Mañana, miércoles 24, a las 19, volverán a abrirse las puertas del Museo Municipal de Arte Decorativo «Firma y Odilo Estevez» en su ingreso por calle Santa Fe 748, frente a la plaza 25 de Mayo. Actores ataviados a la usanza de comienzos del siglo pasado recibirán amablemente a las nuevas visitas. El coro Pro Música dará un concierto en el Museo y la Jazz Band, en la plaza. Y ese mismo día se habilitará la tienda del Museo Estevez, que forma parte del proyecto municipal de tiendas de Museos, a cargo de Mauro Guzmán.
La casa museo reabre convertida además en sitio arqueológico. Un piso transparente transitable en el hall central, realizado como parte de un emprendimiento público-privado con la empresa constructora MSR, permite ver el yacimiento excavado e investigado por el Centro de Estudios Arqueológicos de Rosario (CEAR) de la UNR. "Tenemos esa ventana al pasado, ese vidrio en el piso donde vemos lo que pasó antes", dice el secretario de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, Dante Taparelli.
El Museo Municipal de Arte Decorativo existe como tal desde 1968. Fue constituido por la donación de la casona y de sus contenidos que efectuó su propietaria Firma Mayor, viuda de Estevez. Estos consisten en una exquisita colección de obras de arte y objetos de arte decorativo. El proceso de restauración acaba de cerrar una primera etapa. En él colaboraron agencias de tres secretarías municipales rosarinas, de dos universidades públicas y de una empresa privada. Analía García, su directora por concurso desde 2007, ha venido alertando desde entonces a otras secretarías municipales sobre su fragilidad material e instando a que la Comisión Nacional de Museos lo declarase Monumento Histórico Nacional. Esto se logró en 2011, por decreto presidencial.
Siendo, además de la Catedral y del Palacio Municipal, uno de los tres únicos edificios del siglo XIX que perduran en torno a la Plaza 25 de Mayo, la casona que hoy es el Museo fue edificada por sus más antiguos propietarios asentada sobre las ruinas de una construcción más antigua aún, quizás una de las primeras que se hayan erigido alrededor de la plaza central de la villa original del Pago de los Arroyos, en el siglo XVIII.
Fernando Oliva, arqueólogo y director del CEAR, sugiere esta datación aproximada, que forma parte de una investigación en curso sobre aquel pasado que insistía desde las profundidades, en forma de filtraciones de agua que subían a través de las roturas en los viejos desagües de cerámica. Siendo pasante la actual directora, llegaban a oídos de la guía del museo, Amelia Sánchez de Vinacua, rumores del ama de llaves y la ex dama de compañía, que transmitían oralmente la memoria de un aljibe bajo el piso de roble.
¿Cómo era posible? Hace un siglo, Firma Mayor y Odilo Estevez compraron la casona a Melitón Ibarlucea y Rita Alcácer. Y los arquitectos Gerbino y Schwarz elaboraron para los Estevez el proyecto por el cual el patio central fue reconvertido en el hall central. Se techó el patio, y para permitir el ingreso de luz natural se encomendaron los vitrales al taller de Salvador Buxadera. Se instaló un hermoso piso de roble de Eslavonia, traído desde Bovisio (Milán, Italia), donde había sido manufacturado por la firma Fratelli Sari. Para prevenir la humedad, se pusieron desagües, que no resistieron el paso del tiempo.
Y la bella casona comenzó a enfermarse de humedad. “Había que trabajar sobre los desagües. Fue lo que hicimos por años, llamando al plomero Manuel Hernández y luego a su hijo”, recuerda García. Cuenta que se hicieron filmaciones de los caños de cerámica y se descubrió que estaban fragmentados, con piezas faltantes. Por eso el piso de roble de Eslavonia sufría hundimiento perimetral: se desintegraba la estructura de madera que lo sostenía. Más filtraciones de agua hacían peligrar el mirador y la sala de la loggia.
Desde el Museo, se alertó a la Secretaría de Planeamiento, que redactó un pliego para el proyecto de restauración. En el marco del programa de Apoyo Tecnológico al Sector Turismo, desde Planeamiento se elevó el proyecto de restauración al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, que concursaba un subsidio. Se lo obtuvo, y Obras Públicas (otra de las tres secretarías municipales involucradas) avaló la ejecución. Se emprendió la restauración de los pisos, el sistema de desagüe pluvial, el sistema de iluminación, la Sala de Exposiciones Temporarias, el mirador, el hall central y otras salas. Trabajaron Laura Giménez, Gabriela Gorría y Gabriela Tradotti, del Museo; Silvia Musura, María Eugenia Prece, Ayelén Makawa, Mirta Carreras, Lisandro Priotti y Gabriel Cosgaya, restauradores; y Leandro Cortés y Lucas García, maestros carpinteros del CC El Obrador. "Con la primera lluvia, se taparon tres desagües. Eso hizo que filtrase agua al hall central. El agua ingresó sobre tres vitrales. No se dañó ninguna obra pero sí el piso. Esa filtración hacía que debiéramos trabajar en la restauración por debajo del piso. Ya no se trataba de encamisar, o impermeabilizar”, evoca García. Fue entonces que Cultura convocó a Gabriel Redolfi, el titular de la empresa constructora MSR. “Fue clave la presencia comprometida de un gran mecenas”, destaca Analía García.
Y MSR ejecuta el proyecto maestro de Planeamiento: levantar por completo el piso de roble de Eslavonia, con la carpeta que lo sostenía. Allí se descubrieron los desagües originales, marcados por sellos de una fábrica de cerámica alemana. Palada va, palada viene, los trabajadores de la constructora compartieron su asombro con el museo ante el hallazgo de otras cerámicas, muy misteriosas. "Hablo con el decano de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, Alejandro Vila; hablo con María Eugenia Prece y ella me recomienda a Fernando Oliva, que está investigando el patio de la Facultad de Humanidades bajo los mismos parámetros que se investiga esta casona”, cuenta García. “En julio y agosto de 2021, comienzan los procesos de obra de la restauración del Museo Estevez”, relata Oliva. “La empresa constructora encuentra evidencia material de construcciones previas. Se conectan con la dirección del Museo, que hace un acuerdo con la Facultad de Humanidades y Artes, y nos convoca el señor decano para que hagamos estudios de evaluación de impacto ambiental y cultural del lugar. Con ese diagnóstico, se visita el lugar, y se decide dar intervención a un grupo de geofísicos de la Universidad Nacional de Buenos Aires, del Conicet. Ellos, a través de elementos radioeléctricos, con la instrumentación del georradar, detectaron la existencia de determinadas estructuras, que guiarán las excavaciones en el futuro. Y después empezamos una excavación de dos meses en la cual participaron graduados y alumnos de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Aparecieron estructuras vinculadas a desagües pluviales antiguos y también un pozo cisterna o un pozo de agua; también apareció evidencia anterior de ocupaciones preexistentes, como huellas de pozos, de poste, y algunas evidencias materiales que podrían estar indicando la presencia de los primeros pobladores de la ciudad, asentados a fines del siglo XVIII”, enumera Oliva, y menciona “elementos de cerámica de confección indígena”. Todo este material está siendo estudiado por el CEAR. Mientras tanto, ese pasado se hace visible.