La llamada “crisis de la política” está directamente relacionada con el desencanto ciudadano por las respuestas que el sistema democrático le ofrece frente a las urgencias y las demandas que surgen de la vida cotidiana de las personas. En consecuencia la afirmación más simple es “¡para qué interesarme por la política si la política y quienes la practican como profesión y como vocación no se ocupan de mi!”. O, desde un punto de vista todavía más pragmático, “¿para qué sirve la política si no aporta soluciones a mis problemas esenciales y de calidad de vida?”.
La consecuencia casi inevitable de lo anterior es la apatía ciudadana y la falta de compromiso y participación de las personas en aquellos espacios donde deberían gestarse las alternativas y en medio de los cuales puedan surgir también renovados liderazgos. Está claro que ello no está ocurriendo. No hay espacios para el debate y la construcción colectiva y tampoco aparecen con nitidez nuevos rostros, otras formas y estilos de dirigencia.
Podrá decirse que en determinado momento de la historia reciente los organismos defensores de los derechos humanos tuvieron un papel protagónico en la agenda pública a partir de un mensaje ético que generó incluso iniciativas de políticas públicas. Lo mismo podría afirmarse respecto del movimiento de mujeres y de su labor de incidencia en todos los ámbitos del espacio público.
Sin embargo, ni estas ni otras experiencias –salvo excepciones- lograron trasladar sus debates y sus liderazgos al espacio de la política. Mientras tanto el escenario político se fue empobreciendo en cuanto a su agenda, los debates y su conexión con la problemática cotidiana de la ciudadanía. Hasta el punto del desencanto.
A ello contribuye de manera significativa la prédica constante del sistema medios, tanto en su versión tradicional como en los mensajes que proliferan en las plataformas de redes, insistiendo en la política como lugar de la corrupción, en el desprestigio de los funcionarios y de la gestión pública ahondando el sentimiento de desconfianza en los sistemas políticos y reforzando la idea de ineficacia de los mecanismos democráticos. El efecto colateral de lo anterior es que dejados de lado los escenarios políticos de participación, los pocos debates pero también los sentidos colectivos solo y únicamente se construyen en los ámbitos comunicacionales. La política deja de ser un espacio de construcción colectiva de la ciudadanía para transformarse en una obra que queda en mano de comunicadores, relacionistas públicos, expertos en marketing y community manager.
“La crisis de la política no solo es profunda sino que tiene múltiples rostros. Para donde la miremos la política hace agua. Ya sea en sus modelos de representación o en la identidad de sus organizaciones partidarias, en sus conexiones con la sociedad o en sus formas de internas de cohesión” sostuvo el comunicador e investigador colombiano Germán Rey Beltrán, en una entrevista concedida a la investigadora brasileña Roselí Figaro.
En el mismo texto el colombiano sostiene que “de todo ello no se escapan las relaciones entre comunicación y política que fueron unas en una época de los medios y son otras en los días de internet, las redes sociales y en general un nuevo entorno digital”. Rey habla, en términos generales, del panorama del mundo pero que bien podría referirse a la particular situación de la Argentina. Para Germán Rey “en el momento anterior los medios se convirtieron en uno de los escenarios claves de la escenificación de la política. Entonces era posible la edición, la construcción más o menos racional de agendas, los pactos de interpretación de la información electoral y la distribución más o menos equilibrada de los espacios de opinión”.
Pero, sigue diciendo el investigador colombiano, “todo ello ha cambiado en el entorno digital: ha crecido la profusión de las noticias políticas mientras se ha atiborrado la red de fake news, distorsiones intencionadas y una enorme presión sobre los políticos”.
Cualquier similitud con lo que sucede entre nosotros no es pura imaginación ni mera casualidad.