Al chalet de dos plantas que está en la esquina de Garibaldi y Allison Bell llegaron los hermanos Forti en febrero de 1977. Ellos no lo sabían, pero habían sido trasladados al llamado Pozo de Quilmes, un centro clandestino de detención donde pasaron casi una semana secuestrados. Los hermanos fueron detenidos juntos a su madre, Nélida Sosa de Forti, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en un avión que tenía los motores en marcha y estaba a punto de despegar. En lugar de partir al encuentro con su padre, que los esperaba en Venezuela, la policía de la provincia de Buenos Aires los hizo bajar con la excusa de un problema de documentación y en dos autos los llevaron al Pozo de Quilmes, con los ojos vendados, las manos atadas y tapados por una frazada. Guillermo, el menor, lloraba. Tenían 16, 13, 12, 11 y 8 años. Nélida tenía 41 años y continúa desaparecida.

Al llegar a Quilmes, entraron por ese garaje, subieron esas escaleras y los dejaron en ese patio rectangular con calabozos alrededor. Cuarenta y seis años después, en el mismo patio se recordó esta historia y la artista visual Antonela Carmarino, tomó el tema de la presencia de niños en un centro clandestino de detención. Para el recorrido, colgó de la reja del techo cintas de colores con fragmentos de la letra de la canción Luna Tucumana. “Cuando llegaron los chicos a este lugar y contaron que eran de Tucumán, quienes estaban detenidos en las celdas empezaron a cantarles esa zamba, para llevarlos a su tierra y hacer de ese momento de terror algo más ameno. Quise habitar este espacio desde otro lado, llenarlo de color, mirar al cielo a través de la reja y ver un espacio abierto y de libertad”, dijo la artista.

La casona que durante la dictadura cívico-militar escondía tras su fachada un centro clandestino de detención, —y desde diciembre de 2016 es Sitio de Memoria, Defensa y Promoción de los Derechos Humanos—, abrió sus puertas para un recorrido en el marco de La Noche de los Museos. Por el Pozo de Quilmes pasaron más de 250 hombres y mujeres, cuyas historias volvieron a contarse una vez más. Esa reconstrucción de memoria y vida que el Sitio propone en cada visita de escuelas primarias, secundarias y universidades, fue acompañada el sábado a la noche por intervenciones artísticas. Más de cien personas atravesaron el portón de aquel garaje por donde entraban los autos que traían a los secuestrados, caminaron por esa planta baja, subieron esa escalera caracol mencionada en tantos testimonios de sobrevivientes, llegaron a esos calabozos del primero y el segundo piso. Allí escucharon las historias de los y las militantes y como contó Carlis, joven visitante de La Noche de los Museos, se sintieron movilizados por estar presentes en un lugar donde la historia se hace carne. “Ver los lugares donde dormían y cómo vivían pone más en relieve la frase 'Nunca más'”, dijo durante el recorrido.
La apertura de lugar estuvo acompañada por obras artísticas y momentos musicales para la recuperación de esas historias. La recorrida hizo especial hincapié en los niños, los jóvenes y las mujeres que pasaron por ese centro clandestino.

En la recorrida, Hugo “Pájaro” Colaone, Secretario de Derechos Humanos del municipio de Quilmes, señaló la importancia de la Noche de los Museos en este Sitio de Memoria, al cumplirse 40 años de democracia. “Siempre quisimos dejar en claro que este Sitio de Memoria no es un museo sino que queremos darle vida. Ahí donde hubo tortura y muerte, queremos poner vida. Por eso, la recorrida esta noche va acompañada con música, poesía y artes visuales. Cada semana pasan por el Sitio alrededor de 150 personas, que se acercan a recorrer el lugar para conocer esa parte de la historia de Quilmes que se ocultó y nosotros queremos dar a conocer. Ese es el significado político e histórico de esta noche”, subrayó.
Con público diverso, familias con hijos e hijas, parejas de mediana edad y muchos jóvenes, la apertura del Sitio en el marco de La Noche de los Museos permitió que personas que nunca antes se habían acercado, lo hicieran por primera vez. Matías Carballo cuenta que hacía mucho quería conocer el lugar y pudo hacerlo en esta oportunidad: “Es un montón lo que transmite este lugar, se siente el frío que corre por el cuerpo en todos los pisos, las historias que te llegan y hasta encontré en las fotos alguien con mi apellido. Me encantaría saber si hay alguien de mi familia que tuvo algo que ver con este lugar, tal vez por eso siento que me transmite tanto.”
Julia Merediz es la presidenta del Colectivo Quilmes Memoria, Verdad y Justicia y señaló que este es un nuevo habitar del espacio. “Contar desde las sensaciones y las percepciones y reconstruir la memoria de los y las detenidos y detenidas, territorializada acá, en el Sitio de Quilmes es importante. Pero también haciendo referencia a una situación mucho más amplia. En todas las intervenciones artísticas se percibe una mirada en torno a lo laberíntico, a lo circular, al encierro y a la libertad”.
Viviana Buscaglia forma parte del mismo colectivo y estuvo a cargo de los recorridos que se hicieron en el lugar: “Es una noche esperanzadora. El arte transformó el horror. La música, las imágenes, los colores, los diversos públicos nos conmueven. Es otra forma de habitar el espacio y nos desafía a gestar nuevos eventos para toda la comunidad.”
Gabriel Laporte realizó un registro audiovisual de la recorrida y destacó el interés que percibió en la escucha de las historias que se contaron de algunos militantes que pasaron por el Pozo, como las de Emilce Moler y Ana Teresa Diego, ambas estudiantes, y la de Silvia Mabel Isabella Valenzi que fue secuestrada el 22 de diciembre de 1976 en La Plata. Silvia tenía 20 años y estaba embarazada de cuatro meses. Estuvo unos días en la Comisaría 5ta de esa ciudad y luego la trasladaron al Pozo de Quilmes. El 1 de abril de 1977, fue llevada a parir al Hospital Isidoro Iriarte, que está a una cuadra. Fue trasladada por cuatro policías y por el ex médico de la policía Jorge Bergés. Llegó esposada, con contracciones y en mal estado. En la madrugada del 2 de abril nació Rosa, prematura, y fue llevada a Neonatología. Bergés había ordenado la inmediata separación de madre e hija después del parto. Horas después llevaron a Silvia a una camioneta sin identificación. A la niña la anotaron en el libro de partos del Hospital con el nombre de Rosa Isabella Valenzi, hora después ese nombre fue tachado y corregido al costado como NN. De Rosa no se supo más nada. Continúa desaparecida.
Perla es bibliotecaria de una escuela y pidió muchas veces poder venir a visitar el ex Pozo de Quilmes. En la recorrida encontró emoción y también mucha energía. Relató que escuchó las historias y recorrió el lugar muy conmovida. “Es raro de explicar, es tristeza y felicidad al mismo tiempo. Es tremendo ver todo lo que pasó pero también hay mucha energía buena, es como encontrarnos en la Plaza los 24 de marzo. Emoción y felicidad y también tristeza por lo que vivieron, por todo lo que sufrieron y por no poder abrazarlos.”
Las intervenciones visuales estuvieron a cargo de tres artistas quilmeñas. Brenda Renison propuso dos obras. Ambas tienen transparencias, calado y textiles. Armó esas urdimbres a través de palabras. En uno de los calabozos, apoyó sobre el camastro una especie de manta de papel con las palabras memoria, verdad y justicia que se repiten caladas en todo el tejido. “No te vamos a olvidar, te vamos a recordar constantemente, vamos a lograr justicia”, dice Brenda, sobre esa manta que abriga la celda. También colgó de una de las ventanas un papel blanco transparente. “La ventana tiene una reja que se abre y eso da una sensación de escape, de posible salida, es una reja que se abre a la luz”, cuenta. En otro de los calabozos, María Belén Sánchez trabajó con proyecciones sobre una de las paredes. Retomó la idea de que hacer memoria es una tarea colectiva. Trabajó con un collage digital donde se observan diferentes personas para habitar este espacio desde lugar poético y político. “Socializar lo que acá sucedió y meternos en el ejercicio de hacer memoria como una acción. Sembrar la memoria para que no crezca el olvido”.
La noche concluyó con un canto colectivo en el primer piso del Sitio, en el patio de los calabozos donde los y las visitantes cantaron Luna Tucumana, recordando a la familia Forti, con un piso tapizado de avioncitos de papel.