La vuelta de Snarky Puppy a Buenos Aires, en la noche del domingo, estuvo atravesada por la concentración, el silencio y la contemplación. Eso fue lo que se palpó abajo del escenario, porque arriba lo que circuló fue el vértigo del riesgo. El grupo de nü jazz estadounidense se encuentra de gira presentando su flamante disco, Empire Central. Y literalmente eso fue lo que hizo: aferrarse a los temas de su décimoquinto álbum de estudio. El lugar común de los tours que surgen a partir de la salida de un trabajo discográfico radica en comenzar el show con algo de nuevo, para luego abocarse a repasar el repertorio clásico. Y meter un poco más, dependiendo de cada caso, en algunos tramos del recital. A contracorriente de este estereotipo, los liderados por el bajista Michael League fueron a por todo. Y aunque a lo largo de esta serie de shows advirtieron la dinámica, sorprendió la buena recepción de sus fans locales. No sólo de estos tracks, sino también de la propuesta.

“Estamos emocionados de presentar nuestro nuevo disco, compuesto por 12 de los 20 integrantes de la banda”, explicó League en una de sus primeras alocuciones. "La idea es ver crecer la música. Por eso nos aprovecharemos de ustedes”. A propósito de esto, el frontman introdujo lo que iba a venir a continuación y explicó que “Bet” era de la autoría de su violinista, Zachary Duncan Brock, quien ya le había dado protagonismo a su instrumento en el inicio del show. Si anteriormente “Keep It On Your Mind”, tema que abre el disco y que se encargó de cumplir un rol similar en el recital, representaba un menjunje de intensidades e influencias (de la psicodelia al rock, pasando por la música country); “East Bay” se corría hacia un funk que coqueteaba con Brasil. Ahí el peso cayó inicialmente en la terna de caños (Chris Bullock en saxo, Jay Jennings en trompeta y Justin Stanton en la otra trompeta), para luego darle paso al violinista.

A pesar de que “Bet” fue compuesto por Duncan Brock, se trató de uno de los temas más equilibrados (en sonidos y participaciones) de Empire Central. Sin embargo, en el siguiente track, “Honiara”, el violín salió al frente desde el arranque. Tras encender a los 6 mil espectadores, esa conjunción de cuatro cuerdas y arco le pasó el tutor a la sección de caños, y éstos, a su vez, al tecladista Mike “Maz” Maher. De pronto, la conducción volvió a Zachary Duncan Brock, que en ese momento se encontraba endiablado con su instrumento, grooveándola al mejor estilo de Jean-Luc Ponty cuando se anima a embrujar la sala. Y una vez que eso sucede, no hay vuelta atrás. Sin embargo, justo cuando el hechizo estaba por consumarse, los caños se interpusieron para procrastinarlo. Todavía quedaba recital por delante. Por si fuera poco, los trompetistas y el saxofonista se dieron el gusto de arengar a la audiencia en el cierre. En media hora, Snarky Puppy había tomado las riendas del set.

“Broken Arrow” es un tema dulcemente engañoso. Lo que comenzó de manera tenue, terminó tan arriba, en parte gracias a la dialéctica entre el “Maz” Maher (demostrando esta vez su habilidad para con la trompeta) y el violinista Duncan Brock, que acabaron chocando las manos en el aire, a la manera de los beisbolistas. En cambio, “Trinity” fue la antípoda de todo lo que pasó previamente. Tras partir del caos, el orden irrumpió cuando los músicos entraron en sintonía, organizados por el guitarrista Bob Lanzetti. Si antes había sido funcional a los temas, al violero le tocó ahora ser protagonista. Un rasgo fascinante en Snarky Puppy es el sentido de lo colectivo, sin que esto reste en su brillantez o en sus individualidades. Ellos representan la sempiterna máxima de que juntos hacen la fuerza. Amén de que el proyecto está por sobre todos. De hecho, de los 20 músicos que componen la banda, sólo 10 estuvieron en escena.

Después de llevar a cabo una construcción de prismas sonoros, en los que el saxo se inclinó por el letargo y los teclados hicieron las veces de médiums en el desenlace, apareció el primer invitado de la velada: Franco Luciani. Michel League lo presentó con todos los honores que le cuelgan a un artista de lujo y no exageró. Plantado en el medio del escenario, a la espera de que le tocara su solo, el armoniquista argentino le inyectó un montón de vatios a “Take It!”, funk ya de por sí sobrecargado de electricidad. Además, lo hizo con una herramienta que sólo los maestros saben darle esa elasticidad y profundidad para alcanzar el cenit. Todo esto apoyado, en esta oportunidad, por un cierre con sabor barroco, por cortesía de sendos tecladistas (el otro era el inglés Bill Laurance, quien presentó en Café Berlín, a través de dos fechas, el disco que lanzó a comienzos de este año junto a League: Where You Wish You Here).

Recién en “Ciroy” el frontman del grupo se visibilizó con su instrumento, luego de haberse comportado como una especie de catalizador sonoro. Entre los silencios que soportaban al tema, el bajista esbozó un diálogo con el violinista enardecido. Y ese guante groovero lo recogieron los caños en “Pineapple”, en confabulación de los dos tecladistas y de los tambores, a cargo del baterista Jason Thomas y el percusionista japonés Keita Ogawa, quienes experimentaron en ese pasaje sus momentos protagónicos. Toda una oda a la finura. Lo que funcionó como preámbulo para entender la esencia detrás de Empire Central: “Este disco es un homenaje a Texas y Bernard Wright, que era nuestro maestro Yoda”, explicó League en perfecto español. Esto derivó en el último tema que el multiinstrumentista grabó con Snarky Puppy antes de morir: “Belmont”. Y el músico concluyó: “Es nuestra obligación difundir su legado”.

Para hacer el tema, invocaron a Tigram Hamasyan, con show el lunes en el Teatro Broadway. Lo que desató la sorpresa y también en ovación. El pianista armenio forma parte del raid de jazz moderno que empezó la semana pasada con los shows de Michael League y Bill Laurance, siguió con Nubya García y terminará el 1 de junio con Bad Bad Not Good en el Konex. A seis años de su último desembarco local, Snarky Puppy regresó a la capital argentina en medio del proceso de renovación generacional que sigue experimentando el jazz. El impacto es tal que Empire Central ganó un Grammy este año, pero como “Mejor álbum instrumental contemporáneo”. Eso refleja el lenguaje que supieron diseñar. Como muestra de agradecimiento “por ser el mejor público de la gira”, la banda se despidió con los clásicos “What About Me?”, “Shofukan” y “Lingus”. Y en el medio del cierre, el frontman improvisó con su bajo la mejor versión que existe de “Muchachos…”. La más rioplatense.