitió en la transferencia y, gracias al magnífico trabajo de mi difunta esposa Antonietta, se convirtió en el libro El pecado original del psicoanálisis. Lo que el psicoanálisis le debe al judaísmo no es en el esoterismo cabalístico --como nos gusta hacer-- donde debemos buscarlo. Lo podemos encontrar en el Midrash (como decía Lacan en “Radiofonía”), esa forma tan singular con la que desde la antigüedad los judíos han interpretado el texto bíblico. Algunas de las técnicas de interpretación de los sueños de Freud se repiten en este midrash, sin duda de forma inconsciente. El psicoanálisis pretende ser una disciplina de la razón, como escribió Freud a Romain Rolland. También me di cuenta en mi obra del importante legado de Maimónides que Lacan aconsejaba leer. Pero la mayoría de los que están interesados en esta pregunta tienen un enfoque superficial, prefieren los textos esotéricos. Si mi trabajo tuviera que definirse en una frase, diría que es una lectura cruzada de Freud y la biblioteca hebrea. Pero no es exclusivo. Intento, dentro de mis posibilidades y de mi cultura, no excluir nada. Mi reciente interés por ciertos análisis de René Girard o Michel Foucault así lo atestigua.
--¿Por qué cree que el modelo freudiano de parricidio no es una herramienta eficaz para interpretar el mundo actual?
--El complejo de Edipo es fundamental para comprender la subjetividad individual, pero no alcanza para interpretar el mundo actual. ¿Usted cree que los islamistas que masacraron en París a más de cien jóvenes sentados en cafés o en un concierto de rock querían matar a un padre? No, mataron a hermanos que eran considerados incrédulos. He mostrado en un gran número de ejemplos cuán ciego es el psicoanálisis tradicional sobre la cuestión del fratricidio. ¿Cómo no ver que Hamlet o La tempestad (Shakespeare) están basados en fratricidas, por no hablar de la Biblia? Es muy obvio. Como no analizan su complejo de Caín en su tratamiento didáctico, los psicoanalistas ven reforzada su neurosis obsesiva. Ya conocemos los conflictos entre ellos, no quiero insistir en este tema. Lo que propongo es la interacción de los dos complejos: Caín y Edipo, una visión binocular que da alivio. Así es como operan todas las ciencias. Mi trabajo enriquece el esquema freudiano al que tanto debemos, no lo suprime. Así como Einstein no destruyó la física de Galileo incluyéndola en un modelo más grande, el psicoanálisis tiene que ampliar su mirada.
--¿Cree que, contrariamente a lo dicho por Lacan, a veces no tendemos a ver que el racismo tiene sus raíces en el conflicto fraterno?
--Esta frase de Lacan es muy importante y me inspiró mucho. Pero ese es un breve comentario al final de un seminario. ¿Por qué no lo desarrolló, no hizo una teoría del complejo de Caín? En mi trato con él, sin embargo, estuvo muy atento a este aspecto. Pero avanzar en este terreno no está exento de peligro, el de ser apartado de la familia de los analistas. Tengo la suerte de estar rodeado de un grupo muy activo en el Instituto Gérard Haddad, que me apoya en mi investigación.
--Para este tema, ¿afirma usted que el fanatismo es la exacerbación del complejo de Caín?
--Gracias por sugerir esta fórmula. ¡Lo adopto! Sí, el fanatismo en todas sus formas es la exacerbación del complejo de Caín. Veo que me ha entendido perfectamente.
--¿Cree que es posible lograr la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en el mundo musulmán? ¿Qué dice el psicoanálisis sobre este conflicto en un mundo donde las mujeres han adquirido conquistas y derechos?
--El mundo musulmán es un mundo complejo. Cada uno de los países que lo componen tiene sus particularidades y una historia que tendemos a unificar. Tuvo diferentes tiempos. Olvidamos que Pakistán, con Madame Bhutto, o Turquía han tenido mujeres presidentes. Pero lo esencial no está ahí. El atraso del mundo musulmán con respecto al mundo occidental, marcado por la ciencia, se explica en parte por este status de inferioridad concedido a la mujer. Escribí un librito, Ismael e Isaac, en el que ofrezco esta explicación del declive de la prodigiosa civilización musulmana a través de dos fracasos: el de la revolución científica y el de la revolución feminista. Algunos intelectuales árabes lo han entendido bien. En Túnez, fue Tahar Haddad y luego Bourguiba quien llevó a cabo las propuestas de este último. La igualdad de género es fuerte en Túnez y los islamistas no han logrado socavarla. Túnez sigue siendo un caso especial. El psicoanálisis ha interpretado durante mucho tiempo esta inferioridad del estatuto femenino por el miedo masculino frente a la castración. Este es probablemente un malentendido sin solución a nivel social. Pero en todas partes del mundo musulmán las mujeres luchan con coraje y logran resultados, incluso en Arabia o Irán. Es una lucha larga y difícil, de extensa duración, en la que los occidentales no tienen que entrometerse.
--¿Cómo es esta situación en Túnez?
--Me cuesta juzgar la situación actual, no está nada clara. Aparentemente, es muy frágil, con una situación económica precaria. Voy allí regularmente para conferencias. Los logros de las mujeres no se cuestionan.
--¿Entiende la guerra entre religiones como real o hay algo que pueda simbolizar tanta violencia?
--Las guerras interreligiosas son a menudo pantallas para guerras nacionalistas e imperialistas. El más grave de los fanatismos es el fanatismo nacionalista que se adorna con colores religiosos. El islamismo no es una excepción. La humillación que sienten los musulmanes se expresa en la radicalización religiosa, es venganza. La rivalidad entre hermanos, el complejo de Caín trasladado al extraño, me parece ser la fuente de toda violencia. Freud entendió esto y se lo escribió a Thomas Mann en una carta de 1936. Pero no lo expresó públicamente, ni lo teorizó. Es un misterio cuyo velo levanto con temblor.
--¿Cree que es posible que algún día se logre el diálogo entre musulmanes y judíos?
--Ya existe entre algunos musulmanes y algunos judíos. Hay un argentino judío que jugó un papel muy importante en este diálogo, el gran músico Daniel Barenboim. En el pasado hubo diálogos admirables entre judíos y musulmanes en Bagdad, en Andalucía, en Túnez. Pensemos en Shmuel Ha Naguid o Maimonides, entre otros. El año pasado se me rindió un homenaje en forma de simposio en la Biblioteca Nacional de Túnez. Antes, se había rendido un homenaje al escritor Albert Memmi, otro a la eminente abogada Gisèle Halimi. Considero mi trabajo como un diálogo con Túnez. Son el nacionalismo, el sionismo, el nasserismo los que han echado a perder este diálogo. Sin embargo, continúa y se desarrolla. Judíos y musulmanes necesitan este diálogo y muchos lo buscan. Estoy feliz por eso.
--¿Cree que el psicoanálisis tiene algo que aportar a esta reconciliación?
--En mi caso personal, es obvio. Es a través del psicoanálisis que se establece el rico diálogo que mantengo con los intelectuales musulmanes, en Túnez, en el Líbano. Pero el psicoanálisis sólo existe a través de los analistas. Deben deshacerse de su arrogancia de supuesto conocimiento. Tienen mucho que aprender en este diálogo. El simposio de 2021 sobre el complejo de Caín en Túnez me lo confirmó.