El 26 de agosto de 2002, en el marco del V Festival Internacional de Música de Buenos Aires, Luis Alberto Spinetta dio su primer recital en el Teatro Colón. Junto a los pianistas Claudio Cardone y Juan Carlos “Mono” Fontana, más el bajista Javier Malosetti, obsequió setenta y cinco minutos de belleza sin par. “Cielo invertido”, “Leves instrucciones” y “Lago de forma mía” fueron algunas de las perlas recibidas por una feligresía en éxtasis. Luis regresó al mítico recinto, solo con el tecladista rosarino, el 13 de diciembre de 2003. En esa jornada ofrendó piezas como “A su amor allí”, “Barro tal vez” y “Un niño nace”. Su última actuación en dicho escenario fue el 19 de octubre de 2006. Acompañado por la Orquesta Académica del teatro, entregó versiones épicas de “Águila de trueno”, “El anillo del Capitán Beto” y “Bosnia”. La noche del lunes, en dos funciones atiborradas de espectadores, la obra del Flaco volvió a sonar en el máximo coliseo argentino. Adrián Iaies fue el director musical de los conciertos que recrearon Artaud, uno de los discos esenciales del poeta, en tributo a los cincuenta años de su aparición.
El pianista, con sabiduría, eludió reproducir aquellas míticas piezas de manera literal. Optó por desmenuzarlas para ofrecerlas con un ropaje alternativo que, sin embargo, respetó su esencia. Dos cuartetos -uno de maderas, otro de cuerdas– y una sección rítmica fueron los recursos estéticos que utilizó para evocar ese corpus de canciones guitarreras y de tracción acústica. El octeto estuvo integrado por Juan Pablo Di Leone en flauta, Lis Rigoni en oboe y corno inglés, Emiliano Álvarez en clarinete y clarinete bajo, Julieta Di Fede en fagot, Guillermo Rubino en primer violín, Natalia Cabello en segundo violín, Elizabeth Ridolfi en viola y Paula Pomeraniec en violonchelo. La formación se completó con Rodrigo Agudelo en guitarra acústica y eléctrica, Santiago Lamisovski en contrabajo y bajo eléctrico y Carto Brandán en batería y percusión. Las voces corrieron por cuenta de Deborah Dixon y Sol Liebeskind. En calidad de invitados estuvieron Emilio Del Guercio y el bandoneonista Santiago Arias. Todos bajo la dirección de Ezequiel Fautario.
En un escenario teñido por luces verdes, y con la gigantografía de la icónica tapa de Artaud como telón de fondo, se recortó la figura de Liebeskind. La cantante entregó una versión ligeramente valseada de “Todas las hojas son del viento”. El preciso diálogo entre las cuerdas y las maderas redondeó un momento cálido e intimista. “Tengo un gran respeto, admiración e idolatría por Spinetta. El presente trabajo está hecho con esa consideración pero, sobre todo, fue realizado con el amor que siento por alguien que me regaló buenos momentos y me hizo mejor persona”, confesó Iaies ante el variopinto auditorio. Dixon transitó, con naturalidad y solvencia, por “Cementerio Club”. El tema permitió el lucimiento del clarinetista quien reprodujo, con exactitud, las intervenciones de guitarra eléctrica de la pieza original. Luego, Liebeskind volvió a las tablas para regalar un par de gemas: “Superchería” y “La sed verdadera”. La primera, con gran despliegue de los vientos. La última, con sutiles toques de bossa nova.
La primera intervención de Iaies -quien prescindió del uso del piano con el fin de respetar la sonoridad de Artaud– fue para ejecutar un fragmento de “Canción para los días de la vida”. El tema, escrito por el Flaco para un frustrado proyecto de Almendra, apareció en su disco solista A 18’ minutos del sol. Luego el pianista dio paso a Santiago Arias. El bandoneonista, sentado al pie del escenario, recorrió junto a su fueye los cuarenta y seis sustantivos y la preposición que conforman la letra de “Por”. La actuación del jujeño, de carácter minimalista pero rebosante de visceralidad, fue uno de los puntos altos de la velada. Liebeskind tuvo la difícil tarea de recrear “Cantata de puentes amarillos”. La pieza, una suite compuesta de diversos módulos sonoros y lírica surrealista, está indisolublemente ligada a la voz de su creador. La cantante, subida a una orquesta afiatada, sorteó el escollo con elegancia. La ex Blacanblus se llevó todos los aplausos con su versión, impregnada de soul, de “Bajan”. Después, Iaies regresó a las teclas para regalar un extracto de “Tema de Pototo (Para saber cómo es la soledad)”.
El último tramo del concierto llegó de la mano de Emilio Del Guercio. El bajista, compañero de Luis Alberto en Almendra y participante en la grabación de Artaud, fue recibido con una ovación. “Bocas del aire del mar. Beban la sal de esta luz, para sí”, musitó con una voz que parece haberle ganado al tiempo. “A Starosta, el idiota” sonó en el Teatro Colón aunque no hubo acordes de piano melancólicos, ni cintas pasadas al revés, pero sí una referencia beatle. En la obra original se escuchaban unos segundos de “She loves you”. En la reformulación de Iaies, el fagot citó una línea de “Across the universe”. Un guiño para melómanos.
El ex Aquelarre clausuró la parte formal del homenaje con “Las habladurías del mundo”. Su irresistible riff de guitarra, sumado a la arenga del cantante, motivó las palmas de una audiencia embelesada. La agrupación, al comando del pianista y con el bandoneón de Arias, entregó una relectura delicadamente jazzeada de “Laura va”. El primer bis llegó con una exquisita versión, a orquesta completa, de “Maribel se durmió”. El cierre fue todo de Iaies quien, ensimismado frente al piano, revisitó otra perla de la factoría spinetteana: “Ella también”.
Artaud fue alumbrado por un joven de veintitrés años que, con el paso del tiempo, se convertiría en una figura seminal de la cultura popular argentina. Las canciones del álbum, instaladas en el inconsciente colectivo de varias generaciones, suenan tan brillantes y conmovedoras como el primer día. Iaies aceptó el enorme desafío de recrearlas sin trastocarlas. La prueba fue superada. El pianista, de alguna manera, terminó haciendo realidad una de las tantas sentencias del poeta. Volvió a traer a casa todo aquel fulgor.