El juicio que finalmente le devolvió la libertad a Marcos Bazán expuso mucho de lo que debería escandalizar del sistema judicial argentino, y que --queda evidenciado en casos que logran hacerse visibles como este-- forma parte de un normal hacer de los procesos penales. La presión política para meter a alguien preso rápido --sea culpable o no-- cuando hay resonancia pública, como ocurrió en el femicidio de Anahí Benítez, encontró como vehículo la "prueba" de un supuesto perito canino, carente de todo rigor científico, que fue tomada como válida y además elogiada institucionalmente --como contó Página/12, la entonces gobernadora María Eugenia Vidal calificó al pichicho como "el Messi de los perros"--. Diego Tula, el peritrucho en cuestión, fue tajantemente cuestionado en los dos juicios de este caso por expertos que explicaron las limitaciones de la búsqueda con canes, y todo lo que se demostró escandalosamente direccionado a "marcar" la casa de Bazán en este juicio. Sobre esta base --cuyos detalles son grotescos, como la admisión del mismo perito de que el video presentado como prueba había sido actuado-- se tuvo presa a una persona inocente por más de cinco años. Seguiría cumpliendo una condena a perpetua, de no ser por la lucha de su familia y amigos, organizaciones de derechos humanos e Innocence Project, la ONG que trabaja para reparar condenas mal dictadas, que asumió su defensa en un segundo juicio.

La detección de otro peritrucho canino está obligando a revisar por estos días varias causas en las que actuó. Se trata de Marcos Herrero, hallado culpable de plantar pruebas falsas en la búsqueda de una mujer desaparecida en Mendoza: el ADN demostró que los restos óseos que dijo hallar con sus perros fueron "plantados" por Herrero, y que pertenecían al mismo cuerpo --el de un varón, además-- de otro "hallazgo" de sus perros en Santa Cruz, en otro caso de desaparición de una mujer. Innocence Project demostró la falsedad de la prueba del perito canino, sobre la cual se montó toda la condena. Esta misma organización presentó un amicus curiae en el caso de otro femicidio, el de Araceli Fulles (hallada sin vida en 2017 en José León Suárez), donde los hallazgos de Herrero metieron presos a otras tres personas que se asegura son inocentes: Carlos Damián Cassalz, Marcelo Ezequiel Escobedo y Hugo Martín Cabañas. Sus condenas a prisión perpetua están siendo revisadas por la Casación bonaerense.

Prueba (in)válida

"Hacemos esta presentación en un caso en el que se hallan en juego cuestiones de trascendencia colectiva e interés general, especialmente en virtud de que la sentencia se apoya en la valoración de pruebas que carecen de la relevancia científica que se les asigna, estableciendo criterios arbitrarios contrarios a la lógica y a la razón", sostienen en el amicus, una vía legal para aportar información relevante a causas judiciales. No defienden a los acusados pero sí advierten sobre la falsedad de la prueba que los condenó.

"Ambos peritos aparecen cuando ya habían dado resultados negativos los rastreos policiales anteriores y logran hallazgos sorprendentes, pero el caso de Herrero es aún más delirante y delincuencial", compara Manuel Garrido, director de Innocence Project Argentina y uno de los que llevó adelante la defensa de Bazán. "Tula afirma falsedades como que cada persona tiene un olor irrepetible que el can puede detectar, y hasta termina admitiendo que el video del hallazgo fue ficcionado... pero al menos intenta copiar el discurso de algunos cursos que hizo para darle un barniz más científico a lo suyo. Lo de Herrero en cambio es directamente superchería: dice que sus perros identifican el aura de las personas, que sigue un método propio, una técnica ancestral, que habla con sus perros y ellos lo escuchan... Y lo que es peor, "encuentra" objetos o huesos. Ya fue condenado porque se comprobó que los plantó en Mendoza. El resto de las causas en las que actuó en todo el país tendrán que revisarse para ver si hizo lo mismo, como ha ocurrido en casos famosos en Estados Unidos", advierte. El amicus presentado menciona casos de Texas y Florida, sobre los que hay abundante literatura. 

Herrero siempre encontró extrañamente objetos y papeles que llevarían a descifrar los casos, aún mucho tiempo después de ocurridos: en el de Viviana Luna, en Mendoza, además de los huesos que se demostraron falsos, el perro de Herrero "halló" una carta semi quemada adentro de un monedero, con nombres de empresarios y políticos mendocinos, referencias a trata de personas, a María Cash y Sofía Herrera, ambas desaparecidas hace años. En el caso de Araceli Fulles también halló un sobre con un papel escrito, y un billete con un supuesto pedido de auxilio. En el caso del niño Marito Salto, en Santiago del Estero, cartas incriminatorias que describían un impactante rito satánico, halladas un año después de que el cuerpo del niño apareciera descuartizado. En el de Facundo Astudillo Castro, halló la piedra turmalina en el baúl de un patrullero, cinco meses después otra turmalina en un colchón en la comisaría de Teniente Origone, antes encontró un souvenir con forma de vaquita de san antonio en el mismo lugar, y sus perros siguieron detectando olores a casi un año de la desaparición y muerte del joven.

Herrero también fue quien, mientras buscaba a otra mujer desaparecida en Río Gallegos, dio con los "75 millones de dólares termosellados" con los que Mariana Zuvic y Paula Oliveto denunciaron a Cristina Kirchner días antes de las PASO. Resultaron ser billetes de El Estanciero