En el inicio de los alegatos en el juicio por el crimen de la maestra Rosa Sulca, el fiscal Leandro Flores y el abogado querellante Pablo Tort, solicitaron que se declare la responsabilidad penal de la principal acusada por homicidio calificado, la joven S., quien tenía 17 años al momento de los hechos. También sostuvieron la acusación por encubrimiento agravado en contra de Martín Oscar Laime (26). La Fiscalía solicitó para él 3 años y 4 meses de prisión efectiva, mientras la querella, pidió 4 años.
Por el contrario, el abogado defensor de S., Miguel Fernando Páez, solicitó que se la declare inimputable, mientras que la defensora oficial Patricia González, en representación de Laime, pidió la absolución por la duda.
Por decisión del Tribunal, los alegatos se dividieron en dos jornadas. Este martes desde las 8, las partes alegarán en relación a los acusados por incumplimiento a los deberes de funcionario público, trabajadores del servicio de emergencias 911, y los policías que fueron al domicilio de la víctima y se retiraron, quienes están acusados por no haberle brindado auxilio.
El fiscal Flores pidió que se declare la responsabilidad penal de S. por el delito de homicidio calificado por criminis causa (matar para encubrir otro delito). En caso de que el Tribunal la condene, será un juez de menores quien le imponga la pena porque la acusada era adolescente al momento de los hechos.
La querella ejercida en representación de la Fundación Cintia Fernández, sostuvo la acusación de homicidio calificado por criminis causa y alevosía contra S. y adhirió a los argumentos de la Fiscalía, realizando además una similar reconstrucción de los hechos. El abogado Tort también señaló que pese a la problemática de consumo de drogas que se divulgó en este juicio, la provincia de Salta carece de instituciones de rehabilitación y asistencia.
Flores partió analizando el comportamiento tanto de S. como de Laime. El fiscal argumentó que el joven advirtió la sangre en la ropa, manos y rostro de la imputada.
En el análisis de la prueba y la reconstrucción de los hechos, Flores explicó que la más relevante para sustentar la acusación contra S. es la interpretación del audio del Servicio de Emergencias 911, de la llamada realizada por Sulca cuando era atacada. El fiscal precisó que en el audio se escuchó la voz de la docente solicitando "ayuda por favor (...) me están matando" y pidió "que se apuren".
En la llamada se escucha otra voz, que para la acusación es la de S., que interrumpe y dice: "disculpen, es mi tía, toma pastillas", mientras que de fondo se seguían escuchando los gritos de Sulca que decía: "no, no, es mentira". Luego esa comunicación se cortó repentinamente.
Además, se le incautaron a la acusada una tableta de pastillas que coincidía con las de la caja de tabletas de Alprazolam hallada en casa de la víctima, también tenía su recibo de sueldo, y en la investigación se determinó que S. había intercambiado el Samsung A10 de Sulca por drogas.
En base al análisis de las múltiples heridas y golpes que presentaba el cuerpo de la víctima, el fiscal Flores consideró que hubo intención de matar. Además, recordó que la investigación del policía de la División de Homicidios, Manuel Colque, se orientó hacia S. y su exnovio, este último ya sobreseído.
Otra prueba valorada por el fiscal fue el testimonio de una adolescente de 14 años que contó que sabía por dichos de la hermana menor de S. que ambas entraban a robar a la casa de la maestra.
S. fue captada por cámaras de Seguridad de un vecino y de una heladería, allí se la vio cuando salió corriendo de la casa de Sulca. El fiscal señaló que la entonces adolescente se cruzó al doblar por un pasaje con el testigo y vecino Alejandro Arroz, conocido cineasta salteño, quien dijo en el juicio que la chica se detuvo cuando vio a su perra boxer por temor y le preguntó si era mala. Este testigo indicó que estaba "bien vestida". Arroz sostuvo que le llamó la atención que la joven anduviera caminando sola a la madrugada, y que la vio doblar por un club de Villa Mitre.
Por aquel camino S. se dirigió al puente Tinkunaku de Villa Juanita, donde compró drogas con dinero en efectivo a un "transa" y luego le intercambió el celular de la víctima por más estupefacientes. Este vendedor de sustancias prohibidas fue interrogado luego por la policía y al declarar en la Fiscalía, según explicó el fiscal, dio cuenta de que S. tenía manchas de sangre en la ropa, manos y rostro.
Consumo de estupefacientes
El abogado de S. pidió que se la declare inimputable. Dijo que no hubo perspectiva de género en la investigación penal preparatoria, y señaló que numerosos testimonios dieron cuenta de que la acusada estuvo consumiendo marihuana, cocaína y aspirando pegamento antes del horario del crimen de Sulca. Consideró que no hubo una evaluación profunda de su situación y se desestimó por parte del psiquiatra que le hizo las pericias y luego por una junta médica (en la que intervinieron otros profesionales) que fuera víctima de violencia de género.
En la última declaración, S. apuntó contra su exnovio, Pablo Ezequiel Verón, ya sobreseído por falta de pruebas. Lo acusó como autor material del asesinato.
El abogado de S. trató de orientar la responsabilidad de este joven. Dijo que el cordón hallado en el alambre de púas tenía material genético de Verón, sin embargo, la bioquímica que analizó las muestras aseguró que no era compatible con Verón.
Por otro lado, Páez argumentó que S. en aquel momento era una adolescente que pesaba 43 kilos, y consideró que no pudo haber ocasionado los golpes y lesiones a Sulca, que tenía una contextura corporal mayor.
Por otro lado, la defensora oficial pidió la absolución por la duda de Laime. Argumentó que ni la Fiscalía ni la querella describieron qué habría hecho para eludir la justicia. Aseguró que Laime "no tenía idea del robo ni mucho menos de un homicidio". Señaló el contexto "marginal" de consumo de estupefacientes en el que su defendido se encontró con la imputada, quien le refirió que se había peleado con una "chabona" y por ello tenía manchas de sangre.
González dijo que Laime fue señalado por su consumo de estupefacientes pero aseguró que no delinquía y no tenía antecedentes, por ello consideró creíble que no pudiera inferir que S. tenía sangre porque había matado a alguien.
La defensora recalcó que Laime no era amigo de S. ni tenía confianza con ella, la conocía de "un día", y resaltó que cuando se refería a ella, lo hacía nombrándola como "la señorita (S.)".
Cuando S. intercambió el celular con el "vendedor de drogas", este último se lo dio a Laime para que lo escondiera, porque a ese lugar solía ir la policía. La defensora dijo que el joven se lo llevó y luego se lo devolvió. Finalmente, después en el marco de la investigación del crimen, la policía le secuestró el aparato al vendedor de estupefacientes.
Respecto al hecho de que Laime acompañó a S. a la casa de Sulca, la defensora indicó que la adolescente le había pedido, indicándole que se trataba de su tía, y que tenía plata suya para buscar en ese domicilio. González refirió que Laime no intentó entrar a la casa de Sulca, que se la vio a S. haciéndole señas para subir por arriba pero él estaba sentado y no se afirmó en la reja. No obstante, luego se retiraron ante las advertencias de lxs vecinxs que les dijeron que de lo contrario llamarían a la policía. Dijo que él "dudó, no se prestó a cualquier cosa".
Entre sus argumentos, la defensora también sostuvo que S. en ese momento no estaba siendo buscada por las autoridades, algo que pasó recién al día siguiente.